SIN FRONTERAS

De pesadillas kafkianas

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Te despiertas por la mañana un día de estos. Caminas al baño y te miras al espejo. Eres el actor presidente. No es broma; en serio que sí. Mira, tienes su cara, su pelo, puesta una camisa de fútbol y todo. ¡Vaya, carajo, eres él! Al punto de un vahído, se te ocurre decir algo; cualquier cosa. Tal vez el sonido permita regresarte de esa realidad paralela. Abres la boca, pero ves lentamente cómo tus labios se mueven de forma tan exagerada, que el centro de la cavidad oral se cierra, formando casi un ocho perfecto. ¡Jocotes! Te admiras, y de momento te preguntas cuánta gente hay que pueda gesticular con semejante histrionismo. ¡Concéntrate! Te regañas. Y te das una palmada, seguro de que esto es una pasajera alucinación. Restriegas tus ojos, pero sigues siendo él. Desesperado, emprendes un grito. Pero involuntariamente, tus manos se alzan con drama, mientras tu mirada fija, se clava en el cielo. Te pareces a Floria Tosca, previo al suicidio, en operática escena. Gritas como actor. Vaya ¡qué fregada! Los dioses conspiraron y te lanzaron un hechizo. Eres el presidente actor. Y eres él, en su actual situación. De presidente. Engrilletado a sus errores, desplantes y compromisos adquiridos. Ahora piensas en los militares que te manejan, las mafias, y grupos de poder paralelo. Piensas en los dueños del país, que como tantos te advirtieron, ahora te dan la espalda. En la CICIG; en el peso de la historia, y en un pueblo defraudado que te negará misericordia. Con manos temblonas, te tapas la mirada. Y comienzas a pensar en el ahora. Eres él. ¿Qué haces?

No hay duda de que la escena es kafkiana, y que de hecho evoca la angustia sufrida por Samsa. Pero regresando a términos totalmente reales, hoy, hay un hombre que se ha colocado en esa posición; ante ese espejo; y con esa vista cuando mira hacia el frente. Es de esperarse que su manto de impunidad caiga a partir de la confesión de los empresarios más poderosos del país, que delataron sus actos delictivos. Y quizás, nadie más que él podrá saber si internamente tiene total conciencia de su estado. Pero sin duda, cuando menos, habrá de tener un presentimiento, de que algo le camina en una terrible dirección. Tal vez por ello su desdibujado semblante, su mirada perdida, sin vida, ni humanidad. ¿Qué haría uno hoy si fuera el actor presidente? Al dilema responden dos posibles perspectivas. La primera, de constante debate, plantea qué hará él, a partir de su situación actual. Y la segunda, qué haría uno mismo, en caso de despertar en esa penosa realidad, en la que él mismo se coloca.

¿Qué se puede pedir a alguien que tomó el camino equivocado, cada vez que se enfrentó a una trascendental encrucijada? De quien desatendió el clamor popular que lo llevó a la presidencia. De quien se refugió en una juntita de personajes perseguibles. De quien decidió oponerse al mundo, al declarar no grato al comisionado Velásquez. En verdad no puede esperarse más que cuando le estallen sus propias bombas, decida escapar, como otros atrás, hacia paraísos de la impunidad, digamos, en el sur centroamericano. No es posible para mí descifrar el dilema central planteado. Qué hacer uno mismo, en el lugar del actor presidente. Pues ni el exilio mismo, pareciera, daría confort a su razón de ser. Pues allá, en el destierro del silencio, no habrá más fama ni aplausos. Quizás por eso la mirada. Quizás los ojos ya abrió. Y vio que el show ya terminó. Que no queda más salida. Y quizás, al mal paso dé prisa. Pues finalmente se haya dado cuenta de que el espectáculo no gustó, y que llegó la hora de abandonar el set.

¿Qué harías tú?

@pepsol

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.

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