EDITORIAL

La respuesta de Otto Pérez Molina

Las declaraciones del presidente Otto Pérez Molina y la publicación de la hoja informativa de la Casa Blanca, ambas ayer, abren dudas sobre la viabilidad del proyecto de Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte, debido a que el mandatario guatemalteco aseguró que no aceptará imposiciones, ni tampoco los dos gobernantes visitantes. Por su parte, el documento estadounidense señala 17 compromisos específicos firmados, en ninguno de los cuales se menciona a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), ni en los otros dos países del Istmo presentes.

El presidente Pérez Molina fue enfático al indicar de manera tajante que los países no aceptarán algo que llegue a sustituir instituciones, pero luego pareció suavizar la posición al afirmar que no se aceptarán comisiones con un mandato “como el actual que hoy tiene Guatemala”. Eso parece dejar abierta la puerta a negociar algunos cambios a la Cicig, tomando en cuenta las lecciones que ha dejado en el país, sobre todo en el campo de la escogencia de quienes la dirigen.

Los compromisos se refieren a mantener diálogo regional de seguridad, trabajar en los barrios de alta criminalidad, aceptar auditorías gubernamentales independientes, diversificar su matriz energética y promover un mercado integrado, así como la inversión privada; invertir en áreas de mayor necesidad económica y en educación, empoderar económicamente a las mujeres, combatir el lavado de dinero, confiscación de bienes y planes cibernéticos, y profesionalizar el servicio civil.

El mandatario Pérez Molina afirmó que el tema Cicig “nunca estuvo en la mesa de trabajo, solo en el discurso del vicepresidente Biden, cuando pronunció que era conveniente que se pudiera extender a los tres países del Triángulo”. Pero al ser señalado tan vehementemente en Villa Nueva, no puede caber duda de que es una condición, y que el estudio que hacen Guatemala y los otros dos países se queda reducido a lograr los cambios, lo que tiene mucho de realismo nacional, centroamericano y estadounidense.

Vale la pena insistir en que la posibilidad real de crear la Alianza, con el voto favorable del Congreso de Estados Unidos, solamente se puede concretar con aceptar la condición señalada por Biden, quien debe defender la idea ante congresistas que rechazan la propuesta de darle miles de millones de dólares de los impuestos estadounidenses a un lugar donde no se acepta la investigación de la forma como se gasta el dinero.

Por eso, negarse —como dice el presidente guatemalteco— a repetir la solicitud hecha a la comunidad internacional en el tiempo de Portillo, en la práctica significa cerrar la puerta a esta oportunidad en que la colaboración a los países del Triángulo Norte es de importancia para Estados Unidos, a causa de la crisis de la frontera sur. La política debe ayudar a entender los mensajes, los panoramas, las posibilidades, pero hacerlo sin aspavientos ni arrogancias, erróneamente consideradas como una posición de dignidad nacional.

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