HORRORES IDIOMÁTICOS

Viejas camanduleras

MARÍA DEL ROSARIO MOLINA

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Recuerdo ahora ciertas frases y localismos que los jóvenes ya no usan: los han cambiado por otros, han reducido su vocabulario o se limitan a enviar emoticonos por sus celulares (en otros lugares “móviles”).

Actualmente llaman “viejas iglesieras”, aunque sean jóvenes, a las antañonas “viejas cachurecas”. Esta es la razón del antiguo apelativo: El general Rafael Carrera (1814-1865) —que en 1854 fue nombrado presidente vitalicio de Guatemala después de armar un ejército, apoyado por los conservadores, en contra de Francisco Morazán al que derrotó en 1840, de fundar la República en 1847 y de vencer en la batalla de la Arada en 1851 a quienes pretendían robarnos más territorio— solía llamar a sus tropas con un “cacho” (localismo ya aceptado por “cuerno”) en lugar de un clarín o una trompeta. De eso a que los liberales llamaran primero “cachos” y luego “cachurecos” a los conservadores no hubo más que un paso y a las personas muy católicas las nombraban así. “Viejas camanduleras” eran las señoras que mientras el sacerdote decía la misa en latín de espaldas a su grey, rezaban el rosario, susurrándolo camándula en mano.

“Caer en jeruza a ver la luz a cuadros”: Todavía escuché a más de un señor entrado en años y a mi padre exclamar: “Fulano está en jeruza viendo la luz a cuadros”. “Jeruza”, y así la registra don Lizandro Sandoval en su diccionario de localismos (1942), era la cárcel (hoy chirona, tencha, bote, tambo, gran pavo y pavolandia). La cárcel quedaba en el siglo XIX frente a la Plaza Central y los presos pedían limosna —así de mal vivían, no como ahora que incluso extorsionan— hasta que en 1877 Justo Rufino Barrios construyó la Penitenciaría en el sitio que ocupan la Corte de Justicia, el Banco de Guatemala y otros edificios en el Centro Cívico. En 1957, Castillo Armas clausuró esa Penitenciaría de la que antes había escapado. “Ver la luz a cuadros” equivalía a contemplarla a través de los barrotes, es decir, en prisión. Conocí ese edificio por dentro cuando era Miss Guatemala, pues me invitaron a asistir a una procesión en la Semana Mayor. Pude entrar a todos lados, menos al “callejón de los políticos”, donde estuvo preso mi abuelo, el licenciado Tácito Molina Izquierdo, cuando el Unionismo luchaba por derrocar al licenciado Manuel Estrada Cabrera (1920).

—Tata Pinquín, vamos a misa—, me decía mi padre cuando me negaba a levantarme temprano para cumplir con el deber católico. El dicho, que también oí de otras personas, viene de un personaje real —un Pedro de Urdemalas guatemalteco según don Lizandro Sandova— que urdía cuentos fantásticos y luego los relataba, era bastante bohemio y gustaba del licor. El dicho completo era: “—Tata Pinquín, vamos a misa. —No voy porque estoy cansado, —Tata Pinquín, vamos a tomarnos un trago. —Allá iremos poco a poco”.

selene1955@yahoo.com

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