Vida

Óscar Cóbar, buscador de nuevos fármacos

Las distintas especies de invertebrados marinos que forman los arrecifes de coral pueden tener la cura para enfermedades como el cáncer, el sida y el alzhéimer.

El doctor Óscar Cóbar dedica su trabajo científico al estudio y síntesis de la materia prima que suministran esos organismos y que puede servir para desarrollar nuevos medicamentos.

La pasión de Cóbar por la química orgánica —estudio de las moléculas grandes que son la base fundamental de la vida y de las que todos lo seres vivos estamos hechos— surgió durante su carrera universitaria y la labor docente que como ayudante de cátedra comenzó en 1979, en la Escuela de Química, de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac).

Luego, en 1990 consiguió una beca de especialización e ingresó a la Universidad de Puerto Rico, en donde obtuvo el doctorado en química orgánica. Gracias a su dedicación y esfuerzo, y aún siendo estudiante, Cóbar obtuvo en 1995 dos prestigiosos premios de investigación.

El primero y el que más le gusta —afirmó, con una tímida sonrisa— es el Outstanding Research Paper, que la Fundación Nacional de las Ciencias otorga a la mejor publicación científica hecha por estudiantes de doctorado de las escuelas superiores de ciencias en Estados Unidos. El segundo galardón internacional fue el Robert Laurus, que la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias, concede al mejor trabajo científico del área Centroamérica y El Caribe.

¿Qué disciplina siguió en el extranjero para alcanzar sus metas?

Leer y estudiar bastante, además de trabajar duro en los proyectos de investigación que me asignaron y esto significó desvelos y acudir a los laboratorios los fines de semana. Así que mientras la gente local paseaba, yo continuaba trabajando, porque cuando se tienen objetivos claros, se aprovecha el tiempo al máximo.

¿Qué tan importante fue el apoyo de su familia?

El apoyo de mi esposa fue clave, porque mis hijos aún estaban pequeños y la beca solo me cubría a mí. La Usac me daba Q800 al mes y este monto se lo dejaba a mis papás. Sobrevivimos con ciertos sacrificios y gracias a los pequeños recursos adicionales que obteníamos por mis trabajos de investigación y por alguna tarea doméstica que hacía mi esposa. Por eso, sigo muy agradecido con ella, porque sin su apoyo hubiera sido más difícil salir adelante.

¿Recibió alguna oferta de trabajo para quedarse en el extranjero?

Sí, el doctor David Kingston, del Instituto Tecnológico de Virginia —q.e.p.d. y quien descubrió el taxol, medicamento anticáncer que se comercializa en la actualidad— me invitó a trabajar con él. Me puse muy feliz, pero decidí retornar a Guatemala, para poner en práctica todas las ideas que tenía de investigar los arrecifes de coral, e impulsar la ciencia en el país.

¿Qué tanto ha podido hacer desde su regreso?

En la Facultad de Farmacia de la Usac hemos avanzado en la motivación de gente joven para que genere conocimiento o ciencia básica, porque cuando el estudiante efectúa proyectos de esta naturaleza en química, física, matemática o biología se forma en las herramientas para hacer investigación, y aunque se fracase en el proceso o en la obtención del resultado esperado, la experiencia y formación académica que adquiere es muy importante para el país. Se genera la base de investigaciones y de futuros científicos locales.

En cuanto a los proyectos que hemos efectuado, diseñé un programa de búsqueda de medicamentos derivados de productos naturales locales que potencian la memoria en mamíferos. También implementé el programa de química de productos naturales marinos y a la fecha hemos aislado de los arrecifes de coral guatemaltecos unos 30 compuestos orgánicos bioactivos con distintos grados de actividad anticancerígena.

El reciente proyecto es la inauguración de una nueva línea de investigación sobre química computacional. Todo esto con el objetivo de generar conocimiento científico y de producir medicamentos derivados de nuestra flora medicinal o de nuestros arrecifes de coral.

¿Si le apasiona tanto la investigación científica, por qué incursionó en la política educativa?

Cuando retorné de mis estudios doctorales no recibí mucho apoyo para incentivar la investigación. Me di cuenta de que las cosas no caminarían a menos que tuviera cierta autoridad e injerencia en los círculos que toman las decisiones económicas. Y en este país “se pesa un poquito más”, si se está en un puesto de dirección o de política.

Así que luego de ser director de la Dirección General de Investigación y del Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Químicas, me lancé a Decano de esta misma Facultad, cargo que he desempeñado desde el 2006.

Sin embargo, continúo con mi visión de impulsar la Ciencia y la Tecnología en el país, porque son las principales herramientas que pueden sacarnos del subdesarrollo.

La ciencia es vida y está presente en nuestro quehacer diario, entonces, ¿por qué en Guatemala se le valora tan poco?

Es cuestión de cultura de país e, incluso, los investigadores debemos fomentar que la ciencia y la tecnología se divulguen. Solo llegando a todos los sectores de la sociedad se creará una cultura nacional en la que poco a poco la gente comprenda que la producción científica no es exclusiva de países industrializados, y para eso hay que informar y conocer lo que se hace a nivel local.

¿Qué significó haber recibido la Medalla de Ciencia y Tecnología?

Fue un gran honor. Es uno de mis galardones más preciados y considero que es un gran estímulo para los investigadores de este país, sobre todo cuando en la mayoría de casos no se es profeta en su propia tierra.

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