Vida

La vida enseña

Ese absurdo desprecio por la mujer no deja de existir por más procesos de cambio que la sociedad emprende. Erradicar la violencia, la explotación sexual, la trata de mujeres y otras formas de abusos ha sido un largo caminar para la justicia, aunque mucho se ha ganado con los recursos legales que velan ahora por los derechos de las mujeres. Pero, ¿cuántas mujeres desconocen las leyes que las protegen? ¿Cuántas ignoran los derechos de sus hijos?

Rina Montalvo

Rina Montalvo

Este es el caso de esa madre sumisa y temerosa, frustrada y desamparada, que ahora nos relata su historia y que no se atreve a denunciar a su agresor. Que conste, que al dar a conocer su situación no pretendo convertirme en juez y parte de su vida. No me asiste ningún derecho para censurar los errores de los demás, y el hecho que una mujer me confíe sus errores y equivocaciones no me autoriza para criticarla, sino en cambio, tratar de apoyarla y orientarla.

Me preocupa también ese hijo que ella ama como madre y que defiende con sus entrañas. Lamentablemente, en los errores de los padres los hijos suelen ser las víctimas inocentes que sufren de muchas maneras, hasta en su vida adulta, cuando aparecen trastornos emocionales. El hombre que trae un hijo al mundo y lo desecha, lo desprecia y lo abandona, ¿qué calificativo puede dársele? De padre ¡nunca! Porque hasta las fieras salvajes protegen a sus críos. Y este individuo sobrepasa las normas morales y espirituales, y no vale por nada… Entonces, qué se puede esperar de él. Más agresiones, más insultos, más daño, pero ninguna mujer merece tanta humillación, y para eso están los tribunales y la ley y es el camino a seguir.

Resumiré, brevemente, esta historia: “Fui la amante por 7 años del padre de mi hijo y la relación terminó cuando quedé embarazada. Nunca me ayudó y cuando le pedí ayuda, porque ya no podía con los gastos del niño, su respuesta fue exigirme pruebas para comprobar que era su hijo. Al fin de amenazarlo con ir al juzgado, empezó a darme una cantidad de miseria, cuando él ganaba muchos miles de dinero. Durante un año se ha vuelto tormentosa esa ayuda, humillándome, al punto de llamarme perra, hija de p…, mujer ambiciosa y que solo busco quedarme con sus casas, sus carros y su dinero. Pero no es así, vengo de una familia trabajadora, pero estoy desempleada y mi hijo necesita vivir, atención y cuidado. Al niño lo odia. Dice que nunca lo verá como su hijo. Lo maldice. Me insinuó que lo regalara, o que mejor lo vendiera, así podía tener dinero y dejarlo tranquilo. Yo estoy pasando una etapa de dolor tan fuerte… Saber que a quién tanto quería nos odia hasta desearnos la muerte. Sabe que es lo peor, que los dos tenemos estudios universitarios… ¡Qué ironía, verdad! Al escribir parte de esta historia y compartirla con usted, lloro de frustración”.

Amiga: Brett, un escritor estadounidense, escribió: “Nadie está a cargo de tu felicidad más que tú”. Y como dice Mario Benedetti: “Por favor no te rindas, no cedas aunque el fuego queme, aunque el miedo muerda…”.

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