Tecnología

La magia detrás de un dron: matemática, física, programación y algoritmos

En el corazón de toda tecnología siempre encontramos a las ciencias puras dándoles vida.

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Los drones son uno de los tantos ejemplos tecnológicos que personifican el poder de las ciencias puras. Foto Thomas Ehrhardt en Pixabay

Los drones son uno de los tantos ejemplos tecnológicos que personifican el poder de las ciencias puras. Foto Thomas Ehrhardt en Pixabay

Todos hemos visto volar a un dron, ese artefacto liviano con cuatro hélices y motores eléctricos que puede movilizarse en el aire con una destreza y habilidad increíbles.

¿Cómo es posible que estas máquinas puedan hacer tales maniobras? Hace unos días veía una charla TED de Raffaello D’Andrea, doctor en ingeniería y sistemas de control, titulada The astounding athletic power of quadcopters, que podríamos traducir como El asombroso poder atlético de los drones. En su presentación hace demostraciones sorprendentes del poder de maniobra, control y equilibro que puede tener un dron. Durante toda su charla repite en varias ocasiones cuál es el secreto de tan asombrosas piruetas: matemática, física, programación y algoritmos.

Los drones son solo uno de tantos ejemplos que personifican el poder de las ciencias puras. Por una parte es gratificante poder ser testigos de una época en la civilización humana en donde tenemos el conocimiento y la técnica necesaria para crear máquinas como los drones.

Por otra lado, no podemos cerrar los ojos a toda una serie de factores que vienen con la invención de una tecnología de este tipo. Me refiero a cuestionamientos como: ¿quién los construye? ¿quién los diseña? ¿quién escribe los algoritmos de control? ¿quién los comercializa? ¿a dónde van las ganancias? Todas estas preguntas no tienen mucho que ver con la tecnología per se, sino que responden a la actividad económica generada por una aplicación novedosa del conocimiento científico.

Los drones son también una instancia más que nos muestra que la ciencia y la tecnología producen dinero. La industria de los drones es un negocio a nivel mundial, se venden y se utilizan en todos los países. Sin embargo es una industria que requiere de conocimientos especializados en matemáticas, programación, ecuaciones diferenciales, algoritmos y teoría de control.

Estos conocimientos se enseñan y se aprenden en muchas universidades. Pero no todas logran crear cosas como un dron. Las que lo hacen son aquellas en donde sus profesores dedican parte de su tiempo a la investigación, a experimentar, a colaborar con sus estudiantes, a implementar ideas soñadoras. Muchas ideas quizá no funcionen, pero las que lo hacen tienen consecuencias profundas. No solo cambian la vida de quienes las inventan sino que tienen influencia en toda la sociedad.

La tecnología y la ciencia van de la mano, pero para que puedan caminar juntas se necesita crear el andamiaje que las sustenta. Guatemala está muy rezagada en ese camino. La presentes y futuras generaciones de ingenieros y científicos tienen la tarea de visibilizar la tecnología como motor de desarrollo y fuente de riqueza.