“Lejos de llamarle mentiroso, el padre debe estimularlo preguntándole qué pasó en esa historia y por qué. Con esto se desarrolla la imaginación y se prepara al niño para la siguiente etapa”, agrega la experta.
A partir de los 7 años inicia el pensamiento concreto y se espera que diferencie entre la fantasía y la realidad. Si esto no ocurre el padre debe hablar con el pequeño y explicarle para que comprenda y separe los hechos fantasiosos de los reales. Esto no significa que deje de jugar, pues esto sirve para incrementar su creatividad.
Ningún niño se desarrolla al mismo ritmo, ni siquiera los hermanos o los primos, por lo que retrasarse o adelantarse en ciertas conductas puede considerarse dentro de lo normal. “Cabe aclarar que puede existir un lapso de 6 a 9 meses en los que el chico aún no cambia de etapa y es aceptable, simplemente hay que estimular para que siga su proceso de desarrollo”, añade.
Cuándo miente
De 7 años en adelante el niño ya está consciente de lo que dice. La mentira es un síntoma de que a él le molesta algo, tiene miedo o su autoestima está dañada e intenta presentar una imagen que no es propia, y así llamar la atención de quienes le rodean.
“Más que la mentira los padres deben preocuparse de lo que hay detrás de ella y ayudarle. En el hogar debe fomentarse la sinceridad y la verdad; los niños aprenden en un 95 por ciento con el ejemplo, y solo un 5 por ciento con lo que se les dice”, enfatiza Cuyún.
Las situaciones que deben alarmar a los padres son las conductas, como morderse las uñas, tartamudear, chuparse el dedo u orinarse en la cama. Estas son conductas regresivas y son síntoma de las tensiones que enfrenta el niño y que le provocan ansiedad. Entre ellas puede estar enfrentarse a situaciones que rompen con su vida cotidiana, es decir, cambios como el ingreso al colegio, mudarse de casa o la separación de los padres. Eso les produce confusión miedo e inseguridad.
“Es importante que los padres le consulten al pediatra si el niño después de los 3 años aún se orina en la cama. Ahora, si las dificultades son de índole conductual, deben remitirse con un psicólogo”, concluye.