Un desarrollo cerebral, a causa de la exposición excesiva a las tecnologías, puede acelerar el crecimiento del cerebro de los bebés entre cero y 2 años, y asociarse con la función ejecutiva y déficit de atención, retrasos cognitivos, problemas de aprendizaje, aumento de la impulsividad y de la falta de autocontrol —caprichos—.
El excesivo uso de las tecnologías puede limitar el movimiento y, consecuentemente, el rendimiento académico, la alfabetización, la atención y capacidades.
El sedentarismo que implica el uso de las tecnologías aumenta entre los menores. La obesidad lleva a problemas de salud como la diabetes, vasculares y cardíacos.
Estudios revelan que la mayoría de los padres no supervisan el uso de la tecnología de sus hijos, lo que conlleva a que tengan más dificultades para conciliar el sueño, la cual afectará de manera negativa su rendimiento académico.
Expertos coinciden en que estar demasiadas horas pegado al móvil o a la tableta es perjudicial para el desarrollo de los niños, ya que los hace más pasivos y no saben interactuar con otras personas.
La exposición de los menores a contenidos violentos y agresivos puede alterar su conducta. Los pequeños imitan todo y a todos, así que hay que vigilar la navegación.