CABLE A TIERRA

Valoremos el papel de las Plazas

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Hay alguna gente que da limitado valor al papel que han tenido las movilizaciones ciudadanas que se han dado en los últimos dos años en los acontecimientos políticos que están sacudiendo el país por los excesos, abusos e ilegalidades cometidas por funcionarios de los tres poderes del Estado. Para algunos, las manifestaciones ciudadanas son secundarias: dense o no, serán las instituciones quienes, a final de cuentas, las llamadas a resolver la crisis política. También hay gente que descalifica las manifestaciones, estigmatiza a las organizaciones participantes o tilda de “acarreados” a quienes hemos ocupado las Plazas de todo el país.

Yo, en cambio, no puedo ni imaginarme que el país pueda tener alguna posibilidad real de cambiar para bien si los sujetos ciudadanos no nos involucramos activamente y hacemos acciones concretas, visibles y organizadas de esa decisión. En ese marco, las movilizaciones masivas, las caminatas y manifestaciones tienen un sentido todavía más estratégico. La protesta pública y colectiva en general es, en primera instancia, un mecanismo poderoso para rescatarnos a nosotros mismos de la anomia e inercia en que hemos estado sumergidos tantos años y que ha sido uno de los factores que ha hecho posible también tantos abusos. Recuperar cada quien ese sentido concreto de pertenencia a un conjunto mayor; saber que hay otros que piensan, sienten y los mueve lo mismo, que somos capaces de movernos al unísono, que nuestra voz cuenta y que podemos converger en algunas reivindicaciones compartidas, son pasos iniciales de una ciudadanía que toma conciencia de su condición de sujeto ciudadano.

Valorar de esta manera las manifestaciones ciudadanas no significa, por supuesto, caer en la ingenuidad, que con ellas basta para remover las raíces del sistema político corrupto. Pero es innegable que las Plazas están generando otros tipos de acciones ciudadanas que solo espero se sigan multiplicando: los amparos y recursos de inconstitucionalidad que han interpuesto algunos ciudadanos y organizaciones; las acciones de los estudiantes declarando “No Gratos” a diputados integrantes del Pacto de Corruptos. Los vecinos rechazando a sus diputados distritales; Empresas que deciden no atender en sus instalaciones a esta clase de gente.

Posiblemente algunos anticiparán que este tipo de acciones no tienen impacto ni fuerza para sacar a los corruptos del poder y refundar nuestro sistema. Los veo, en cambio, como semillas de esa ciudadanía que germina, que toma, paso a paso, conciencia de su poder y comienza a asomarse al ejercicio de su ciudadanía política. Como esas, no dudo que veremos próximamente más y más expresiones de esa ciudadanización creciente. Cito hoy un caso que merece relevancia: La decisión del sindicato médico del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) de postular, en alianza con otros sindicatos de sector público y de sector privado, un candidato que renueve la representación del sector trabajador ante la Junta Directiva de la institución. Por supuesto, un candidato idóneo, honesto y con conocimiento en el tema que oxigene la Junta Directiva.

Son esos frentes ciudadanos multiplicados y diseminados por todos lados los que permitirán que las Plazas vayan generando una siguiente etapa: Organización social renovada y gente proba que se anime a incursionar en la lucha por los espacios de decisión en distintos frentes del Estado. Que esté dispuesta —y tenga el respaldo ciudadano y de sus organizaciones— para ir enfrentando la resistencia al cambio y a las mafias incrustadas en cada resquicio del Estado, reemplazándolas por gente que tenga verdadero interés en trabajar por el país.

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