EDITORIAL

El mundo busca su sobrevivencia

Las variaciones climáticas de los últimos años no han pasado inadvertidas para ninguno de los habitantes del planeta, sobre todo en lo relativo al aumento de la temperatura. Otrora los días de noviembre ya se caracterizaban por anticipar el frío decembrino, lo que este año no ha ocurrido.

Si existiera alguna duda sobre las percepciones, existen monitoreos científicos que ratifican que la Tierra se está calentando aceleradamente y por ello es que los foros internacionales para abordar esa temática adquieren una relevancia que hace dos décadas no tenían, de ahí la importancia de la Conferencia Mundial sobre el Clima, que se inicia mañana en París.

Aunque la agenda ecológica es diversa, este encuentro mundial se concentra cada vez más en el aumento de la temperatura ambiental, aunque el tema no es nuevo. De hecho, van 27 años de estos foros mundiales, que han avanzado poco. Aunque parezca lejana la Cumbre de la Tierra, celebrada en 1992, en Río de Janeiro, esta fue la primera en que se hizo un llamado para una reducción voluntaria de la emisión de gases. Cinco años después, en Kyoto, Japón, se firmó un protocolo que varias potencias se negaron a ratificar.

Sin embargo, el papel con todo aguanta porque grandes potencias industriales como Estados Unidos y China siguen figurando dentro de las naciones que más contaminan al planeta, pero a la larga son los países pobres los que resultan más golpeados por desastres climáticos.

Uno de los últimos informes sobre el calentamiento global calcula que el planeta tendrá una aumento de temperatura que oscilará entre los 3.7 y 4.8 grados durante el presente siglo, si se compara con los últimos 50 años del siglo XIX. El desafío de alcanzar consensos y acuerdos sustanciales entre más de 200 países es muy grande, pero así de colosal es también la catástrofe que se avizora si la humanidad continúa con su actual rutina.

Latinoamérica, continente que posee algunas de las reservas naturales más valiosas del globo, asiste a esta cumbre con pocas propuestas unificadas y probablemente con más voluntad y disposición de cambio que de aportes económicos, aunque sea recipiendaria de muchos de los efectos adversos de fenómenos naturales.

Guatemala, específicamente, se encuentra entre los países que encabezan las listas de vulnerabilidad a escala mundial y ahí radica la búsqueda de compensaciones económicas que mitiguen los problemas de desarrollo a cambio de mantener los bosques tropicales.

Estamos en la nómina de los siete países que integran la Alianza Independiente de América y el Caribe (Ailac), que llevan el compromiso de reducir entre un 20 y un 45 por ciento la emisión de gases de efecto invernadero para el 2030.

Es obvio que estas naciones pueden hacer mucho más si reciben el financiamiento necesario para implementar proyectos de conservación que mejoren las condiciones de vida de millones de personas sin sacrificar el crecimiento económico, sino potenciando la ecología como un motor de generación de ingresos en beneficio de ecosistemas locales.

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