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Luis Zea: “Guatemala es un país en donde ya se hace tecnología aeroespacial”

Luis Zea pasó de ser un estudiante con malas calificaciones en el colegio a ser el ingeniero aeroespacial, con doctorado en Bioastronáutica, que pondrá un pedacito a Guatemala en la Luna. En esta entrevista cuenta su historia y por qué cree que más guatemaltecos pueden lograrlo.

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Luis Zea frente al Artemis I, la nave que llevará un pedacito de Guatemala a la Luna. (Foto Prensa Libre: Cortesía Luis Zea)

Luis Zea frente al Artemis I, la nave que llevará un pedacito de Guatemala a la Luna. (Foto Prensa Libre: Cortesía Luis Zea)

Luis Zea es ingeniero aeroespacial, con doctorado en Bioastronáutica por la Universidad de Colorado, Estados Unidos. Durante su carrera ha trabajado en 19 experimentos que han ido al espacio. Fue codirector de Quetzal 1, el primer satélite guatemalteco, y actualmente dirige la investigación de un experimento biológico que forma parte de Artemis 1, la nave de la Nasa que viajará próximamente a la órbita de la Luna.

En esta entrevista explica la importancia de este proyecto para el país y las oportunidades que se abren en el campo de la producción de materiales aeroespaciales a nivel local.

¿En qué consiste el trabajo que realiza actualmente en el proyecto Artemis 1?

El rol que tengo actualmente como investigador principal significa que lideré al escribir la propuesta. La Nasa puso un llamado para propuestas diciendo: “Tendremos esta oportunidad de enviar experimentos biológicos pequeños con ciertas limitaciones”. Pero a pesar de esas limitaciones, queremos ver si alguien puede hacer experimentos científicos que nos ayuden a resolver problemas que sabemos o dudas científicas que tenemos respecto de qué sucede a organismos y a células en el espacio profundo donde hay un ambiente de mayor radiación cósmica. Y, entonces, como investigador principal, lideré y escribí junto a un equipo esa propuesta y básicamente ese es mi trabajo. Para eso junté gente de diferentes instituciones y países, incluyendo eventualmente a la Universidad del Valle de Guatemala.

¿Cómo llegó a liderar esa investigación?

Soy graduado de Ingeniería Mecánica en la Universidad del Valle de Guatemala, y tengo una maestría en Ingeniería Aeroespacial con Especialización en Termofluidos de la Universidad de Florida Central y, luego, un doctorado en Ingeniería Aeroespacial con un enfoque en Bioastronáutica. A pesar de que mis títulos son en ingenierías, he estado trabajando como microbiólogo gravitacional por las dos últimas décadas y he trabajado en 19 experimentos que han ido al espacio. Fui parte del proyecto de Quetzal 1 en Guatemala.

¿Qué se necesita para ser parte de esos proyectos?

Creo que algo para considerar es el hecho de que si nosotros dejamos nuestra zona de confort, uno empieza a hacer algo y después ya le atina bien a lo que está haciendo, ya sabe cómo hacer las cosas bien y mal, y así va aprendiendo uno. Es difícil probar hacer algo distinto, algo nuevo, porque nos da miedo, pero hay que atreverse.

Así que bueno, pensar que “ya estoy”, “ya sé cómo hacer esto”, etc. Y, ¿qué pasa si fallo y todo eso? Cuando uno continuamente está tratando de hacer el mejor trabajo posible es cuando se logra algo, porque luego cuando uno siente que ya le atinó, tiene que lanzarse al agua y salirse de esa zona de confort. Yo creo que así es como logramos seguir aprendiendo en la vida. Y, en mi caso,  me he salido de mi zona de confort continuamente.

Luiz Zea muestra el material que viajará a la Luna y que fue desarrollado por un equipo de guatemaltecos. (Foto Prensa Libre: Cortesía Luis Zea)

¿Cómo fue ese proceso de llegar hasta donde está ahora?

Me tomó nueve años poder venir a los Estados Unidos, porque desde el colegio quería estudiar Ingeniería Espacial, pero eso no existía en Guatemala, y mis notas no eran lo suficientemente buenas para encontrar una beca. De hecho, ninguna universidad en Guatemala me había aceptado también, porque mis notas eran tan malas en el colegio que en ningún lado me aceptaban.

Hasta que la Universidad del Valle me aceptó condicionalmente, pero me logré graduar limpio y con buenas notas. Ahí fue donde hice el cambio. Al principio en el colegio era así, era de las peores notas de la clase, y cuando salí, ya era distinto, estaba full, disciplinado y bien enfocado en qué es lo que quería hacer. De ahí me tomó un par de años aplicar a universidades. Aprendí alemán como mi plan B.

Si no podía venirme a los Estados Unidos a estudiar Ingeniería Espacial, mi plan era irme a Alemania, buscar una beca en ese país. Dediqué unas horas a eso, era de 6.30 a 8 horas, de lunes a viernes, por dos años. Y de ahí, después de eso, durante mi hora de almuerzo, aprendí portugués como un plan C; si no me podía ir a los Estados Unidos o a Alemania, mi plan era ir a Brasil, pero estaba superenfocado en estudiar Ingeniería Espacial.

Después de dos o tres años de estar probando, de haberme graduado de la Universidad del Valle, logré venirme a EE. UU., a la Universidad de Florida Central, a través de un mecanismo que no es beca, se llama asistencia para estudiantes de posgrado, y hay dos tipos, uno que es por investigación y otro que es para ser tutor o auxiliar, como le llamamos en Guatemala. A uno le pagan la U, ya sea la maestría o el doctorado, y a cambio también le dan un sueldo pequeño, que no es mucho, pero es suficiente para no necesitar buscar otro trabajo adicional. Y uno lo que hace, entonces, es que ayuda haciendo investigación en la universidad y a cambio de eso la universidad le paga a uno la maestría o el doctorado. Después, ya trabajé un par de años en Florida, y luego, de nuevo, tratando de salir de mi zona de confort, me fui a Colorado a estudiar el doctorado, y allá me quedé trabajando en este tipo de proyectos espaciales, biológicos.

¿Qué recomendaciones da a los jóvenes que quieren seguir el camino de la ciencia?

Lastimosamente, y no solamente en Guate, sino en Latinoamérica, tenemos esa tendencia a pensar que no podemos competir con la gente afuera o que por alguna razón no podemos llegar al mismo nivel. Y una de las primeras cosas que me di cuenta yo al salir es que lo opuesto era cierto, porque en la U, cuando empecé la maestría de ingeniería espacial, me di cuenta de que estaba igual o mejor preparado que gente que venía de escuelas superbuenas en los Estados Unidos, en India, en Europa, en todos lados. No hay ninguna razón por la cual nosotros no podamos competir afuera. Desde el punto de vista intelectual, lo que nos limita es el acceso a oportunidades, y eso es cierto en diferentes magnitudes, y eso es lo que tratamos de cambiar precisamente con Quetzal 1: generar una oportunidad para que jóvenes pudieran trabajar en un proyecto especial de verdad, que fuera al espacio, y con ese proyecto aproximadamente cien personas trabajaron. Y logramos lanzarlo, operamos exitosamente. Y ahora, en efecto, ya se está iniciando el proceso para la Universidad del Valle, en Quetzal 2.

¿Cuál es el impacto del trabajo que se realiza en el proyecto Artemis 1?

Hasta donde yo sé, ninguna universidad en Latinoamérica ha enviado algo a la órbita lunar. Y, de hecho, no sé si algún país como tal ha enviado algo. Creo que es algo extraordinario que en Guatemala hayan sido hechos los componentes que van a ir a la órbita lunar. Hace tan solo un par de años no teníamos algo en la órbita terrestre, y esto ha cambiado bastante rápido.

¿Qué significa para Guatemala ser parte de este proyecto y cómo queda el país en el campo de la ciencia?

Y yo diría que en el ámbito de la ciencia y tecnología esto identifica a Guatemala, la posiciona como un lugar donde en efecto se está desarrollando tecnología aeroespacial, y no solamente una vez. Sino que es algo recurrente. Y la idea es esa. Lastimosamente, afuera, Guatemala está en las noticias por cosas negativas, pero esto puede cambiar. El trabajo de todos estos jóvenes hace que haya noticias positivas sobre Guatemala en el exterior.

Luis Zea muestra el material que viajará a la Luna desarrollado por guatemaltecos. (Foto Prensa Libre: Cortesía Luis Zea)

¿Qué piensa de la fuga de cerebros en el país y cómo se puede aprovechar el talento de los guatemaltecos en el extranjero?

En efecto, hay una fuga de cerebros y la ha habido por mucho tiempo. Y yo creo que esto es un ejemplo de que la gente que nos fuimos de Guatemala por ciencia y tecnología podemos también ayudar de forma remota y hay diferentes mecanismos de hacerlo. Pero ahora, sobre todo después de la pandemia, en que todos hemos estado en reuniones virtuales, demuestra aún más que, en efecto, es posible.

El mejor mecanismo que yo aprendí fue colaborando con el ingeniero Víctor Hugo Ayerdi, que es el director del Departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad del Valle. Junto con él dirigimos el Proyecto Quetzal 1, y fue superútil el tener a una persona con quién dirigir un proyecto en Guatemala. De la misma forma, con los proyectos de Space Waffles, fue con la profesora Pamela Pennington, de la Universidad del Valle, quien era ancla en Guatemala. Eso ayuda muchísimo, pero incluso sin eso hay formas alternativas de ayudar. Y esto de la tecnología ayuda. Algo que siempre le digo a los estudiantes, a quienes trato de ayudar, son dos cosas: “Cuando ustedes tengan la oportunidad de ayudar, ayuden a otras personas, como les ayudaron a ustedes. Y si no les ayudaron bien, ayuden a las otras personas como les hubiera gustado a ustedes que les ayudaran”.

Y la otra cosa que les digo, cuando me agradecen por algo es que no me deben nada a mí, sino que lo que les pido es que ayuden a otras personas cuando ellos tengan esa oportunidad y que se mantengan humildes, que no se les suba a la cabeza.

¿Cómo cree que se debe ver la ciencia en el país?

El mensaje como decía, en Guatemala lamentablemente tenemos esa mentalidad de que no podemos competir afuera o que es muy difícil, o que estamos en otro nivel. Y no es cierto. No hay ninguna razón por la cual nosotros no podamos hacer lo mismo que se hace afuera. O aun mejor. La otra cosa es que hemos sido históricamente importadores de tecnología. Siempre estamos dependiendo de cuál es la nueva tecnología que sale afuera, y la verdad es que para mejorar la economía nacional, eso debe cambiar. El país no puede seguir siendo importador de tecnología toda la vida; si quiere salir del subdesarrollo, necesitamos producir tecnología localmente. Y, como decía, no hay ninguna razón por la que no se pueda. Y lo más bonito es que normalmente los equipos de trabajo son jóvenes de un promedio de edad entre los 21 o 22 años. Ellos nos están demostrando que, en efecto, ese tipo de tecnología se puede hacer en Guatemala, y si se puede hacer ingeniería aeroespacial y tecnología aeroespacial en el país, ¿qué más no podemos hacer?

Los proyectos que viajan al Espacio desarrollados con estudiantes guatemaltecos

En cuanto al trabajo realizado con estudiantes de la Universidad del Valle de Guatemala, Luis Zea comparte que alrededor del 2014 empezaron el Proyecto Quetzal uno y ya para el 2020 lo habían volado y operado.

En el 2020 también volaron el primero de dos experimentos biológicos de un proyecto que se llama Space Big Films o Biopelículas Espaciales que es financiado por NASA y sobre ese una estudiante de la Universidad del Valle hizo su tesis.

Parte del equipo de catedráticos y estudiantes guatemaltecos que formaron parte del proyecto del experimento que viajará en el Artemis I. (Foto Prensa Libre: Universidad del Valle)

Luego, a inicios de este año, tuvieron el segundo vuelo biológico Space Bottoms, y en este caso hay tres estudiantes haciendo sus tesis con ejemplares que crecieron en el espacio. Estos son estudios para identificar qué cosas pueden afectar a naves espaciales en el futuro, que se sabe que la NASA está tratando de solucionar. Con el tiempo, esperan que ese conocimiento ayude a reducir el número de infecciones en hospitales, especialmente en catéteres.

Y luego el cuarto proyecto es el que va a la órbita lunar en la misión Artemis uno de NASA, en el cohete SLS.