La almendra es una de las fuentes de alimentación más antiguas del mundo, se considera que el almendro ya se cultivaba 2 mil años antes de Cristo y se consumía su fruto. La belleza de sus árboles en flor, extendiéndose por el paisaje, se mereció la protección de la diosa fenicia que, con nombre sirio, se la llamaba “árbol hermoso”.
Aunque las almendras han formado parte de la dieta de los pueblos mediterráneos desde los tiempos de los fenicios y de los cartagineses, los responsables de la expansión y profusión de la almendra en la cocina fueron los árabes que, durante los siglos que habitaron en gran parte de la Península Ibérica, introdujeron costumbres gastronómicas procedentes de Oriente, como era la utilización de los frutos secos, dátiles o uvas pasas con los que endulzaban sus platos o les daban consistencia.
Según la Fundación Española de Nutrición, “la etimología del nombre español ‘almendra’ pasa por una arabización de la palabra ‘mandarla’, y está de la palabra latina ‘amyndala’ que, por su parte, es una variación de ‘amygdala’”, (científicamente, la ‘amígdala’ es una estructura que se encuentra localizada en el lóbulo temporal de los mamíferos y tradicionalmente está relacionada con el sistema emocional del cerebro).
La almendra pertenece a la familia de las rosáceas y la semilla de su fruto es la parte comestible, con forma de lágrima aplanada, que puede medir entre 1 y 2 centímetros de largo.
Su árbol, el almendro, llega a alcanzar hasta 10 metros de altura, y sus flores blancas o rosáceas crean hermosos paisajes entre finales de enero y febrero, pudiendo llegar a florecer a mediados de marzo, al comienzo de la primavera, allí donde se cultivan, generalmente en grandes extensiones como las que ofrecen los campos de Extremadura (centro-oeste de España).
El almendro es una especie frutal que se cultiva, sobre todo, con climas mediterráneos, aunque el 80% de la producción mundial se concentra en Estados Unidos, principalmente en la zona de California, seguidos de Australia, con un 7%, y España con un 4%. Tras ellos se sitúan, Italia, Irán, Siria y Marruecos, siendo la producción mundial total de un 1 millón 268 mil toneladas.
LOS BENEFICIOS DE COMER ALMENDRA
Las almendras pueden ser dulces o amargas, estas últimas resultan tóxicas para el organismo, por lo que se desaconseja su ingesta, mientras que las dulces son comestibles y ricas en propiedades nutritivas muy importantes para el mantenimiento saludable del organismo, pues contienen agua, proteínas, grasas, hidratos de carbono y celulosa; vitaminas B1, B2, B3, C, A, D y E, además de calcio, fósforo, hierro, potasio, sodio, magnesio, azufre, cloro, manganeso, cobre y zinc.
Según un estudio publicado por la Escuela Profesional de Ingeniería de Alimentos de la Universidad San Luis Gonzaga de Ica (Perú), entre los frutos secos, la almendra es uno de los que contienen mayor aporte de vitamina E, un importante antioxidante que permite, con 50 gramos de almendras crudas, cubrir las necesidades diarias de esta vitamina.
La fibra de la almendra resulta otro de sus valiosos contenidos que ayuda a estimular los movimientos intestinales y confieren sensación de saciedad.
Sus proteínas, 19 gramos por cada 100 gramos de almendras, se acercan a las que contiene la carne, por lo que este fruto seco junto con otras de similares virtudes forma parte esencial en la dieta vegetariana. Otro de los beneficios que aportan las almendras son las grasas, con un 52%, de las que dos terceras partes corresponden a ácido oleico, cuyo consumo resulta muy parecido al del aceite de oliva, tan benéfico para el sistema cardiovascular.
RICA EN LA GASTRONOMÍA
Por su alto contenido en nutrientes esenciales para la vida, son un alimento imprescindible en una dieta sana y equilibrada, y muy versátil en la gastronomía, pues se puede incluir tanto en recetas dulces como saladas, y son muchos los dietistas que aconsejan comer 7 almendras diarias en ayunas, para mejorar la memoria y, en los niños, desarrollar la inteligencia.
Las posibilidades de la almendra en la gastronomía son enormes y sus usos, como condimento o acompañamiento, infinitos, dependiendo de los alimentos al alcance y gustos de cada país, aprovechando todas sus propiedades, ya sean al natural, tostadas o saladas, por lo que no es extraño que el almendro sea uno de los árboles de fruto seco más cultivados en el mundo.
En cosmética, el aceite de almendras dulce tiene como función principal la de hidratar, “por la presencia de ácidos grasos esenciales, (ácidos grasos insaturados y vitaminas), gracias a los cuales, las membranas celulares que necesitan estos lípidos refuerzan su estructura y colaboran en la retención del agua, evitando su pérdida y, por tanto, la sequedad de la piel”, indica el estudio de la Escuela de Ingeniería de Alimentos de Ica.
Los aceites de almendra dulce proporcionan una fuerte actividad regenerativa, por lo que son recomendables en el tratamiento de cicatrices leves o sobre estrías rojas (no blancas) por su importante papel en la formación del tejido y su reafirmación.
Este aceite está especialmente indicado para pieles sensibles y, siempre con el permiso del pediatra, aplicarlo sobre las irritaciones de la piel del bebé. También, favorece la desaparición de las estrías en mujeres embarazadas u hombres que se han desarrollado con una deficiente alimentación; sirve para suavizar las manos y los pies, así como eliminar la sequedad con tan solo untar un poco sobre la parte a tratar. El uso de este aceite en el cabello ayuda a su fortalecimiento, además de proporcionarle brillo y suavidad.