SI ME PERMITE

Independencia con madurez

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“La libertad costó la sangre de muchos héroes, honremos su legado, celebremos la victoria y actuemos responsablemente” Mery Bracho

Cuando resuenan las bandas escolares en nuestro derredor y se escuchan expresiones de victoria propias de la juventud, nos comunican algo que está implantado en el corazón de ellos. Además, vemos la alegría de todos los preparativos para conmemorar las fiestas patrias y cada grupo con toda creatividad agregando un toque particular a la celebración, la cual cada año tiene algo diferente y de ese modo engalanan la fecha que marca nuestra historia.

Estas celebraciones que se repiten cada año tienen el deber de inculcar a los niños y jóvenes la herencia que están recibiendo, que deben asimilar para ellos lo que ciudadanos valientes y responsables lograron en el pasado y que hoy podemos gozar. Pero a los mayores también nos debe desafiar a manifestar con la madurez necesaria nuestro civismo porque somos aquellos que heredamos un estado libre y soberano para desempeñarnos dignamente.

Estos días son propios para una autoevaluación, preguntarnos cuánto hacemos y cómo nos comportamos para dignificar estas fechas. Claro está, podemos apuntar muchas cosas no favorables del pasado, pero si vivimos estamos proyectando para el futuro y allí podemos hacer la diferencia como individuos.

Pudiéramos discutir de políticas internacionales y acuerdos regionales, pero también es práctico iniciar cambios desde el lugar donde uno está para ser no solo más efectivos, sino más funcionales. Al observar el lugar donde estamos y donde nos movemos, una cosa sería el preguntarnos cuánta de la basura que está tirada en la vía pública es por mi culpa. Si celebramos una fiesta, nos arreglamos y vestimos acorde a la ocasión para poder lucir apropiadamente; por lo mismo, también nuestra nación debería estar presentable cada día porque es nuestra, libre y soberana.

Otro perfil de la celebración de lo nuestro está en lo que comentamos y que comunicamos. Es tan fácil admirar otras regiones y hasta soñar en emigrar allí porque se está mejor, lo cual no está mal. Pero por qué no revertir el razonamiento, en la mentalidad de preguntarse qué tienen ellos que pudiéramos desarrollar aquí, para estar como ellos o mejor que ellos. Claro está, aprendemos unos de otros y nos motivamos a mejorar cuando vemos lo que otros han alcanzado.

Lo anterior pudiera parecer como que no se quiere que uno mejore, pero no es ese el hecho, sino analizar nuestra propia estructura de pensamiento. Una ilustración que puede despejar el conflicto: personalmente no busco cambiar mis padres para mejorar, porque otras familias están mejor que la que uno tiene. Pero no es ningún desmérito observar cómo las otras familias viven, cómo hacen para estar como están, y así puedo aprender de ellos y mejorar sin cambiar de familia.

A la verdad nuestra patria es una gran familia a la que todos pertenecemos y cada uno de nosotros debemos hacer nuestra parte para que las cosas mejoren, no en bien de unos, sino en bien de todos.

Uno no escoge su familia, pero lo peor que puede hacer es simplemente conformarse y resignarse para quedarse como está. El reto es levantar la cabeza, visualizar las mejoras y con la voluntad contagiar a todos los miembros de la familia para movernos juntos al cambio. Aunque no lo comprendan, cuando el cambio se da le darán la razón, y si no la dan tienen el beneficio también.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.

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