EDITORIAL

Las facetas de la Semana Santa

La Semana Santa guatemalteca tiene características culturales que fusionan elementos históricos, hispánicos e indígenas, a lo cual se suma la evolución tecnológica, que no hace sino multiplicar su proyección e impacto.

Esa conjunción de tradiciones y fervor religioso la han convertido en un referente identitario para fieles devotos que acompañan o presencian los cortejos procesionales, lo que a su vez ha repercutido en una fama que ha trascendido el ámbito religioso, para ser a la vez un imán de atracción turística.

Ciertamente, la magnificencia de las procesiones centenarias en nuestro país no tiene comparación en Latinoamérica, y si bien son varios los países que festejan con el mismo fervor la Semana Mayor, en el nuestro confluyen la religiosidad, el misticismo, el arte musical y el patrimonio espiritual de las imágenes barrocas, cuyo dramatismo no deja indiferente a nadie y siempre invita a una reflexión más profunda de los grandes dramas sociales de este país.

Otro marcador cultural que tiene en esta época uno de sus grandes momentos es la gastronomía, que expone algunas de sus mejores galas y sabores, con un menú que varía marcadamente en cada región del país, pero que tiene en común el contraste de sobriedad y exquisitez.

Baste mencionar las diversas preparaciones de los pescados, el exquisito encurtido a base de repollo y remolacha, o los postres que constituyen verdaderas tentaciones, como las torrejas o el garbanzo en dulce.

Pero el asueto que trae la Semana Santa también tiene otro rostro y es el que se observa en los miles de pobladores que aprovechan la secuencia de días de descanso más larga del año para escapar de la rutina, al visitar sus lugares de origen en la provincia o simplemente disfrutar de los diversos atractivos turísticos.

Lamentablemente, esa circunstancia los convierte con frecuencia en víctimas de abusos, sobre todo en el transporte, pues pilotos y ayudantes de autobuses extraurbanos casi duplican el valor del pasaje, pese al mal estado de las unidades, y nadie frena esos desmanes.

También existe una vertiente lamentable y trágica que a menudo sigue a las imprudencias, los excesos en el consumo de bebidas alcohólicas y el abuso de velocidad, por lo cual cada año se redoblan los esfuerzos y los llamados para evitar accidentes viales. Dos épocas significativas, la Navidad y la Semana Santa, se convierten paradójicamente en las fechas que más víctimas registran, lo cual es una falta de aprendizaje sobre errores pasados.

Aun así, pasado el Domingo de Resurrección, la vida en el país recobra su ritmo y este año, marcado por un proceso electoral que desde ya se anticipa conflictivo, lleno de demagogia y populismo, en lugar de planteamientos serios de Nación, los guatemaltecos están llamados a tomar parte activa en los grandes temas que se mueven en la esfera pública: demandar mayor transparencia del Gobierno en su último tramo y exigir mejoras en el sector Justicia, que pasa uno de sus peores momentos.

Hay que tener claro que no se pueden seguir repitiendo patrones erróneos que lastran nuestro desarrollo.