“También duermen más”, comenta Lea Schmitz, jefa de la oficina de prensa de la Asociación Alemana para el Bienestar Animal en Bonn.
En los gatos viejos, la flexibilidad puede disminuir. Por ejemplo, muchos animales ya no pueden saltar tan alto como antes. “A veces ya tampoco se limpian todo el cuerpo”, indica Schmitz. Esto se nota en que las zonas de difícil acceso se apelmazan levemente, por ejemplo, el pelaje de la base de la cola.
“Frecuentemente, el oído también se deteriora, los ojos se vuelven más opacos y la agudeza visual disminuye”, manifiesta la experta.
También es típico que los gatos de edad avanzada posean menos masa muscular y acumulen más tejidos grasos. Por esa razón, los dueños deben ajustar el alimento a la necesidad del felino, porque el sobrepeso puede conducir a que desarrolle problemas con su movilidad.
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Schmitz aconseja elegir alimentos de alta calidad, bien equilibrados y de fácil digestión y, a partir de los 11 años, llevar al animal al veterinario una vez al año, o mejor aún, dos veces al año, para una revisión preventiva.
“Lo ideal es hacer un análisis de sangre completo, examinar la orina y, si es necesario, medir también la presión arterial”, recomienda la experta.
De esta manera, pueden reconocerse algunas enfermedades incluso antes de que aparezcan los síntomas. Asimismo, los dueños deben hablar con su veterinario sobre los intervalos de vacunación para felinos mayores.
Schmitz también recomienda pesar al gato una vez por semana. Los propietarios deben también prestar atención a si su mascota de golpe bebe u orina más.
Los dueños deben vigilar además si el animal tiene más vómitos, dificultades respiratorias, cambios de comportamiento y del estado de las heces. “Si hay alguna anomalía, debe ponerse en contacto con el veterinario”, apunta la especialista.
Las cuestiones típicas en los gatos en la vejez y para las que es importante una detección temprana son, por ejemplo, las enfermedades renales y dentales, los tumores, las afecciones cardíacas, las enfermedades de las articulaciones, de los órganos reproductores y la glándula tiroides o las enfermedades metabólicas como la diabetes.
“Lamentablemente, pasa una y otra vez que los dueños reconocen recién demasiado tarde que su animal tiene dolor”, afirma la veterinaria Svenja Joswig, quien se especializó en geriatría de animales domésticos.
Es frecuente que los gatos bajen las orejas cuando sienten dolor, tengan un pelaje opaco y mantengan la cabeza baja.
“Además, suelen entrecerrar los ojos y tener las pupilas contraídas o muy dilatadas”, detalla Joswig. “Muchos gatos también saltan menos, por ejemplo, al rascador, al alféizar de la ventana o al sofá”.
Una postura como en cuclillas también puede indicar que un gato no está bien. Los propietarios asimismo deben estar atentos a si su mascota adopta una posición inusual.
“A los gatos les gusta acostarse sobre el lado del cuerpo que les duele”, dice la experta. Un felino inusualmente agresivo también puede estar experimentando dolor. Algunos animales se vuelven inquietos, mientras que otros tiemblan o se retraen.
También tendrá una gran influencia sobre la calidad de vida del felino entrado en años, cómo está dispuesto su entorno. “Cuando un gato tiene problemas con las articulaciones, debería elegirse una bandeja sanitaria que tenga una entrada baja”, recomienda Joswig.
Y, en caso de dolor, también puede tener sentido que tanto la comida como el agua sean ofrecidos en un espacio de alimentación elevado.
En particular, los gatos ya mayores deben contar con un espacio tranquilo, blando y caliente en el que puedan dormir y donde puedan retirarse.
“Para la orientación de algunos gatos también resulta útil si se coloca una pequeña luz nocturna en los cuartos”, propone la veterinaria.
Asimismo, los ruidos cotidianos pueden proporcionar mucha seguridad a los gatos de edad avanzada. “Por eso, a veces recomiendo dejar prendida una radio a la noche”, agrega la especialista.