Vida

Tres puntos: Dagoberto Vásquez

Sus temáticas favoritas giraron en torno a la figura humana y su rol social

Los grandes hombres nunca mueren. Este es el caso de Dagoberto Vásquez (1922-1999), representante emblemático de la cultura artística guatemalteca del siglo XX.

Escultor, pintor, dibujante, grabador, investigador, crítico, maestro. Sus aportes en el campo de las artes han quedado inscritos en distintas ramas y perpetuados a través de la constancia que le caracterizó.

Como artista, la revolución cultural del 44 siempre alentó su espíritu. Si bien sus hallazgos se basaron en los ideales de libertad fundamentados en las premisas propias y las alcanzadas por la sociedad del aquel período.

La actividad que desempeñó en vida se puede rastrear desde los años treinta y su influencia vital, se percibe en el presente con la misma intensidad que durante las décadas que se mantuvo activo. Una personalidad tan fuerte es difícil de superar, aunque el intento se haga a conciencia. Es mucho lo que se ha escrito de este importante creador. La materia, sin embargo, pareciera no agotarse.

Sus temáticas favoritas giraron en torno a la figura humana y su rol social. Algunos de sus trabajos más significativos, el dibujo y el grabado, abarcaron el campo de la denuncia. Por lo general sus investigaciones se centraron en la dinámica de la línea, la síntesis, las posibilidades de la luz y la perfección de las formas.

Como artista nunca permitió que los elementos formales lo dominaran. Fue el sabio control ejercido sobre éstos, sumado a la inmensa libertad practicada en el proceso creador, lo que le valieron la presencia continua.

En vida realizó varias exposiciones y múltiples compilaciones de las otras disciplinas que manejaba. Sin embargo no fue hasta en 1996 cuando presentó una colección exclusiva de grabado que, además, resultó ser su primera retrospectiva en este campo y abarcó trabajos de todas las épocas. Hoy, el IGA le honra con una exposición póstuma de xilografías y linóleos. Lenguaje, el de la impresión, que desarrolló con especial interés y al que dotó de iconografías perdurables.

Sus grabados, todos elaborados de manera artesanal, incluían en el proceso de formación dibujo, tallado y pintura. Estos pueden ser considerados, sin lugar a dudas, como piezas originales. De hecho Vásquez Castañeda casi siempre se inclinó por hacer pruebas de autor y no crear series que, a su criterio, devaluaran su labor. Esta misma actitud mantuvo en la escultura y la insufló en discípulos que, como AnaMaría de Maldonado, adoptaron la misma postura.

Pinacotecas como las que hoy se presentan no poseen un espacio permanente que les permita llenar su función.

Los libros que compendian a Dagoberto Vásquez y su legado, por lo general esfuerzo de entidades particulares, son un registro valioso. Aún así hacen falta otras publicaciones que agreguen mas a lo dicho. En esto, los centros promotores están en pañales. Sólo con la difusión de los baluartes se entenderá, algún día, el verdadero significado del concepto: patrimonio cultural.

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