ALEPH

Cero tolerancia al miedo

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Algo muy profundo falla en una sociedad de corte democrático cuando su sistema electoral y de partidos permite llegar al poder a personas como Donald Trump o Jimmy Morales, solo para poner un par de ejemplos cercanos. No porque representen una opción u otra del espectro político, sino porque realmente no son los estadistas que nuestros países merecen. Por eso, ellos y quienes les rodean   toman  decisiones peligrosas, no solo para sus países, sino para el mundo. En el caso de Trump, es mucho más complejo, porque está al frente del país que despertó el sueño del mundo capitalista y se levantó a partir del esfuerzo de millones de migrantes, sobre todo provenientes de Europa al inicio, y latinoamericanos o caribeños, después.

Hoy, el sustrato de la política “Cero Tolerancia hacia la Migración” de la administración Trump dedicada a los migrantes es el miedo. Si leemos lo que ha pasado con la niñez migrante en los últimos días, y lo cruzamos con la decisión más reciente del gobierno de Trump de salirse del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, podemos interpretar que hay una profunda amenaza a la vida y dignidad de millones de personas. El tema de la niñez migrante retenida en frontera y separada de sus madres y padres ha provocado una reacción fuerte de rechazo a nivel mundial, no solo de parte de organizaciones de migrantes en Estados Unidos, sino también de excancilleres de la región, de organizaciones de la sociedad civil que trabajan por los derechos de las y los migrantes en nuestros países y en la región, y de gobiernos que se resisten a tratos crueles e inhumanos para su ciudadanía migrante. La respuesta general ha sido también un “Cero Tolerancia”, pero al miedo que nos quieren imponer.

Hace poco, Claudia Patricia Gómez (20 años) fue asesinada por un agente de la patrulla fronteriza en EE. UU. La joven maya fue ejecutada extrajudicialmente cuando buscaba mejores oportunidades lejos de la violencia y la miseria de Guatemala. No ha habido respuesta del gobierno de EE. UU. y tampoco presión real del gobierno de Guatemala. Desde el 2015, el gobierno mexicano ha deportado a más migrantes centroamericanos que el mismo EE. UU., ejecutando eficientemente la tarea de quien ha sido mandado a cuidar la puerta de la casa grande. Hoy, el Departamento de Seguridad Interior (DHS) de los Estados Unidos revela cifras que no pueden dar idea de lo que sienten una niña o un niño separados de sus padres, pero que nos dan una idea del drama que se vive: de octubre de 2016 a febrero 2018, mil mil 800 niñas, niños y adolescentes (NNA) migrantes fueron separados de los adultos de confianza con quienes viajaban. Pero solo del 6 al 19 de mayo de 2018 se separaron a 658 NNA más. Por otra parte, las cifras oficiales del gobierno de EE. UU. señalan que se ha realizado la separación de por lo menos 2 mil 458 familias hasta marzo de 2018. Así que no hay cifras que dimensionen o definan realmente el problema, aunque ninguna sea alentadora.

Dentro de las normativas nacionales e internacionales no hay ley que ampare una política migratoria tan inhumana como la que impulsa EE. UU. Aunque Trump haya dicho hace pocas horas que no va a permitir más la separación y aprisionamiento de NNA en la frontera, las políticas antiinmigrantes continúan. Y tampoco hay explicación alguna para la tibieza de nuestro gobierno ante esta situación. Imagino a las niñas, los niños y adolescentes que hoy han sido separados de sus madres y padres en 15 o 20 años más; no sé si creerán que EE. UU. es el país de los sueños o si, estando tan cerca, lo mirarán como un buen vecino.

No es cierto que para que unos sean libres otros hayan de ser prisioneros. No es cierto que para que unos vivan plenamente otros hayan de vivir de la manera más indigna. No es cierto que para que unos sean amos otros hayan de ser esclavos. No es cierto que para ser un mejor país tengamos que escuchar el llanto de un niño o a una niña que lloran porque no entienden adónde se fueron su mamá o su papá.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.