Vida

César Azurdia, sembrador de conocimiento

Fiel creyente de que para ser exitoso hay que hacer bien lo que a uno más le gusta y sin competir con nadie, el doctor en genética César Azurdia ha hecho invaluables aportes en el campo de la agricultura y la biodiversidad del país.

Doctor César Azurdia. (Fotoarte Prensa Libre: Billy Melgar)

Doctor César Azurdia. (Fotoarte Prensa Libre: Billy Melgar)

César Azurdia le apuesta a la educación y en devolverle a la sociedad el apoyo que de ella ha recibido. Por eso, como todos sus años de estudio los efectuó financiado por becas, ya sea estatales o privadas, en lugar de quedarse en el extranjero, donde le ofrecieron puestos importantes de investigación, decidió retornar a Guatemala para formar nuevas generaciones de profesionales.

Él está muy satisfecho de haber hecho esta elección, porque las semillas que sembró durante 28 años de docencia universitaria han dado fruto. “Se han convertido en agrónomos honestos y trabajadores”, comenta.

Profundas raíces

Su pasión por las plantas, la agricultura y la biodiversidad comenzó en su niñez. Ayudaba a su papá en las labores del campo y se graduó de perito agrónomo. “En aquel tiempo, ingresar a la Escuela Nacional Central de Agricultura era más complicado que ahora, y obtener el título, casi un lujo. Fui el primero en mi pueblo —San Andrés Itzapa, Chimaltenago— en lograrlo, y de los 210 estudiantes que entramos en mi promoción nos graduamos 105”, recuerda Azurdia.

En la universidad se inclinó por la ecología, taxonomía, origen y evolución de las plantas.

“Me llamó la atención saber que Guatemala es uno de los ocho centros más importantes del mundo en cuanto a origen y diversidad de plantas cultivadas, y que gran parte de la alimentación del resto de países está basada en lo que aquí originaron las culturas ancestrales”, añade. Así que viajó a México y obtuvo una maestría en etnobotánica —estudio de la interrelación entre el hombre y la naturaleza, en diferentes ambientes y a través del tiempo—.

Después se preguntó cómo las plantas evolucionan, y estudió genética, en EE. UU.

¿Qué lo motivó a quedarse en Guatemala?

Todo lo que soy se lo debo al apoyo social que me permitió estudiar. Además, el aporte científico que podía hacer en el extranjero —donde hay mucha gente con más y mejor formación académica que yo— no sería tan importante como el que puede efectuarse aquí.

Al regresar, ¿qué tan fácil es abrirse camino?

Tristemente en este país, cuando hay gente progresando, otros tratan de bloquearlo; se aplica el principio de “si va para arriba, bájenlo”. Pero hay que hacer la diferencia y tener retos, nunca dejarse arrastrar.

¿Un científico jamás deja de indagar?

Un descubrimiento lleva a otro; cada día surgen nuevas interrogantes. Es un principio de avance, de desarrollo.

Si hombres y naturaleza están relacionados, ¿por qué la estamos destruyendo?

Nuestra sociedad debiera entender nuestros orígenes y comprender que somos parte de la naturaleza, y no sus dueños. Tenemos la idea errónea de que podemos manejar la biodiversidad a nuestro sabor y antojo, y lo estamos haciendo mal. De esto se deriva el calentamiento global y el cambio climático.

¿Qué se debe rescatar del conocimiento ancestral?

Que tiene respuestas para arreglar muchos de nuestros problemas; por ejemplo, el de inseguridad alimentaria.

En lugar de que los guatemaltecos adquiriéramos productos importados y caros, debiera promoverse el cultivo, compra y consumo de alimentos autóctonos como hierbamora, chaya, chipilín o chan. Este último tiene 22 por ciento de proteína, y el maíz, 7 por ciento. Por eso los mayas y los aztecas los molían, mezclaban la harina resultante y hacían tortillas. ¡Imagínese qué combinación! Entonces, ¿por qué la refacción escolar no se basa en estos alimentos? El Gobierno bien podría desarrollar programas de investigación para rescatar, socializar y transformar este conocimiento en realidad nacional.

En cambio, en Argentina están aprovechándose del chan, haciendo variedades mejoradas y se dan el lujo de vender las semillas, ¡con nuestro material genético!, porque no existe una ley que regule estos intercambios. Por eso seré muy feliz el día que nuestro sistema de seguridad alimentaria esté basado en la riqueza natural y cultural que tenemos, que no es desconocida, sino que se ha hecho a un lado.

¿Cuál ha sido su mayor aporte en el tema de la biodiversidad guatemalteca?

Hemos recorrido el país para colectar semillas, estudiarlas, conservarlas y desarrollar paquetes tecnológicos que sean la base del mejoramiento genético de plantas. En la actualidad estamos identificando genes que pueden ser resistentes a enfermedades, sequías, etcétera. Hemos hecho toda la cadena trófica. Es un trabajo de más de 25 años.

¿Qué me dice del libroro Guatemala y su Biodiversidad?

Es un documento que recopila investigaciones de varios profesionales de distintas disciplinas; es una lectura obligada para quienes deseen saber qué tenemos, en qué estado y qué hacer para el futuro.

¿Cuál es la respuesta para esas preguntas?

Tenemos una riqueza de biodiversidad grande, incluida la diversidad cultural, porque van integradas. Guatemala es el tercer país del mundo con mayor diversidad de especies por kilómetro cuadrado. Pero la estamos destruyendo, entre muchas razones, por la deforestación y el incremento acelerado de la población. Cada persona demanda algo de la naturaleza, y los recursos, en lugar de crecer, están disminuyendo.

Así que el primer paso para frenar en algo la situación es conocer lo que tenemos y con la publicación de este documento lo hemos dado. Ahora es importante una política de Estado que base nuestro desarrollo en función de la riqueza que tenemos.

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