La vida de los niños en gran parte del mundo, antes de la pandemia, difería significativamente de su vida en condiciones de confinamiento. Los menores solían realizar actividades extraescolares y disponían de parte de su tiempo para socializar con sus amigos. Era difícil pensar que otros niños, otros amigos, pudieran ser una “amenaza”, “personas a evitar” por miedo al contagio.
Además, los pequeños estaban acostumbrados a demostrar su afecto con una gran proximidad y con gestos como besos y abrazos. Las escuelas, las familias y las actividades extraescolares eran lugares en los que los niños podían confiar en los demás y sentirse seguros.
Desde el estallido de la pandemia, los niños fueron uno de los primeros grupos de población que tuvieron que interrumpir sus rutinas, ya que las escuelas cerraron bastante pronto y permanecieron cerradas durante meses, años en algunos casos. Existen algunas preocupaciones sobre los efectos a largo plazo de este cierre en los niños, especialmente en lo que respecta a su salud mental y física, sobre todo por la falta de actividad física al aire libre y de interacción con sus compañeros.
Todo ello se explica en el artículo “Children’s experiences of lockdown and social distancing in the Covid-19 pandemic”, publicado en la revista Journal of Family Issues, y realizado por la profesora Valeria Varea (Universidad de Örebro, Suecia) y los profesores Alfonso García-Monge y Gustavo González-Calvo (Universidad de Valladolid, España).
La pedagogía de la esperanza
La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño se utiliza cada vez más como un instrumento para la mejora del bienestar de los niños, tratando de combinar el derecho de los niños a la protección con el derecho a la autonomía y el desarrollo. Establece en su artículo 31 que los niños tienen derecho a jugar y a un nivel de vida adecuado para su desarrollo social en su artículo 27. Los niños también tienen los derechos más básicos y fundamentales de la vida (artículo 6), la protección y el cuidado (artículo 3). Los padres tienen el deber especial de protegerlos. En pandemia, es un equilibrio difícil el que se establece entre garantizar la seguridad de los niños sin negar sus derechos de juego y desarrollo social.
Estrechamente relacionadas con la perspectiva de los derechos de los niños están las pedagogías del amor y la esperanza. Según el pedagogo brasileño Paulo Freire, existe un amor basado en el diálogo pedagógico, la solidaridad, la esperanza y la imaginación. Este tipo de amor requiere una reflexión y una acción continuas sobre cómo las personas existen en (y con) el mundo y entre sí.
En los tiempos actuales de covid-19, esto es significativo, ya que las personas están experimentando formas diferentes (y desconocidas) de estar en el mundo y con los demás (donde hay restricciones en cuanto a la proximidad y el contacto físico); como consecuencia, su esperanza e imaginación pueden cambiar, especialmente entre los niños.
Las pedagogías del amor y la esperanza crean, por tanto, niveles de agencia y libertad. Sin embargo, cuando los niños están encerrados en sus hogares como consecuencia de la pandemia de covid 19, es difícil crear entornos que promuevan su agencia y libertad.
Futuro y pandemia
Nuestro estudio explora cómo los niños han experimentado el encierro como consecuencia de la actual pandemia y lo que piensan sobre su vida futura una vez finalice la crisis sanitaria.
Entre los meses de marzo y junio de 2020 se recogieron datos de 73 alumnos de entre 7 y 9 años, utilizando dibujos producidos por los participantes y preguntas cortas con comentarios descriptivos de los niños y sus familiares. Los niños respondieron con palabras y dibujos a los siguientes enunciados:
La vida antes del covid 19
La mayor parte de los escolares se representaron a sí mismos en los dibujos jugando al aire libre, acompañados de otros niños. En las entrevistas, comentaron lo mucho que echaban de menos sus juegos, sus salidas al parque y a sus compañeros de clase. La libertad de salir a menudo a jugar al aire libre se daba por sentada antes de la crisis sanitaria, algo que podían hacer en compañía de sus iguales.
La vida durante el covid 19
Durante el encierro, los niños perdieron la mayoría de las oportunidades de socializar y jugar con sus amigos. Expresaron su desagrado por estar todo el tiempo en sus casas sin tener la oportunidad de ver a sus amigos y abuelos.
A pesar de este escenario, los niños señalaron los aspectos positivos del encierro, como la posibilidad de pasar más tiempo con sus familias, tener más tiempo para jugar, tener la posibilidad de jugar con sus padres y no tener que levantarse temprano por la mañana.
Varios padres se mostraron sorprendidos por la comprensión de sus hijos sobre la compleja situación, y por la madurez de sus acciones. Algunos padres también comentaron sus estrategias para explicar la situación actual a los niños, como evitar el pánico y las noticias de la televisión. Algunas familias también probaron nuevas actividades para entretener a sus hijos, como el arte, la cocina y pasar más tiempo jugando con ellos.
La vida después del covid 19
Los niños ilustraron un posible escenario después del Covid 19 en el que todo volvía a ser “normal”, o a ser como antes. Sus comentarios y dibujos destacaban su deseo de volver a jugar con sus amigos, abrazarlos y ver a sus abuelos.
Las esperanzas de los niños a menudo se compensaban con expresiones de pérdida.
Las pedagogías del amor y la esperanza pueden hacer que escuchemos realmente lo que los niños tienen que decir sobre el encierro pandémico, sus necesidades y deseos. Favorecer los diálogos cercanos con los más pequeños ayuda a hacer que se sientan escuchados y atender sus necesidades.
Gustavo González Calvo, Didáctica de la Expresión Corporal, Universidad de Valladolid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.