Alcohol y violencia: cómo altera la mente de una persona el consumo excesivo de esta sustancia
El guatemalteco acusado de quemar viva a una mujer en un vagón del metro de Nueva York, aseguró haber bebido mucho licor y no saber lo que pasó, ¿es esto posible? Conozca qué dicen los expertos.

Zapeta alegó haber consumido alcohol en exceso y no recordar el crimen, aunque testigos lo vieron observando a la víctima mientras ardía. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)
Sebastián Zapeta, un guatemalteco migrante de 33 años, enfrenta cargos de homicidio en primer y segundo grado por quemar viva a una mujer en un vagón del metro de Nueva York, Estados Unidos, la mañana del domingo 22 de diciembre.
Las autoridades de Brooklyn calificaron este crimen como uno de los más perversos, ya que, al momento de perpetrar el hecho, Zapeta prendió fuego con un encendedor a la víctima que dormía en el tren de la línea F, en una estación de Brooklyn. Además, según información citada por NBC, continuó “avivando las llamas con una camisa”.
Durante su primera aparición en la corte, el acusado declaró haber consumido mucho licor y no recordar nada del incidente, a pesar de que testigos afirmaron que el hombre observó a la mujer mientras el fuego la consumía.
Este incidente ha generado múltiples interrogantes sobre la relación entre el consumo excesivo de alcohol y la manifestación de comportamientos violentos.
Las lagunas mentales
El alcohol es conocido por ser un depresor del sistema nervioso central, lo que significa que interfiere en funciones cerebrales esenciales para el control de los impulsos, la toma de decisiones y la coordinación motriz.
La psicóloga clínica y experta en adicciones, Daniela Ortiz, explica que el consumo excesivo de alcohol puede generar lo que se conoce como lagunas mentales.
Según el Instituto Nacional contra el Abuso de Alcohol y el Alcoholismo de Estados Unidos (NIAAA, por sus siglas en inglés), estas lagunas mentales inducidas por el alcohol pueden resultar en vacíos en la memoria, impidiendo recordar lo que sucedió mientras se estaba intoxicado.
Estos vacíos ocurren cuando una persona consume suficiente alcohol como para bloquear temporalmente el paso de los recuerdos desde la memoria a corto plazo hacia la memoria a largo plazo, lo que les impide recordar claramente los eventos ocurridos bajo el influjo de la sustancia.
De acuerdo con el NIAAA, existen dos tipos de lagunas mentales. La primera, y más común, se conoce como laguna fragmentaria, caracterizada por recuerdos discontinuos de acontecimientos, con “islas” de memoria separadas por períodos de olvido intermedio.
Estas lagunas suelen denominarse “recuerdos borrosos”, aunque, según explica Ortiz, en algún momento pueden surgir “flashbacks” de lo sucedido.

El segundo tipo es la laguna conocida como “en bloque” o amnesia total. Este tipo suele durar varias horas y, como consecuencia, no se generan recuerdos de los acontecimientos, lo que hace que, por lo general, no puedan recuperarse. En otras palabras, es como si la persona pensara que los eventos nunca hubieran ocurrido.
“Cuando una persona consume grandes cantidades de alcohol, especialmente en situaciones crónicas, puede perder completamente la memoria de sus acciones”, señala Ortiz. “Este fenómeno es más frecuente cuando el consumo es muy alto o cuando la persona ha estado bebiendo durante un período prolongado”, añade la experta.
A esto, Kane Matheu, criminólogo especializado en psicología criminal, neuropsicología y perfilación criminal, añade: “La memoria humana no funciona como un archivo de video que podamos reproducir al día siguiente. Constantemente estamos modificando lo que hemos experimentado, por lo que la memoria no es 100 % confiable”.
El alcohol también puede desinhibir a las personas, dejándolas sin control sobre sus impulsos, lo que podría explicar ciertos comportamientos erráticos o incluso violentos. Este trastorno puede llevar a los individuos a actuar de manera impulsiva, sin tener la capacidad de recordar o comprender las consecuencias de sus actos.
A nivel físico, el alcohol disminuye la capacidad del cerebro para prestar atención a los detalles y gestionar las emociones, lo que favorece la pérdida de control.
¿Es el alcohol el único responsable?
Desde una perspectiva criminológica, el consumo de alcohol por sí solo no es suficiente para explicar un comportamiento criminal tan extremo como el caso de Zapeta. Matheu señala que, aunque el alcohol puede desinhibir y reducir la capacidad de control sobre los impulsos, no transforma automáticamente a una persona en un delincuente.
“El alcohol afecta la coordinación motriz; hay una inhibición que disminuye la capacidad del cerebro para frenar comportamientos impulsivos (...), pero no cambia su naturaleza básica”, afirma Matheu. “No es que el alcohol vaya a convertir a una persona en alguien agresivo. El alcohol, en todo caso, lo que hace es eliminar todas las inhibiciones o la capacidad de una persona de modificar su comportamiento, pero no lo cambia, no la vuelve de repente agresiva”, continúa el experto.
Matheu resalta que drogas como la cocaína o las anfetaminas, que son estimulantes, sí podrían generar un cambio en el comportamiento del individuo, ya que, al consumir este tipo de sustancias, hay mayor actividad neurológica y más energía. “Allí sí podríamos explicar algún cambio en el comportamiento (...), pero el alcohol es un depresor; lo que hace es disminuir incluso el impulso de una persona de naturaleza más agresiva. Seguiría siendo agresiva, pero con menos capacidad de actuar porque su cerebro está dormido”, menciona.
El criminólogo también destaca la importancia de considerar otros factores, como la salud mental del individuo, sus antecedentes de consumo de sustancias y las circunstancias sociales en las que se encuentra.

El alcohol como "valentía líquida"
Las autoridades creen que la víctima y el sospechoso no se conocían. Sin embargo, según la opinión de Matheu, “casi nunca pasa que alguien esté tranquilo en su casa, beba o consuma alguna sustancia y, de repente, le den ganas de quemar a alguien. Aquí ya había una intención, pues difícilmente esto fue algo accidental”.
Uno de los efectos más conocidos del alcohol es su capacidad para desinhibir a las personas, proporcionando una sensación de “valentía líquida”. Matheu explica que, en muchas ocasiones, el consumo de alcohol hace que las personas pierdan sus inhibiciones naturales, como el miedo o la ansiedad, lo que les permite realizar acciones que normalmente evitarían. “El alcohol baja las barreras de la corteza frontal del cerebro, que es la que se encarga de regular los impulsos. Sin estos frenos, las personas pueden actuar de manera impulsiva, sin medir las consecuencias”, comenta el criminólogo.
“¿Puede alguien cometer un delito bajo los efectos del alcohol? Por supuesto. No se requiere estar necesariamente consciente para hacerlo. Aquí, la pregunta para los evaluadores forenses o psiquiatras de este caso es el tema del mens rea o mente culposa: evaluar si él tenía la intención o si fue planificado. En este caso, no importa tanto el estado de su conciencia en el momento del hecho, sino si ya tenía la intención de hacerlo”, indica Matheu.
La combinación de alcohol y trastornos mentales
Otro aspecto fundamental en el análisis de este caso es la posible patología dual que podría haber afectado al agresor. Según Ortiz, las personas que padecen trastornos mentales y, al mismo tiempo, tienen problemas con el abuso del alcohol, son especialmente vulnerables a sufrir delirios o alucinaciones. “El alcohol puede agravar ciertos trastornos mentales, como la depresión o la ansiedad, y cuando se combina con otras drogas o se consume en exceso, puede dar lugar a un estado de delirio donde la persona se desconecta de la realidad y pierde por completo el control de sus acciones”, explica.
Ortiz añade que este tipo de estados pueden llevar a las personas a cometer actos de violencia sin tener plena conciencia de lo que están haciendo.
Matheu subraya que las personas que abusan de sustancias como el alcohol suelen hacerlo como una forma de automedicación frente a situaciones de estrés, ansiedad o problemas emocionales.
En este caso, el individuo guatemalteco podría haber estado utilizando el alcohol para sobrellevar problemas relacionados con su estatus migrante, lo que habría exacerbado su vulnerabilidad a comportamientos impulsivos y violentos, explica Matheu.