Este arte, “que no es menor”, según aclara Guillermo Santillana, director de Títeres Armadillo, en Quetzaltenango, es tan antiguo como el hombre mismo, cuando descubre que con las sombras que proyecta su cuerpo puede recrear figuras de su medio.
En el pasado, el títere fungía como instrumento que daba vida a héroes, divinidades o personajes mágicos. En la actualidad, este arte en Guatemala sirve para difundir mensajes con profunda temática social, como resguardo de la herencia cultural, los derechos de la niñez, la tolerancia, la no violencia intrafamiliar o la protección del medioambiente, a espectadores de la provincia, donde la educación es limitada.
“No es una simple obra teatral, sino la representación, mediante la animación y el juego, de la realidad, sus problemáticas y su cotidianidad; los titiriteros son formadores del público”, refiere Paolo Iorio, director de la Asociación Chúmbala Cachúmbala, en Sololá.
Una de las particularidades de esta expresión artística es que el espectador forma parte de la función, se involucra y reflexiona, asevera Iorio.
“Es un lenguaje específico y, como el teatro, es un arte en vivo. Los personajes interactúan con el público y reaccionan a su entorno. Se disfruta de una experiencia única e irrepetible”, asegura Santillana.
El titiritero desarrolla habilidades actorales como imaginación, concentración, meditación y memoria. Los movimientos que realiza con el muñeco son comprensibles para cualquier cultura, aun sin expresar palabras.
Los materiales que se utilizan para elaborar títeres varían según las necesidades escénicas, y pueden ser de duropor, esponja, tela, papel mashé, madera, pasta de madera, lana y hasta elementos reciclables. Su manufactura es un trabajo artesanal en el que se experimentan nuevas técnicas o se combinan las existentes.
Los integrantes de las compañías diseñan y fabrican todos los objetos que conformarán la puesta en escena, como el teatrino, las escenografías, las piezas de utilería, la composición del guión y la música, debido a lo cual deben poseer conocimientos de pintura, escultura, arquitectura, música, teatro y literatura, artes que confluyen en estas obras.
Algunos colectivos imparten talleres para promover este teatro y así desarrollar el sentido emocional, educativo, estético, recreativo e imaginativo.
Pese a la variedad de entretenimientos modernos, el teatro de títeres continúa vivo, evoluciona, se reinventa, adquiere más adeptos y recupera su relevancia para la cultura del país, donde ha existido desde tiempos precolombinos.