La paranoia en la política

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EN EL CAMPO DE la política, sobre todo entre quienes han llegado por elección o por nombramiento a puestos de primer orden, muchas veces se tiende a sufrir de esos errores de interpretación de los hechos. A esto contribuyen las críticas, ya sea provenientes de los partidos de oposición o de grupos específicos de ciudadanos, como la academia, el sector privado, la prensa de opinión, la iglesia en cualquiera de sus manifestaciones, los sindicatos, etcétera. Los presidentes, los alcaldes, los diputados, los ministros, incurren en ese común error, muchas veces como consecuencia de hacer caso a quienes les hablan en el oído para lisonjearlos o para meterlos, no siempre en forma inconsciente, en problemas absolutamente innecesarios.

LA PRENSA Y SU LABOR muchas veces es el centro del cual emanan con mayor vehemencia las interpretaciones equivocadas de los políticos. Los editoriales o las columnas críticas a las decisiones, acciones u omisiones del gobierno o de un funcionario, son considerados parte de una conspiración en la cual participan, en mayor o menor medida, directores, editorialistas, columnistas, reporteros, fotógrafos. Hay solo un paso de distancia a pensar en contubernios con los partidos de oposición, lo cual hasta cierto punto es explicable. Pero el asunto se vuelve lamentable al extremo cuando nace y se afianza la idea de acusar a gente del propio equipo gubernativo de ser cabecilla de la supuesta asonada contra el gobierno o quienes lo ejercen y encabezan.

ESTO ÚLTIMO, VER JUDAS en las propias filas, es la manera más segura de decepcionar a quienes colaboran y también de mandar al resto del aparato burocrático un mensaje de decepción. Nunca faltan las filtraciones y las cosas salen a luz, tarde o temprano. Lo más complicado de todo esto es la posibilidad de no ser una mala interpretación, como fue el caso de Watergate, en Estados Unidos, donde las informaciones a la prensa llegaban desde adentro. Aunque esto resulta ser relativamente normal en la actividad política, no implica la existencia del complot, del contubernio. La Historia está llena de casos de buenos colaboradores cuya capacidad dejó de ser aprovechada. Hace algunos siglos, los chismes fueron el motivo de decapitaciones.

LA PRENSA, TANTO EN SU aspecto informativo como de opinión, así como los columnistas, cuando son serenos no dirigen sus críticas a la persona como tal, sino a la persona con un determinado cargo, porque lo ostenta. Generalmente se deben a las acciones equivocadas del gobierno o sus funcionarios. Por eso, lejos de ver micos aparejados, como se dice popularmente, quienes son criticados deben tomar tales criterios como asesoría gratuita, porque les permite conocer otras formas de ver y analizar los hechos, sin la nebulosidad del entusiasmo, del orgullo, o de los criterios tomados en cuenta en los círculos del poder. Tengo muchos años de analizar reacciones de los políticos, y es sorprendente la repetición de las actitudes paranoides.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.