DE MIS NOTAS

El frente de la decencia congresil

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La iniciativa de algunos diputados por gestar un movimiento de transformación a lo interno del Congreso, —indiferente a que sean pocas golondrinas— puede iniciar una primavera de renovación trascendente para nuestro país en este “toca fondo” en que nos encontramos.  Al aprobarse estas  leyes anticorrupción, se abrirían espacios para nuevos liderazgos, más representativos y mayor conexión con sus distritos.

Un movimiento por la transparencia y la decencia en el Congreso genera dos reacciones de gran poder: por un lado, el pleno apoyo de la ciudadanía que demanda a gritos un cambio total de comportamiento de sus representantes políticos y servidores públicos. El segundo: porque desfoga en forma muy concreta la presión internacional que estamos enfrentando para combatir la corrupción si se logran pasar las leyes que nunca han querido ser aprobadas por el congreso debido al sistema clientelar, corrupto y politiquero que impera.

Escribí hace algunos años que tenemos un estado ineficiente, costoso y corrupto por carecer de sistemas y controles adecuados. Y que es en ese espacio en donde han nacido, nacen y seguirán naciendo, todos los engendros burocráticos del chanchullo y la malversación, hoy ampliamente resaltado por los medios de comunicación y redes sociales. Esta es la cueva donde pululan los cacos, los ladrones y los grandes pillos que desangran al erario nacional anualmente en no menos del 30 por ciento del Presupuesto General de la Nación. Una maldición recurrente a la que estamos expuestos porque al carecer de leyes y controles, las mafias fluyen como meadas hacia la gravedad del vacío, causando que el poder coercitivo de la ley no se concrete en la certeza de un castigo ejemplar que envié el mensaje de que el crimen no paga. AK/PL /2005.

Esa mentalidad reactiva se ha infiltrado en casi todo el aparato burocrático, político y en algunos empresarios mercantilistas. Es una mentalidad que se opone a todo lo que desafíe su pequeño y limitado horizonte, sea una nueva metodología o sistema, o un enfoque novedoso que dispute lo tradicional y lo obsoleto. No hay razonamiento capaz de convencerlos porque el asunto es una cultura adquirida a través del tiempo, por el ejemplo de la repetición observada de ideologías retrogradas, mercantilistas, herencia de nuestra historia; y de los personajes que la escribieron con sus liliputienses complots de salón, convertidos a la postre en clanes de conveniencia gremial, más enfocados en el logro de prebendas mercantilistas y/o en reivindicaciones ideológicas del otro extremo.

Al final, la contaminación cultural, enraizada en todo el sistema, hace imposible la reestructuración de lo torcido, lo caótico e ineficiente. Solo cuentan las minúsculas paranoias de sus miembros demonizando tal o cual iniciativa de derecha o de izquierda, sea una “privatización, una concesión, o cualquier proyecto social que, en otras naciones, con una cultura más abierta hacia la libertad, la prosperidad y la justicia, funcionan para beneficio de la ciudadanía.

Y aunque renombrados intelectuales como el sociólogo Fukuyama que enfatiza la “confianza” (Trust) como parte fundamental de la prosperidad de las sociedades desarrolladas; o Jared Diamond en su obra, “Colapse”, señalando la cultura como causal determinante del auge y la caída de las sociedades sus economías y su medio ambiente, nuestro país sigue sin ese capital social, indispensable para revertir su subdesarrollo. AK/PL/06/2006.

Este movimiento pro dignificación del parlamento aprobando estas leyes, puede ser el inicio de la primavera chapina. La presión de la ciudadanía está ahí, presta para activarse. Pero tomemos en cuenta que estos estos son los cambios que debimos hacer nosotros, los guatemaltecos, sin ayuda ni presión extranjera.

Ojalá el presidente lidere este movimiento. Tiene la oportunidad de cumplir con la promesa que lo llevó al poder: “ni corrupto, ni ladrón”, decía.

alfredkalt@gmail.com

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.

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