El muro berlinés y el mundo de hoy

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ESE DERRUMBE ocurrió hace 25 años. Lo vi por la televisión, en directo, y no pude evitar emocionarme. Ese hecho fue el símbolo más  claro del proceso por el cual  se desintegró la Unión Soviética. Recordé las palabras de un experto en cultura maya, con quien tuve un breve contacto: “Los alemanes orientales somos quienes realmente perdimos la guerra. Llegaron los americanos, ingleses, franceses y rusos. Y solo los rusos se quedaron…”.  Para las generaciones actuales, tanto en Europa como en el resto del mundo, es difícil creer o imaginar a una ciudad partida por un muro, con alambres de púas, policías con perros entrenados para atacar, ni los muchos muertos a causa de haber fracasado en su intento por pasarse a la   “otra Alemania”.

 ALEMANIA CONMEMORÓ esa fecha de una manera positiva y realista, a mi entender. Ciertamente, hubo actos conmemorativos en honor a las víctimas de ese nefasto período, producto del mundo de la Guerra Fría, pero destacaron los hechos simbólicos por la paz, las celebraciones populares de alegría. Como se ha dicho en referencia a algunos otros hechos históricos, se actuó para dejar atrás esa oscura noche. El mundo de ahora es muy distinto al de hace 25 años, y no digamos al del período de la postguerra entre 1945 y 1989. La realidad es otra, los problemas del país son distintos, tanto internos como externos, y el énfasis acerca de los hechos inhumanos ocurridos se realiza con el principal motivo de un conocimiento histórico, con la evidente intención de impedir repetirlos a consecuencia de una imperdonable  ignorancia.   

CUANDO EL MURO EXIS- tía, los alemanes asesinados por tratar de escapar, o encarcelados por las autoridades comunistas de la Alemania Oriental, fueron  víctimas de compatriotas, realmente, porque la división en dos países era espuria y ficticia. Surge entonces la necesidad de analizar los motivos de no haber decidido escarbar en el pasado, aunque reciente, pasado al fin, y en vez de eso prepararse para un mejor futuro nacional a base  de trabajo y de una unidad nacional a pesar de la desigualdad existente entre algunas regiones y, sobre todo, sus habitantes. En esto el idioma también ha jugado un papel importante: los unifica a pesar de su diversidad, así como el español unifica al mundo hispánico en sus 500 millones de hablantes.

AL CONOCER LA DECIsión de los alemanes, de ver hacia adelante, es imposible no pensar en el caso guatemalteco. Los dos países comparten períodos históricos merecedores del calificativo de “agujero negro”. Es fundamental comprender la necesidad de conocer el pasado para no repetirlo, así como es inexcusable negarse a conocerlo, pero también es trágicamente inconveniente convertir a ese pasado en un presente perenne,  porque se corre el riesgo de afianzar el poco interés de las generaciones actuales. Los alemanes se fueron por una vía; es su decisión y derecho. Son una sociedad distinta y por ello los guatemaltecos debemos decidir cuál debe ser nuestra actitud ante hechos abominables causantes de tanto dolor y tantas lágrimas.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.