Escenario

Víctor Hugo Valenzuela: renombrado artista y maestro nato

El maestro de la plástica guatemalteca, Víctor Hugo Valenzuela, marcó esta expresión artística con sus colores, paisajes e imaginación.

El pasado jueves 01 de marzo, el artista fue víctima de un fatal accidente en la ruta Interamericana que dejó siete muertos, entre ellos Valenzuela.

Víctor Hugo Valenzuela nació en Antigua Guatemala en 1953. A los 14 años se inició en el dibujo y la pintura. Desde entonces no se separó del arte, convirtiéndose en uno de los mejores paisajistas y acuarelistas del país.

Sus amigos y familiares lo describen como una persona siempre dispuesta a ayudar, carismática, alegre y apasionado del arte. Le recuerdan como un pintor y maestro nato.

Guillermo Monsanto

Pintor y codirector de la Galería El Ático, Guillermo Monsanto tuvo una relación profesional con el artista. “Era un hombre alegre, pero introspectivo. Cuando hablaba no mostraba mucha efusión, a menos que se estuviera hablando de arte”, dice Monsanto.

Desde 1989 ambos trabajaron juntos y colaboraron en la galería. Del maestro, Monsanto resalta el color. “Creo que lo que más me gusta de su arte es el color vibrante. Manejaba muy bien la unión de los colores cálidos con los fríos. Tenía un pincel muy refinado”, asegura.

Entre toda su obra, para Monsanto los nudos son sus preferidos y no deja de resaltar el gran trabajo que hizo Valenzuela como paisajista. “Sus acuarelas tenían una dimensión muy particular, hizo que los paisajes de Guatemala fueran muy vibrantes”, añade.

Carlos Estrada

Artista y compañero de Valenzuela en el colectivo Las Chanchitas, Carlos Estrada recuerda al pintor como una persona espontánea, alegre y de muy buen corazón. Según Estrada la principal característica de Valenzuela fue su don en la docencia plástica. “Él sabía mucho y tenía un don para enseñar. Daba clases particulares, de hecho el día del accidente, venía de dar una clase en la Antigua”, comenta.

“Lo conocí en los talleres de la Galería Ríos. Él trabajaba allí haciendo marcos y una vez a la semana recibía clases con Miguel Ángel Ríos”, recuerda Estrada, quien reconoce que el artista siempre tuvo una inquietud por la plástica y echaba a andar todos los proyectos que se le ocurrían.

Hace 25 años, Estrada y Valenzuela formaron el colectivo Las Chanchitas con otros artistas y alumnos de la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Para conmemorar la ocasión, decidieron hacer unas playeras para todos. “Estaba tan emocionado que él se encargó de hacer las camisas. Casi que montó un taller de serigrafía para hacerlas”, dice entre risas.

Pero su relación no solo giraba alrededor del arte. “Teníamos un equipo de futbol, él era el portero”, dice con un tono más alegre. “Era el portero porque era donde menos se podían notar sus errores, como era ‘bien dado’ tapaba bien la portería”, reconoce entre risas y un tono de complicidad de la juventud.

Algo que tal vez no muchos conocían sobre Valenzuela era su especial sentido del humor. “Le gustaba arrugar la cara y pararse el pelo. Estaba revisando mis fotos y me estaba riendo de una donde él hace una cara de espanto”, comenta entre risas.

Los amigos del colectivo, como un homenaje al artista, durante el funeral o sepelio portarán las camisas que él les hizo con tanto cariño, para recordar esa parte divertida y humorística de Valenzuela.

Rolando Ixquiac

Pintor y artista plástico originario de Quetzaltenango, conoció a Valenzuela gracias a las tertulias de los artistas en los jardines del Enap. “Estaba 100 por ciento inmerso en el arte. Logró variedad en la técnica como en la escogencia de sus temas”, dice Ixquiac.

Para él, Valenzuela logró encontrar en el arte su camino. “Su pasión se traducía a la religión, política y la expresión de desembarazo de todo lo que nos reprime en la sociedad”, explica.

Ixquiac tuvo una difícil tarea respecto a su muerte. “Me gusta estar informado. Vi que pusieron su nombre entre la lista de los heridos y me a puse buscar información”, recuerda mientras se le empieza a cortar la voz. “Vivo cerca del IGGS y no dudé en ir a preguntar. Ahí me pidieron que fuera a la morgue”, dice mientras su voz carraspea. “Me mostraron la fotocopia de su DPI. Me sentí contrariado; era una persona muy optimista”, luego de decir esto el llanto se apodera de él.

“Yo debí haber ido a su taller a ver su obra. Me lo pidió la última vez que nos vimos”, alcanza a decir mientras llora. “Su muerte es un golpe muy fuerte”, finaliza.

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Carmen Morales

Valenzuela era un gran artista plástico, pero para Carmen Morales era algo más: esposo y padre de sus hijos. “Era el alma de la fiesta cuando estábamos en grupo”, dice con nostalgia. “Lo admiré muchísimo por ser una persona muy completa”, reconoce.

Morales lo conoció gracias a una amiga. “Una amiga mía estaba apoyándolo para vender sus pinturas porque su mamá estaba enferma. Yo le compré una. Él escribía poemas, fue parte del atractivo que me conectó con él”, recuerda con cariño y agrega: “me enseñó a apreciar la naturaleza. Uno no se fija en las luces, las sombras o los atardeceres. Él me mostró cómo admirar la naturaleza profundamente”.

De todo el trabajo del artista, la obra que tiene un lugar especial para Morales es la primera pintura que él le regaló cuando recién se conocieron. Esta se encuentra en su casa. El estudio donde ocurría la magia es sencillo y pequeño, según Morales. “Siempre quiso tener uno más grande”, comenta y describe que el espacio está “lleno de materiales, atriles, premios de pintura y fotografía. Este cuartito estaba afuera, para no mezclar lo rutinario con su pintura”, cuenta.

“Su gran amor fue la pintura. Él vivía enamorado de la pintura”, recalca y añade: “era un excelente papá; después de la pintura estaban sus hijos”, finaliza.

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Rocío Quiroa

La galerista guatemalteca forjó una amistad de más de 20 años con Valenzuela. “Era un hombre sensible, un gran artista, solidario con las causas de este país y con los más débiles”, recuerda Quiroa. Su amistad comenzó cuando ella abrió su galería que lleva su nombre. “Mi papá me dio una lista de nombres de sus amigos artistas. Puse a la orden la galería y vino a conocer”, dice Quiroa y agrega “desde el primer día nos hicimos grandes amigos”.

Valenzuela no solo era un grande de la plástica, también es recordado por sus diversos intereses y gran sed de conocimiento. “Recibimos clases de francés juntos. A él le costaba la pronunciación y con eso nos reíamos mucho”, dice con nostalgia la galerista.

“La verdad es que era un gran amigo para mí, estoy devastada”, dice mientras se le corta la voz. La repentina pérdida de Valenzuela tomó por sorpresa a Quiroa, quien habló con él hace dos días. “Estábamos programando su exposición de 40 años de trayectoria. Ahora es un reto que tengo, con el cariño que le tuve y mi participación en sus proyectos me encantaría hacerle ese homenaje”, finaliza.

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