SIEMPRE VERDE

¡No perdamos la Pasión!

Magalí Rey Rosa

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Es alentador notar cuánta gente se esfuerza para cambiar el rumbo que llevaba Guatemala, agonizante en las garras de la corrupción. Desde quienes vamos a la Plaza a reclamar justicia, hasta quienes buscamos fórmulas legales para impedir que los malandros sigan haciendo piñata con Guatemala. Por eso es patético ver cómo hay gente empeñada en mantenernos divididos, aun en momentos tan críticos. Sin argumentos válidos, recurren a viejos miedos y a insultos para denigrar a quienes no piensan como ellos. Por intereses mezquinos difunden mentiras y recrean fantasmas del pasado con tal de desunirnos nuevamente para que dejemos la Plaza, la protesta y la propuesta. La historia los juzgará por intentar destruir esta posibilidad de enmendar el rumbo de nuestro país.

La población guatemalteca cambió. Está mejor informada y ha empezado a perder el miedo que la mantuvo paralizada. En medio de lo trágico del ecocidio del río La Pasión, se nota la diferencia en la reacción de la gente. Hoy se entiende mejor lo que está pasando. La expansión desenfrenada de la palma africana —el monocultivo de más rápido crecimiento en el planeta— ha dañado a muchos otros países en el mundo antes. Los pobladores del Petén ya entendieron que la palma africana implica pocas fuentes de trabajo, muchos venenos químicos y mucha tierra. Primero fue el sureste asiático; cuando se agotaron los suelos allí fueron a buscar más tierras a África y a América Latina. En Guatemala, donde la posesión de la tierra ha implicado guerra y muerte para miles, su acaparamiento tiene consecuencias más graves. Ahora tocó aprender duramente que, además de disminuir la producción local de alimentos y de acabar con fauna y flora locales —si las había a su llegada—, el monocultivo de palma también produce contaminación. La indignación por el ecocidio en La Pasión rebasa ya fronteras, y difícilmente podrán manipular a la gente, como ha sido la costumbre. Esperamos que se haga justicia en este caso.

Finalmente, encuentro tremenda (digna de respeto y reverencia) la encíclica del papa Francisco I, Laudato Si'. Comparto su llamado: “Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no solo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás”. (Pueden buscarla en www.redmanglar.org). Exhorto a leerla, a cristianos y no cristianos, pues su mensaje ecuménico cambia conciencias: “Caminemos cantando. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza”.

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