CABLE A TIERRA

¿Un negocio “perfecto”?

El lago de Amatitlán tiene un lugar muy especial en mis recuerdos de la niñez. Pensar en el Lago es pensar en mi padre; en el viejo camino serpenteante por el que bajábamos para llegar a comprar rosarios de azúcar, mazapán y pepitoria; pasear en lancha o darse un chapuzón. Hasta principios de los ochenta, el Lago siempre estuvo allí, para nosotros. Sin embargo, lo que debió haberse convertido en una especie de “Parque Central” y reservorio de agua dulce para todo el sur del Área Metropolitana de la Ciudad de Guatemala (AMCG) es ahora un basurero acuático, receptor de todos los desechos domésticos e industriales que se generan cuenca arriba.

Un lector me había escrito pocos días antes de las lluvias torrenciales de la semana pasada, que arrastraron toneladas de basura hacia el Lago. Me comentaba acerca del basurero que se ubica a orillas de la carretera que va a Amatitlán: “Dentro de poco llegará a inmediaciones del lago. Tiene ya casi 75 metros y en algunos lugares, las filtraciones ya están contaminando las aguas subterráneas. El olor del metano, del óxido nitroso y otros gases ya se sienten a la orilla de la carretera cuando se pasa por ahí. El otro lado del Lago está en peores condiciones porque recibe las aguas residuales de las munis alrededor, incluyendo la de La Muni (de Guatemala), por el río Villalobos”. Me explicaba de las alternativas para el aprovechamiento de la basura, que contribuirían a resolver el problema.

Estos días he aprendido que existe algo llamado “economía de la basura” y es la base de las formas modernas de manejo de los desechos sólidos en otros países. Las modalidades que se pueden emplear para manejar este negocio son diversas: acción directa municipal; crear una empresa pública tipo Empagua o Emetra, que preste los servicios a toda el AMCG; consorcios mixtos (público-privado) o concesiones plenas a empresarios privados pero que además de tener su ganancias dejan ingresos para la institucionalidad pública y externalidades positivas a la sociedad.

¿Si se pueden manejar los desechos sólidos de otra manera y generar ingresos, por qué las munis del AMCG no han caminado en esta dirección? ¿Qué explica que la “anomia municipal” llegue al punto de dejar que se destruyan los cuerpos de agua del territorio que cobija cerca de una cuarta parte de la población total del país?

Un amigo solía decir que “cuando nadie se beneficia con una política pública es porque ya alguien se está beneficiando con el estatus quo”. ¿Qué tal entonces si cambiamos el lente de análisis y nos preguntamos quiénes se benefician con la situación actual? Se me ocurren varias ventajas actuales que tendría una economía rentista de la basura: actualmente no se tiene que pagar por la materia prima; la gente la produce en abundancia y quiere deshacerse de ella. No hay que importarla. La Muni de Guatemala es “tan generosa” que hasta permite que de otros municipios vengan a tirar basura al vertedero de la zona 3. No hay que transportarla al centro de acopio; la llegan a dejar. Además, hay un ejército de gente especialista en el oficio de separar y clasificar, que operan como “agentes libres” y no representan “carga laboral” alguna. En estas condiciones, los costos de operación deben ser muy bajos y las ganancias altas.

En una cultura proclive a la ganancia fácil, acostumbrada a medrar de los bienes públicos (sí, la basura es también un bien público, que podríamos aprovechar) solo para beneficio particular, a alguien podría favorecerle que las cosas sigan como están. Les dejo, estimados lectores, esta hipótesis para que la piensen durante la semana.

karin.slowing@gmail.com

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