CON OTRA MIRADA

Urbanismo y Arquitectura ¿profesiones en desuso?

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Las ciudades son para sus habitantes lo que la casa  para la familia; es decir, el espacio físico en el que el hombre desarrolla actividades públicas como administración, trabajo, educación, salud, distracción y deporte, y privadas, como descanso, alimentación, procreación y socialización, entre otras.

El urbanismo crea los espacios públicos y la arquitectura, los edificios. En ambos casos, la ubicación geográfica, clima, altura respecto del mar y otras, determinan su solución. De ahí que cada ciudad tenga su carácter con el que se identifica al pueblo que la construyó. Así tenemos las ciudades y centros ceremoniales creados por las culturas precolombinas, las de la colonia española y arquitectura del período republicano y la gama de influjos que le sucedieron hasta nuestros días… cuando se dejó de planificar. El resultado, su crecimiento desordenado las convirtió en un infierno vehicular.

Hoy, el urbanismo se entiende como una actividad social y económica, cuyo uso y aplicación recae en los administradores públicos de las ciudades y del territorio, es decir, de los alcaldes; responsabilidad que, como bien sabemos, pocos han asumido. La arquitectura no ha dejado de producirse, pero limitada a los espacios urbanos existentes, provocando deterioro al paisaje urbano y arquitectónico y, peor aún, la densificación del uso del suelo, que al no contar con la componente urbana, genera caos.

Las ciudades se comportan como un organismo vivo que se transforma; requiere de servicios y mantenimiento y, por supuesto, crece. Para eso se crean instrumentos técnico-legales, como planes de desarrollo y ordenamiento territorial, como de conservación, que permitan mantener la calidad de vida a los vecinos.

Uno de los más importantes intentos por descongestionar el área fundacional de la ciudad de Guatemala fue la creación del Centro Cívico, que incluyó el Centro Cultural y la demolición de la Penitenciaría Central para dar lugar a la Corte Suprema de Justicia. El conjunto quedó intercomunicado a través de escalinatas, plazas y otros espacios abiertos, enriquecidos con murales integrados a la arquitectura moderna y contemporánea de los años 1950-60.

A esos proyectos siguió el Esquema de Desarrollo y Ordenamiento Metropolitano, que retomó la idea del Anillo Periférico y propuso estudios de desarrollo urbano que no tuvieron un final feliz. Gobiernos sucesivos dejaron de planificar a gran escala, enfocándose en resolver las demandas que el desbordamiento vial, comercial y habitacional provocaron, permitiendo que la iniciativa privada tomara ventaja de sus estudios, lo que impidió aplicar las soluciones previstas debido al alza del valor de la tierra que esa práctica impuso.

La malintencionada acción de hacer ineficiente al Estado llevó a la creación de entidades mixtas (Estado-Empresarios) como Pronacom y su engendro, Anadie, con el propósito de usufructuar los bienes de la Nación. Los casos del Centro Administrativo del Estado en Fegua, contiguo al Centro Cívico, y su alianza con los dueños de la tierra alrededor de La Antigua Guatemala, son emblemáticos. El primero, para generar un conjunto de edificios que generará una singular renta inmobiliaria y el segundo, para crear onerosos planes de ordenamiento (US$5 millones de préstamo con el BID), que garantizará obtener beneficios derivados del prestigio de la histórica ciudad, sin necesariamente generar desarrollo.

En todo ese juego inmobiliario, el urbanismo y la arquitectura no parecen tener cabida, pues ni falta hacen. La especulación en el uso y valor del suelo es ahora el modelo a seguir.

jmmaganajuarez@gmail.com

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.