Decisiones dejan un mal mensaje

Uno de los síntomas más evidentes de esta anomia  ha sido la designación de las personas al frente del  Ministerio de Cultura y Deportes, que  ha sido una especie de premio de consuelo para colaboradores de campaña o para aparentar una inclusión étnica que está lejos de constituir una política integral.

El más reciente de esos desafortunados nombramientos fue la designación del exfutbolista Dwight Pezzarossi en dicho cargo, pues  desde que asumió la cartera ha dado muestras de escaso acervo  cultural. Si no fuera porque la gestión de su antecesor, Carlos Batzín, fue tan nefasta, casi podría afirmarse que se trata del peor nombramiento que ha tenido esa dependencia.

Sin duda, Pezzarossi ha tenido una imagen social conocida por su aceptable trayectoria futbolística, pero de eso a trazar directrices en el campo de las expresiones artísticas, fomentar el diálogo intercultural o incentivar el desarrollo de nuevos talentos, hay un largo trecho.

Ciertamente, no todo es su culpa, pues el  modelo   del actual gobierno parece destinado a intentar cubrir agujeros aunque abra otros y otorgar puestos de decisión a quienes considere como piezas útiles para ejecutar  las órdenes emanadas desde cúpulas superiores, aun  cuando contravengan  los propios fines de un ministerio.

La mejor muestra de insensibilidad y estulticia en el ministerio en mención  fue el indigno trato dado a la Marimba de Concierto de la Presidencia, que no solo constituye un símbolo nacional, sino una conquista cultural de hace casi dos décadas: un conjunto artístico, fundado por el maestro Léster Godínez, dedicado a la ejecución, investigación y enseñanza de este instrumento emblemático.

Dicha agrupación fue trasladada a un espacio más reducido dentro del Palacio Nacional de la Cultura, pero no para impulsar algún otro proyecto artístico, sino para ocupar ese recinto con más burocracia, según lo informó el propio Pezzarossi. Por si fuera poco, ante la oposición de los músicos, se les planteó la alternativa de ser reubicados en un lugar no especificado del Campo de Marte, algo que casi suena a chiste, precisamente por los antecedentes futbolísticos de quien ahora dirige esa cartera.

Por otra parte, este grupo artístico prácticamente forma parte del Palacio Nacional de la Cultura, en donde suele amenizar actividades diversas, con lo cual se constituye prácticamente en la voz de bienvenida a ese monumento.

Esta no es la primera vez   que  funcionarios tienen esas brillantes ocurrencias, pues ya en el pasado, durante la administración de Óscar Berger, se intentó hacer lo mismo, y en esa ocasión lo que se buscaba era hacerle un espacio a un diputado que había perdido su plaza. No sería extraño que algún capricho similar esté detrás de este traslado, que es descrito como una decisión administrativa. Esta medida  lo único que refleja es  precisamente lo deficiente y cuestionable que ha sido la actual administración en materia de cultura.

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