PANÓPTICA

Inmigrantes

FRANCO MARTÍNEZ-MONT *

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Los procesos de migración humana han sido una característica inherente al desarrollo de las sociedades (desde la Prehistoria hasta la Revolución Informática), las migraciones han sido históricamente un fenómeno social, producidas por el acceso a materias primas, por la conquista de nuevos territorios, por la apertura de nuevos mercados, entre otras.

En la contemporaneidad, las migraciones de centroamericanos a Estados Unidos se dan por escapar de las violencias indiscriminadas que generaron los conflictos armados internos y ahora del crimen organizado transnacional (pandillas juveniles y narcotráfico), la falta de oportunidades socioeconómicas en los países de origen que crean polos de exclusión y racismo, y la reunificación familiar.

Empero, quisiera abordar los aspectos socioculturales del inmigrante guatemalteco, más allá de las implicaciones políticas (el vedado voto en el extranjero), económicas/tributarias (las remesas constituyen el 11% del PIB), el infructuoso TPS para los connacionales y la fallida reforma migratoria integral; esos rasgos que revisten de una nueva identidad y sentido de pertenencia al inmigrante, esos códigos y significados sociales que le otorgan un estatus diferenciado, una discursividad y/o apropiación ideológica, y un repertorio de patrones culturales que los distinguen de otros sujetos como los blancos, los afroamericanos, los asiáticos y de los mismos latinos.

La adaptación para los inmigrantes en Estados Unidos es difícil, puesto que la xenofobia en cualquier sociedad crea un ambiente hostil, obliga a los connacionales ilegales a organizarse en guetos, el estatus de indocumentados los convierte en una suerte de parias sin reconocimiento de sus derechos y obligaciones como ciudadanos globales, pero donde también coexisten relaciones de poder vibrantes entre la autodeterminación cultural, la imposición autoritaria de valores de la cultura dominante, la asimilación o la hibridez.

En la práctica, la reconfiguración de las identidades sociales se desarrolla recíprocamente, influjos emergentes y negociados simbólicamente son inevitables entre los grupos humanos (dominantes y subalternos), producto de las globalistas interacciones sociales.

Los inmigrantes guatemaltecos reconstruyen sus imaginarios sociales en torno a los territorios, las comunidades, las identidades étnicas, la cultura, el idioma, la estética, las costumbres, la moda, la fuerza de trabajo y a la misma historicidad del sujeto creando nuevos sistemas valorativos que se nutren de las realidades sociales (patrones de consumo, roles sociales mixtificados e incremento de patrimonio), una transformación de las creencias que tiene implicaciones en el seno de las familias receptoras de las remesas.

Finalmente, las identidades culturales de los inmigrantes mutan debido a la movilidad social, al ejercicio restringido de la ciudadanía, a las exigencias del mercado laboral y a la sociedad de consumo, destroncando la esencia del arco de solidaridades de las minorías étnicas y nacionales por un modelo estandarizante culturalmente, ostracista socioeconómicamente y subrepresentado políticamente.

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