Escenario

Vivaz musical

El director, maestros y alumnos del Conservatorio Nacional de Música se unieron en común afán durante semanas y meses para subir a escena, el pasado fin de semana, la fantástica ópera rock Jesus Christ Superstar, del inglés Andrew Lloyd Webber.

LOS 39 AZOTES fueron bien representados en el escenario del Conservatorio Nacional. (Foto Prensa Libre: Armando Bendaña)

LOS 39 AZOTES fueron bien representados en el escenario del Conservatorio Nacional. (Foto Prensa Libre: Armando Bendaña)

Este autor, nacido en 1948 es un genio artístico. Entre sus creaciones sobresalen los musicales: Cats, Evita, A Phantom of the Opera, Sunset Boulevard y la canción Amigos para Siempre, de las Olimpiadas Barcelona 1992. Tiene 12 musicales más y una bellísima misa de réquiem, dedicada a su padre.

A los 22 años de edad (1970) se alió al escritor lírico Tim Rice para producir un musical sobre los últimos días de Jesús de Nazareth.

Su intención fue resaltar la esencia humana del personaje. Sus alegrías, ilusiones, penas y temores. A Judas lo dibujaron como uno de los más antiguos y leales amigos de Jesús. Alguien quien pensaba y expresaba su opinión.

El tercer protagonista de la obra es la ternura que María Magdalena sentía por el nazareno: “He’s a man, he’s just a man”. Esta relación, en la que los demás personajes sirven de coro es adornada por los solistas que interpretan a Pilatos, Caifás, Anás, Simón y un extravertido Herodes.

Lloyd Webber quería tener el control total sobre la producción de su musical, pero estaba corto de fondos. Con sus ahorros y algún préstamo familiar grabó un disco de larga duración con la pista musical de la obra. Fue un éxito instantáneo a escala mundial; por lo bello de su historia, por lo jubiloso de su rock. Esto produjo plata. Con ella montó su obra como quiso. Broadway y el West End de Londres cayeron a los pies de Jesus Christ Superstar.

Además de la enorme capacidad para crear éxitos artísticos que comparte con su compatriota W. Shakespeare, tiene su misma habilidad económica. Shakespeare murió millonario. Sir Lloyd Webber (Caballero de la corona, ahora) vale fácil unos 700 millones de libras.

En escena

Guiados por la visión e inclaudicable mano de la maestra Ivonne Reyna, los artistas subieron al escenario. Maestros y alumnos en sabrosa camaradería. Los de la orquesta lucían kufiyas —paños palestinos— en sus cabezas. Los de las voces parecían usar ropa de paca.

La música, dirigida por Héctor Castro, sonó bien. Sin embargo, el rock se percibió romo. Faltaron los brillos acerados, los alaridos de pasión. Puede ser que los músicos, siendo tan jóvenes, no hayan captado la esencia del rock, la que vive libre, fuera del pentagrama.

En las voces, la soprano Lisbeth Tiu, María Magdalena, tiene una presencia escénica de primer mundo.

El tenor William Márquez, que le dio vida a Jesús, tiene voz privilegiadamente versátil. Falta un poco de potencia y consistencia. El barítono Gabriel Carballo —Judas— tiene potencia y control en su voz, queda debiendo en dicción y demuestra una riesgosa faceta al interpretar a su personaje sin seguir la trama. En cuatro ocasiones empujó fuertemente a Jesús y eso arruina la obra. Porque en ella, Judas, aunque discrepe, es amigo de Él, se sabe su discípulo. Judas cree que Jesús no merece la muerte. ¿Por qué morir, cuando el mensaje ha sido esparcido, por qué esta muerte tan prematura?… “I only did what you wanted me to do”… (Yo solo hice lo que tu querías que hiciera), dice Judas..

La historia

Se inicia con la gloriosa entrada de Jesús “y 50 mil seguidores” a Jerusalén y concluye —el viernes— con la crucifixión, exigida a gritos, por el mismo populacho que lo había vitoreado el domingo anterior.

El público, que llenó la sala, gozó la presentación. Más de cuatro minutos de aplausos. Este trabajo, que se sale de la cotidianidad, volverá a estar en escena para Semana Santa.

Entonces se incluirán las seis canciones que no fueron interpretadas en esta ocasión y la orquesta tendrá, idealmente, una adecuada ecualización en la amplificación.

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