Vida

Zipacná de León (1948-2002)

Su personalidad engendró la dmiración en unos y el odio en otros

La vida de Zipacná de León fue una fuente inagotable de pasiones. Su personalidad engendró la apasionada admiración en unos y el acendrado odio en otros, pero no dejó a nadie indiferente.

Su original estilo pictórico, que pasa entre aparentes formas casuales o abstractas, asoma una cabeza grotesca en apariencia inhábil para convertirse, con sus medios, en uno de los más originales y discutidos artistas de nuestra plástica. Zipacná de León fue en vida una fuente inagotable de pasiones, eso se refleja y casi se palpa en su vigorosa y original pintura.

Es relativamente fácil la distinción de caracteres que diferencian las etapas de su obra, que entre aparentes formas fortuitas, llegaba a fuerza de pasión a una pintura ?rudimentaria?, o cuando menos naif, pero esta obra resumía poesía, esa presencia poética que pocos supieron ver, cuando le hubiera importado al autor.

Cabe también mencionar el reconocimiento de algunas constantes en su obra, como el trazo más fuerte de la silueta, el dibujo incisivo o estilizado, la mayor parquedad en las gamas. Algunos períodos se ofrecen como variantes de una concepción pictórica en los que el modelo se convierte en estímulo para perpetuar elementos de nuestro folclor, como la cerámica de Chinautla o máscaras. A través de estos elementos reiterativos en su obra, logró convertirlos en mitos.

Trabajó el grabado, la tinta y la cerámica. Zipacná era un gran conocedor de la historia del arte universal, pero su saber sobre el arte nuestro era profundo, así como su certero criterio. Hoy, en el día de su fallecimiento, vemos cuánto trabajó para el arte guatemalteco.

Era un admirable organizador; fundó la Bienal de Arte Paiz, en la que han expuesto casi todos nuestros pintores. Organizó casas de la cultura en el interior del país, así como escuelas de arte.

Su personalidad era fantástica, casi novelesca, pero siempre sabía dónde terminaban las verdades, pues era esencialmente lógico, aunque pareciera contradictorio, puesto que vivía en un estado emocional que producía el florecimiento imaginativo que, creo, se imponía a sí mismo como realidad.

Contradictorio, irónico, a veces vacilante, profundo y desconfiado como buen guatemalteco. Con Zipacná se podía hablar de cualquier tema: música, literatura, arte sobre todo y el amor a los perros.

En el fondo sé que era dueño de un infinito anhelo de ternura. Su elevada comprensión humana lo llevaba a ratos a aceptar las situaciones más falsas o más absurdas. Sujeto a la injusticia de un orden social desajustado, talvez nunca supo, hasta dónde podría llevarlo su desbordante fantasía en su peregrinar en el arte. Es probable que hoy ya la haya encontrado, estoy segura de ello.

ESCRITO POR: