En el libro de Lucas (2: 4-7) se describe : José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
En el 2023 esta tradición comenzará el sábado 16 y terminará el domingo 24 de Diciembre porque se celebran durante nueve días. Su origen en Guatemala se remonta a los tiempos de la conquista.
Fray Edwin Alvarado, rector Templo de San Francisco El Grande, en Antigua Guatemala explica que la llegada del Hermano Pedro (18 de febrero de 1651) en Antigua Guatemala trajo el amor por los nacimientos que nacieron con San Francisco de Asís y también la tradición de las posadas. En un principio estas se hacían frente a las fachadas de las iglesias. En ese tiempo no había nacimientos en las casas y solo en los templos eran permitidos.
Con los niños del lugar, así como religiosos y religiosas hacían el recorrido mientras cantaban y danzaban en las posadas. “El quería que la Navidad fuera preparada a nuestra manera”, explica Alvarado.
Origen de las posadas
Un artículo publicado en Prensa Libre explica que la relación temprana de las posadas es medieval (siglos V al XV), y se encuentra en el rezo de las novenas. Con la evangelización del virreinato de Nueva España (parte de Norteamérica, Centroamérica y El Caribe), estas plegarias comenzaron a ampliar su ámbito monástico y adquirieron un nuevo rumbo desde finales del siglo XVI, cuando los pueblos prehispánicos aportan, entre otros temas, su bagaje musical.
“En este proceso, el aporte del Santo Hermano Pedro de San José de Betancourt está bien documentado”, dice la publicación. No sucede igual con el contexto que le precede, pero existen referencias.
“Las posadas son una tradición nuestra tiene una estructura y una tradición de canto, rezo y reflexión”, dice el sacerdote Tobías Zúñiga, de los Misioneros de la Divina Redención. El sacerdote es originario de Jutiapa y comparte que en ocasiones en su localidad las posadas llegaban a durar más de nueve días para llegar a más lugares y compartir en los hogares y es frecuente que pase también en otros lugares.
“Las novenas han existido en el catolicismo más o menos desde la Edad Media”, refiere el doctor en Historia Aníbal Chajón, por lo que casi 10 siglos después —en la Colonia— eran bastante conocidas tanto para religiosos como para feligreses. “No eran novedad, pero encontraron una forma de evangelizar por medio de ellas”, añade Chajón. La variante, señala, es que al sumarse el peregrinaje de imágenes sobre andas que impulsó el Santo Hermano, se hicieron lúdicas para el contexto guatemalteco.
Como un mensaje adicional el sacerdote Roger Antonio Martínez López, vicario de la parroquia San Cristóbal, comenta que actualmente estas tradiciones o la corona de adviento son preparaciones para la fiesta de la Navidad. “Tenemos signos de alegría como las luces, decoraciones o platillos tradicionales, pero lo más importante es que antes de preparar el nacimiento en nuestros hogares preparemos nuestros corazones para reconstruir nuestra vida y perdonar, amar, así como dar apoyo y palabras de ánimo para otras personas que están en las calles, hospitales o cárceles y hacerlo el resto del año”, reflexiona.
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Al ritmo de las posadas
El músico Nery Racancoj explica que la cristianización de nuestras tierras que hoy conforman nuestros países se dio conjuntamente con la conquista española, (en los territorios colonizados por la corona), con lo cual se dio el denominado “choque” de culturas que no solo significa la confrontación bélica, sino el choque de costumbres, tradiciones, mezcla y mestizaje de las mismas entre ellas las comidas y la música.
Los nativos evangelizados con la nueva fe no dejaron de utilizar algunos de sus instrumentos musicales, incluso dentro de la música religiosa cristiana, que fue surgiendo, entre los que podemos mencionar las ocarinas, pitos y sonajas de barro, flautas de madera o cañas, como el tzíjolaj, chinchines de jícaras, tambores de distintos tamaños con parche de piel de animales, destacando para nuestro tema el caparazón de la tortuga, el cual, al hablar de músicas y bailes el Obispo de Yucatán entre los años 1572 a 1579; Fray Diego de Landa escribió en aquel tiempo, “…tienen atabales pequeños que tañen con la mano y otros atabales de palo hueco, sonido pesado… que tañen con un palo larguillo con leche de un árbol puesta al cabo y tienen trompetas largas y delgadas de palos huecos y al cabo unas largas y tuertas calabazas; tienen otro instrumento que hacen de la tortuga entera con sus conchas y sacada la carne, táñenlo con la palma de la mano… y flautas de cañas.”
“Si nos damos cuenta con las palabras anteriores, nos describe los instrumentos que conforman los cimientos de la música navideña guatemalteca, y que, a su vez, con la llegada del Santo Hermano Pedro, quien iniciara las posadas en Guatemala, se incorporarían como elemento sonoro en las mismas. Pero antes es importante mencionar el desarrollo musical que se fue teniendo durante los años posteriores a la conquista (1524) y el nombramiento de Francisco Marroquín como primer Obispo de Guatemala (1534 y consagrado en 1537) tras el cual se inicia formalmente la vida musical sacra y polifónica en este territorio.