IDEAS

Trump: para bien o para mal

Hoy inicia una nueva etapa que será recordada en la historia, para bien o para mal, como la era de Trump. Su personalidad impredecible hace que mucho de lo que pasará a partir del viernes sea un completo enigma, difícil de pronosticar. Aunque ha dado alguna idea a través de Twitter y —más importante— a través de la designación de su gabinete, la verdad es que hasta que empiece a emitir las órdenes ejecutivas que ha ofrecido realmente no podemos estar seguros de qué hará.

Uno de sus ofrecimientos más importantes es la propuesta de reducir los impuestos a las empresas. Actualmente la tasa del impuesto sobre la renta corporativo en Estados Unidos es una de las más altas del mundo desarrollado: 35 por ciento. Trump ha ofrecido reducirla al 15 por ciento. Si lo hace, pasarían de tener una de las tasas más altas a una de las más bajas en el mundo desarrollado de un solo plumazo. Aquí debe aprovechar que va a tener bancadas mayoritarias tanto en la cámara Baja como en la cámara Alta, lo que probablemente hará más expedito este proceso de reducción de impuestos.

Este solo cambio hará una gran diferencia en las inversiones en ese país. Si a eso se añade la amenaza —que no creo que logre hacer realidad— de imponer aranceles absurdos a muchos productos, muchísimas empresas, no solo originarias de ese país, sino de todo el mundo, correrán a instalar sus operaciones allá. Imagínese, no sólo tendrán acceso libre e irrestricto al mercado más grande del mundo en casi todos los productos, sino que, además, pagando menos impuestos. No hay mucho que meditar al respecto.

Pero yo considero que debe ir todavía más allá. Junto con la reducción de impuestos debe establecer el procedimiento para que las empresas puedan repatriar sus utilidades extranjeras sin pagar impuestos.

Actualmente es tan caro hacerlo que las empresas han dejado parqueados en paraísos fiscales cientos de miles de millones de dólares que no sirven absolutamente para nada. Si se le quita ese alto impuesto a la repatriación de utilidades habrá una oleada de nuevas inversiones en Estados Unidos, con lo que se acelerará el desarrollo de nuevas tecnologías y servicios que permitirán que mejore sensiblemente el nivel de vida, no solo de los habitantes de Estados Unidos, sino de todo el mundo. Y, como corolario, de seguro también crearán bastantes empleos, que es la promesa de Trump.

Siempre salen los tontos útiles que se oponen a estas medidas, aduciendo el “costo fiscal” que tendrían —así le llaman a los impuestos que ellos creen que se dejarían de cobrar—. Pues ese argumento es completamente falso. No existe tal “costo fiscal”. Nadie en su sano juicio va a repatriar esas utilidades con los impuestos que ahora tienen que pagar. Ni siquiera hay necesidad de probar esa aseveración: los cientos de miles de millones de dólares parqueados sin generar nada en los paraísos fiscales la comprueban ya.

En otras palabras, si se mantienen los impuestos altos, no se va a generar ningún impuesto. Si se eliminan esos impuestos, llegará mucha inversión que generará mayor actividad económica y, por ende, más impuestos. ¿Tan difícil será entender esto?

Pero más importante aún. Si esas decisiones son importantes para la economía de Estados Unidos, con cuánta más razón lo serían para la economía de un país pequeño y necesitado de inversión como Guatemala.

¿Por qué no tomar decisiones en el sentido de reducir los impuestos y facilitar los procesos para atraer la inversión en lugar de subirlos y complicar al infinito los procesos, ahuyentándolas? No lo entiendo, ¿y usted?

Fb/jjliber

ESCRITO POR:

Jorge Jacobs

Empresario. Conductor de programas de opinión en Libertópolis. Analista del servicio Analyze. Fue director ejecutivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES).