Tangos, milongas y chacarreras, baladas de amor y cantos de revolución llenaron el acogedor local. Te recuerdo Amanda, Ojos azules, Soneto a Matilde, música de autoría propia. Poesía cantada por varoniles voces (tres tenores, un barítono y un bajo), que en feliz polifonía desgranaban el pentagrama y soltaban las notas al aire… “golondrinas de un solo verano con ansias de tierras lejanas, tu solo destino es siempre volar”.
Hay personas que al volverse viejas pareciera que dejan de ser humanos. Se les pierde la ilusión, se vuelven incapaces de soñar. Ellos son todo lo contrario, lo único que han hecho es pintar con nostalgia nuestros falaces sueños de juventud y tratar de mantenerlos vivos cantando en voz en cuello. ¡Adelante! ¡Pueblo unido, jamás será vencido!
En los instrumentos esa noche, el Pombo fue el corazón, dos guitarras españolas (o argentinas), el cuerpo. La dulzura la dio la flauta. El ritmo la clave, y la alegría el charango, instrumento de cuerdas entorchadas que tiene como caja de resonancia la caparazón de un armadillo.
Alejandro, Ariel, Rodolfo, Santiago y Eduardo pusieron las voces, los recuerdos y el corazón. Trova memorable.