EDITORIAL

Irresponsabilidad de largo recorrido

El alcalde de Omoa, un poblado de la costa atlántica de Honduras, estuvo el pasado viernes en Guatemala para presentar de manera directa una queja a las autoridades del país, por la contaminación que provoca en las playas de su municipio el cúmulo de desechos que arrastra el río Motagua hasta su desembocadura.

Aunque quizá para las autoridades guatemaltecas el reclamo deba pasar por una profunda revisión y estudios más a fondo, hay que reconocer que el Motagua, en su largo recorrido por casi tres cuartas partes del territorio nacional se ha convertido en un enorme desagüe, y pese a que también estarían involucradas muchas autoridades edilicias, se debe reconocer que buena parte de la irresponsabilidad recae también en millares de vecinos del área metropolitana.

Guatemala arrastra un largo historial de descuido, improvisación y hasta indolencia en el manejo de desechos, y la cuenca del río Motagua se ha convertido en una vía fluvial que traslada toneladas de desechos a diario, la mayoría de estos provenientes de las áreas norte y oriente de la capital: desagües domiciliares e industriales desfogan en distintos afluentes que confluyen en el río Las Vacas, justo adelante del municipio de Chinautla.

En cada invierno es posible contemplar el dantesco espectáculo de la crecida del río, a causa de las lluvias, pero es en verano, cuando baja el nivel, que se pueden ver los restos de envases plásticos y todo tipo de desechos sólidos atascados en sus riberas.

Por supuesto que a lo largo de su extenso recorrido la cuenca recibe aguas residuales de decenas de municipios, en los cuales nunca se ha emprendido la construcción de una sola planta de tratamiento, ya sea por ignorancia de los alcaldes, porque el tema queda relegado al considerarlo secundario o simplemente porque la corrupción no deja fondos disponibles. Existe poca visión para emprender obras visionarias, que no solo limpiarían el agua por motivos ecológicos, sino que mantendrían a salvo fuentes que son cada vez más escasas.

Prensa Libre ha documentado abundantemente ese drama y hasta ahora no se ha logrado ningún cambio, pese a ser verdaderamente lamentables las escenas que se han plasmado en nuestras páginas. De hecho, el área de conservación ambiental es una de las grandes debilidades de la administración pública en Guatemala, ya que tal función se ve sometida a intereses sectarios, golpeada por la destrucción impune de recursos forestales e hídricos y debilitada por la ausencia de legislación actualizada.

Resulta vergonzoso que haya tenido que venir la autoridad edilicia de un poblado hondureño a reclamar la irresponsabilidad ambiental colectiva para que se tomen cartas en el asunto, y ojalá esto conduzca a un cambio de actitud en muchos de los sectores involucrados en la implementación de soluciones a corto, mediano y largo plazos.

Lo denunciado hoy sobre la atroz contaminación del Motagua es un triste ejemplo de lo que ocurre con muchos otros caudales claramente deteriorados, como Amatitlán, en camino de convertirse en pantano, y Atitlán, en riesgo de perder su encanto legendario.

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