También otras frutas pueden ocasionar el mismo efecto. Entonces, ¿puede hacerse algo para prevenirlo?
En primer lugar, hablemos de las cerezas: según el Centro Federal de Nutrición de Alemania (BZfE), hay varias explicaciones para el dolor de estómago después de consumirlas, sobre todo junto con agua, como advierte un antiguo decir. Los hongos de levadura, que suelen encontrarse en la piel de las cerezas, pueden ser los culpables.
Si se ingieren grandes cantidades de cerezas, puede suceder que las levaduras fermenten el azúcar, convirtiéndolo en alcohol. El producto resultante de la descomposición es dióxido de carbono, que provoca flatulencias.
Según el BZfE, beber agua puede intensificar el efecto, porque esta diluye el ácido gástrico y este ya no puede matar los hongos de levadura con tanta eficacia.
La segunda explicación es que las cerezas llegan más rápidamente al intestino por el agua. El resultado: los procesos de fermentación en el intestino grueso provocan dolor abdominal.
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Sin embargo, es “mucho más probable que la advertencia tenga que ver con la mala calidad del agua potable en tiempos ya pasados”, indica Harald Seitz, del BZfE. Los gérmenes en el agua pueden -también sin cerezas- ocasionar diarrea y flatulencias. Un problema que, considerando la actual buena calidad del agua potable, hoy no debería suceder. El consejo del BZfE es, por lo tanto, lavar bien las cerezas y no comer demasiadas de golpe.
Pero, más allá del agua contaminada, ¿por qué razón produce la fruta dolor de estómago e indigestiones a algunas personas, incluso cuando las consumen en pequeñas cantidades?
Según Astrid Donalies, de la Sociedad Alemana de Nutrición (DGE), esto se debe a la llamada malabsorción de la fructosa.
Algunas personas sencillamente no toleran bien la fructosa. Esta intolerancia se presenta sobre todo muy frecuentemente en niños, pero también provoca molestias a algunos adultos tras haber consumido fruta.
“En el caso de malabsorción de la fructosa, esta no se absorbe o no se absorbe completamente en el intestino delgado”, asevera Donalies.
Así, la fructosa puede llegar al intestino grueso en cantidades mayores, donde las bacterias intestinales la descomponen. Esto produce ácidos grasos de cadena corta y gases y, con ellos, una sensación de saciedad e incluso dolor abdominal y diarrea.
A quien ya sienta dolor de estómago con tan solo mirar una manzana, Astrid Donalies le recomienda llevar un protocolo de todas sus comidas junto con un especialista certificado en nutrición. Lo primero es esclarecer qué alimentos son los que producen molestias.
En caso de que exista la sospecha de una malabsorción de la fructosa, puede aportar certezas la denominada prueba de hidrógeno en el aliento. El médico o la médica examina el aliento en busca de hidrógeno, que se genera como producto de descomposición de la fructosa.
¿Dolor de estómago? Mejor hablar con el especialista
La experta en nutrición desaconseja los autodiagnósticos y los tratamientos por cuenta propia. El motivo es que, si se renuncia completamente a la fruta, se puede sufrir una deficiencia de vitamina C.
Si se diagnostica una intolerancia, lo mejor es, en caso necesario, retirar la fruta correspondiente del menú. Y también los productos elaborados, que suelen estar endulzados con jarabe de glucosa-fructosa.
Según la DGE, hay que prestar también atención con los frutos secos, la miel, las bebidas no alcohólicas como las gaseosas y limonadas, los helados y las barritas de muesli.
Astrid Donalies, sin embargo, tiene buenas noticias para quienes sufren de dolor de estómago: una intolerancia puede ser tratada o incluso superada a través de una dieta.
Pero esto solamente se aplica cuando no se trata de una intolerancia a la fructosa hereditaria. Quienes la padecen, absorben el azúcar, pero no pueden descomponerlo debido a un defecto enzimático.
Cuidado con la fructosa escondida en los alimentos
Para tener bajo control una intolerancia, al principio hay que evitar por completo la fructosa. Según la DGE, los afectados deben prestar atención a denominaciones como sustituto del azúcar, jarabe de almidón, jarabe de manzana/pera, miel artificial, así como sorbitol (E 420), manitol (E 421), isomalt (E 953), maltitol (E 965), lactitol (E 966) y xilitol (E 967).
Por lo demás, la muy promisoria formulación “libre de azúcar” significa solamente que el producto no contiene azúcar de mesa, es decir, sacarosa, advierte la DGE. No obstante, la fructosa puede estar presente en el producto.
Donalies recomienda en un primer momento prescindir también de la sacarosa: solamente aquellos que evitan inicialmente tanto la fruta como el azúcar de mesa y los edulcorantes domésticos pueden conseguir de esta manera controlar la intolerancia.
Según recomienda la DGE, tras un par de semanas, las personas afectadas pueden volver a la alimentación normal, siempre que las molestias hayan disminuido o desaparecido.
Frutas con menor contenido de fructosa
Donalies explica que quien tiende a la intolerancia, debe elegir frutas más fáciles de digerir, que contengan comparativamente poca fructosa. Entre ellas se encuentran el aguacate, el plátano, la piña, la fresa y el melocotón.
Y la experta en nutrición tiene además otro consejo para dar: si se consumen frutas junto con grasas y proteínas, la comida puede ser más digerible, ya que se retrasa su absorción.
Esto significa que una cuajada de frutas provoca menos dolor de estómago que una manzana en ayunas. Básicamente, la recomendación del DGE es comer tres raciones de verduras y dos raciones de fruta diarias.