La Municipalidad es corresponsable

Evidentemente, tanto el Ministerio de Cultura y Deportes como la Dirección General del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias tienen responsabilidad porque sus autoridades no repararon, según lo reconoció ayer el propio ministro Carlos Batzín, en el texto de la solicitud donde se indicaba que las motos actuarían, pero no tuvieron participación directa en la preparación de los lugares para que se efectuaran las inadecuadas exhibiciones de los motociclistas, las que incluían calles y aceras de las cercanías de ese complejo y del Centro Cívico.

Las autoridades ediles, además de agregar el nombre de la Municipalidad a este espectáculo, permitieron el uso de las calles y aceras, colocaron cintas para que pasaran los motoristas, y les dieron cobertores con el mismo tono de verde chillón que por orden del alcalde Álvaro Arzú tienen los autobuses del Transmetro, los uniformes de la Policía Municipal de Tránsito y las paredes de mercados y otros inmuebles. Por esa causa, una vez pasada la destrucción parcial de los jardines, no pueden tratar de hacerse atrás ni pretender una acelerada reparación del daño.

Por aparte, los clubes de aficionados al motocrós, en vista de la ola de críticas contra esa competencia, han informado que ninguno de ellos hizo solitud alguna para la actividad. Los organizadores, cuando pidieron patrocinio a diversas empresas y medios de comunicación, indicaron que todo se llevaría a cabo el 22 de junio, en un lugar adecuado, donde se podía cumplir con la idea de desarrollar una actividad familiar, para establecer una relación entre los ciudadanos comunes y corrientes y quienes practican ese deporte. Sin embargo, sin que los patrocinadores estuvieran enterados, llegaron al acuerdo con la municipalidad capitalina y decidieron realizar la prueba en una fecha distinta.

Para vergüenza nacional, lo ocurrido demuestra que el subdesarrollo cultural del país tiene un nivel muy lamentable: es absurdo el solo hecho de pensar en efectuar una actividad de ese tipo, así como dar permiso o, peor aún, ayudar a su desarrollo. El daño se hizo, y como bien dicen los expertos, en esta ocasión no se trata de reparar lo destruido sino de deducir las responsabilidades en todos los niveles, porque existe una legislación específica para la protección del patrimonio cultural de la Nación.

Parece exagerado, pero no lo es. Hace algunos años a alguien se le ocurrió y logró permiso para desarrollar un concierto de rock en Tikal. La moraleja de la historia es que las autoridades deben revisar cuidadosamente las solicitudes de eventos no culturales en sitios legalmente protegidos, porque se pueden dar extralimitaciones como la ocurrida el domingo recién pasado.

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