A medida que los niños crecen y desarrollan más habilidades, la cámara puede estar mejor equipada, explica Sonnenschein. En los cursos que ofrece ha observado que cuando los niños se divierten tomando fotos, aprenden a cuidar y valorar los dispositivos.
Para las manos pequeñas de los niños, la mejor opción son las cámaras compactas y robustas. También pueden ser teléfonos inteligentes en desuso.
“El problema de los teléfonos es que los niños tienden a tapar la lente con el dedo sin darse cuenta”, objeta Voll, del Instituto JFF de Pedagogía de los Medios de Comunicación, con sede en Múnich.
Las cámaras réflex se vuelven interesantes al final de la escuela primaria o incluso más tarde. Las cámaras más antiguas, incluso las analógicas, son buenas para ver cuán paciente es el niño y si este tiene ganas de manejar la cámara manualmente, explica Sonnenschein. Si no es así, un teléfono móvil podría ser una alternativa más viable.
Sophia Zimmermann, de la revista especializada alemana c’t Fotografie, sugiere que, en primer lugar, los padres evalúen, junto con sus hijos, lo que significa la fotografía para ellos: ¿Están interesados en la fotografía? ¿O simplemente quieren tomar fotos y lo ven como un juego?
La idoneidad de un teléfono inteligente desechado para ser usado como cámara también depende de la edad del niño. “Para los niños más pequeños no son adecuados”, asevera Zimmermann. Especialmente porque entonces el niño tendría acceso a otras funciones del dispositivo: “Esto implica un riesgo incalculable”.
Las cámaras especiales para niños pueden ser una alternativa. Las manillas de goma, los pocos botones y la pantalla táctil facilitan su manejo y permiten que los niños aprendan rápidamente a utilizarlas. Muchas de estas cámaras también ofrecen juegos preinstalados o superposiciones de imágenes divertidas, como máscaras o flores.
Estas cámaras para niños suelen costar a partir de los 40 euros (aproximadamente 47 dólares estadounidenses). Zimmerman objeta que, lamentablemente, la calidad de las imágenes y de la pantalla es muy mala: “Cuando hay sol, no se puede ver nada”.
Sabine Sonnenschein tampoco aconseja adquirir estas cámaras. “La tecnología de estos dispositivos para niños es muy deficiente”. La única ventaja es que las cámaras son robustas.
La opción más sensata: “Una cámara digital compacta barata o en desuso puede utilizarse desde el principio”, aconseja Katrin Voll. Esta también debería estar equipada con una correa: “Así se puede atar a la muñeca y proteger el aparato en caso de caída”, explica Voll.
Según Sophia Zimmermann, las cámaras compactas para exteriores son imbatibles en términos de robustez. Podrían usarse desde el final del jardín de infancia, y tampoco tienen que ser último modelo, ya que las más nuevas cuestan alrededor de 100 euros.
La ventaja: la calidad de la imagen suele ser mejor que con las cámaras para niños. Además, los dispositivos son impermeables y a prueba de golpes.
Para comprobar si el niño se divierte haciendo fotos, Sabine Sonnenschein recomienda las cámaras desechables o instantáneas. Con estas, solo se puede tomar un cierto número de fotos, lo que es un buen ejercicio: “Los niños aprenden a valorar más cada momento que quieren captar”.
Sin embargo, los costos posteriores de las cámaras instantáneas son altos, porque las fotos son caras, explica Sophia Zimmermann. “No compraría una cámara así hasta saber que el niño la disfrutará de verdad”. Con las cámaras desechables, en cambio, los costos de compra y revelado de los negativos son menores.
Independientemente de la cámara que se elija, se recomienda familiarizarse de antemano con los ajustes y la navegación del menú y luego repasarlos con el niño.
El niño debe saber cómo sostener la cámara para disparar en formato de retrato o de paisaje. También se le puede enseñar a cambiar de perspectiva, tomando fotos desde abajo hacia arriba y viceversa, o también de cerca o de lejos.
“A veces, lo que más disfrutan los niños es el tiempo compartido con los mayores”, enfatiza Sabine Sonnenschein. Una sugerencia sería, por ejemplo, que toda la familia salga a explorar su propio vecindario y que cada uno de sus miembros tome diez fotos.
Después, estas se compararán. Según Sonnenschein, la asistencia a un curso de fotografía tiene sentido solo a partir de los seis años.