Escenario

Diana Morales publica su libro El vaporoso seno del abismo

La poeta y performer guatemalteca, Diana Morales, acaba de publicar su tercer libro de poesía, El vaporoso seno del abismo, acompañado de un disco con las grabaciones de los poemas y la instrumentalización musical de la banda de rock Introácido. Esta es una reseña:

Portada del libro 'El vaporoso seno del abismo'. (Foto Prensa Libre: cortesía Diana Morales)

Portada del libro 'El vaporoso seno del abismo'. (Foto Prensa Libre: cortesía Diana Morales)

Aunque la publicación es reciente, el libro ha trascendido fronteras. Fue presentado en la ciudad de Copenhague, Dinamarca, a finales del mes de septiembre pasado, durante el festival de literatura que reunió a escritores y académicos –mujeres y hombres– de diversos países de América y Europa, para dialogar de la literatura escrita en sus respectivos países. Diana Morales participó en el festival con la lectura de poemas de su más reciente creación literaria.

Dentro de la experimentación de la obra, este libro-disco, contiene en su interior ilustraciones de Frank Hernández y la traducción de los poemas al inglés.

Sin duda, la impronta literaria de Diana es un gesto osado para el medio literario local. Cercana a la ¿tradición? de poetas que niegan los pedestales de la solemnidad encuentra raíces en el ocaso de los ídolos del rock o en la necesidad de transgredir símbolos de su feminidad; tal y como lo hicieron las escritoras guatemaltecas: Alaíde Foppa, Isabel de los Ángeles Ruano o Luz Méndez de la Vega.

Ninguna acrobacia verbal. Ninguna pirueta acomodaticia con las palabras, aisladas del raigambre de su historia personal o contexto histórico. Morales es una poeta que escava por dentro y fuera, y en ese punto de tensión, extrae la materia, el contenido de su casa interior: el dolor de ser mujer/hija/madre/hermana/niña en una sociedad a merced de la desigualdad social.

Poeta Diana Morales, autora de ‘El vaporoso seno del abismo’. (Foto Prensa Libre: cortesía Diana Morales)

Así la poesía de Diana destapa las cloacas pestilentes del machismo atisbado en oficinas o avenidas próximas al delito. Señala la violencia doméstica con las palabras de una minuciosa observadora.

En el poema, Congestión de cometas, relata escenarios como el de una mujer hallada muerta en su apartamento y satiriza las declaraciones post-mortem: “Buenas tetas/regular culo/carita agraciada/un poco distraída”.

En el mismo poema, Morales advierte a sus lectores el significado de su poética: “Mi poesía se seca al sol/pues las canicas se fueron/debajo de los vehículos modernos/y mis compañeritos/me dejaron de visitar”.

El vaporoso seno del abismo toma el título de una frase del libro Fausto del escritor alemán de finales del siglo XIX, Wolfgang von Goethe.

En conjunto, el poemario de Diana relata la historia y cronología de una mujer, desde su niñez hasta la mujer adulta, que ha sorteado la violencia y las acometidas de la migración.

La escritora viajó y permaneció, por temporadas cortas, en países como Brasil, Perú y Argentina; esto le permitió conocer otras formas de convivencia y de comprender el arte y la poesía.

El libro consigna ocho poemas en su edición, con los títulos: Somníferos, Aspiradora de hospital, Congestión de cometas, El reproche de la falda a la noche, La ópera del drama y el caos, Rito de cactus, Parajes de ojivas y bengalas, Depressus; valga agregar, que también son piezas poéticas con música de fondo, desde los acordes y ritmos melódicos de una banda de post rock, que también roza el new metal: la banda de rock Introácido, liderada por Emilio Enrique Rodríguez y Luis Pons Castillo.

En una sociedad erigida con la obsesión por los centros comerciales o cercada por cámaras de vigilancia, la ciudad de Guatemala, existe en la nomenclatura del caos y los ríos sinuosos del tráfico, como la anatomía de un cuerpo en creciente descomposición; para curiosamente dar lugar a su propia salida de emergencia: la creación artística.

Por eso la poesía de Diana Morales necesita de todos los recursos expresivos posibles: aparece como un grito que rompe la quietud de las órdenes y los convencionalismos, para devolver de ese alfaque citadino, imágenes potentes y desgarradoras.

Del poema Rito de Cactus:

“Las bancas se han abandonado

y las piernas disecadas

se suben a los hombros de la niebla,

se flexionan ante el paso de los aviones,

rompen el himen de la noche”.

(…)

“Soy la trampa chapina

al estilo underground

son of a bitch,

Distrito de Surco”.

El crítico español, Martín Rodríguez – Gaona, escribe en el prólogo a Pasaje Techado del poeta neoyorkino John Ashberry: “El poeta, con decidida paciencia, propone así otra versión de lo onírico, una en la que el mundo industrializado ha calado en nuestro interior y constituye el espejo deforme de nuestro subconsciente (un grotesco imaginario colectivo)”.

En la cita anterior hay una clave para encontrar el tono de la obertura poética de Diana Morales. Trasladar el vértigo, cerca del non-sense, ese término acuñado a la escritura donde predominan corto circuitos o giros inesperados de absurdo en la estructura del poema. Y desde el espejo roto y convexo de su poesía se dibuja –y nos dibuja– con la mejor claridad y lucidez.

En su juventud le maravilló la obra de Rimbaud, Baudelaire, Ernesto Sábato, Oscar Wilde y Bukowski. Pero también obtiene, como otros poetas contemporáneos, referencias en el cine, con películas como El Padrino, Nosferatu, Buenos muchachos, y el cine basado en el terror, donde participó Vincent Price.

“No tengo el tiempo para volver mi obra hacia una poesía de la contemplación; ver una flor durante largo tiempo y extraer algo de ello. Llevo un trabajo demandante, un hijo, y debo dar mil vueltas para cumplir con todo. Sin embargo, sé que la poesía es un trabajo con las palabras, al que me adhiero en el sentido del vértigo que logro condensar con mis imágenes” –explica Diana– acerca de la gestación de sus libros.

Es así como la obra de la poeta Diana Morales exige desnudar los prejuicios, atender la voluntad creadora de las mujeres en Guatemala, en su caso, desligada de mitos, sus poemas afirman el tránsito a veces injusto o doloroso, a veces negado o silenciado, pero también de nuevos hallazgos para la poesía escrita en el país.

En el poema, Somníferos, Diana parece trazar una suerte de arte poética, de carta personal, o síntesis de su redención:

“Así partiré, con la valija llena de dibujos

con esencia de crayola y marcador,

con la billetera vacía y un extraño origami

hecho con diálogos de teatro y tapitas de cerveza”.

Diana Morales Castillo nació en la ciudad de Guatemala en 1976. u creación literaria contiene tres libros de poesía publicados hasta hoy: Los escombros del purgatorio (Ediciones Viaje a la Luna/Raktas/Editorial Alas de Barrilete en colaboración con nadaEditores, 2014), Animus Necandi (Ediciones Bizarras 2016) y el más reciente, El vaporoso seno del abismo (edicionesbizarras, 2019).

Poeta Diana Morales. (Foto Prensa Libre: cortesía Diana Morales)

Además, la poeta participa en distintos colectivos de arte, desde la capital, como Literatas que dan Lata y La Retaguardia; además de co-editar junto al músico y escritor, Emilio Enrique Rodríguez, el sello independiente de literatura contemporánea: nadaEditores.

El libro se presentará en Xela, el 29 de noviembre, mientras que en la ciudad de Guatemala, se tiene previsto presentarlo en el mes de diciembre, pero la fecha aún está por confirmarse.

Si desea escuchar el libro, se encuentra disponible en soundcloud en este enlace.

 

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