EDITORIAL

Tan letal como la corrupción

Junto a ese flagelo existe otro que también  impacta en el desarrollo  de los guatemaltecos, y es la sea la violencia, que supera al anterior por sus efectos mortíferos directos y las secuelas que deja, tanto en círculos familiares como en las finanzas públicas. Y es que  la violencia no solo se cobra la vida de al menos 15 guatemaltecos cada día, sino que  tiene unas repercusiones  catastróficas sobre la economía nacional, pues solo el servicio de salud pública eroga millonarias cantidades de quetzaltes en atención a víctimas.

Aunque en Guatemala subyace un elevado subregistro estadístico acerca de las implicaciones económicas de la violencia, se sabe de sus elevados costos en algunos centros hospitalarios públicos. Solo en el caso del Hospital Roosevelt, el director de esa entidad, Carlos Soto, afirma que el tratamiento de alguien que ingresa a esas instalaciones para recibir atención médica por una herida superficial de bala podría implicar que el Estado desembolse al menos unos Q6 mil en la recuperación de un paciente.

Según esos mismos cálculos, estos costos podrían crecer más de cinco o seis  veces si trata de atender a un niño que haya sido herido por alguna bala perdida, porque estos pacientes reciben atención en cuidados intensivos. Una erogación para el Estado que podría rondar los 40 o 50 mil quetzales, y hay que tomar nota de que las autoridades se refieren a casos como estos, en los que se producen heridas superficiales de bala, lo que indudablemente implica costos astronómicos por atención a víctimas de ataques más severos.

Un añejo estudio elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con datos del 2005, refería que los costos de la violencia en Guatemala para ese año podrían ser de casi Q18 mil millones, algo que se estimaba que podía ser el equivalente al 7.3 por ciento del producto interno bruto del país para ese año. Se apuntaba en el mismo estudio un dato que comparativamente reflejaba la magnitud de la tragedia, y era que esos daños duplicaban los costos causados a su vez por la tormenta Stan para ese mismo período.

Datos que aterran y que evidencian lo importante que reviste para cualquier gobierno encarar la problemática, que junto a la corrupción constituyen el mayor lastre para el avance de cualquier nación. Solo en el caso de la violencia se puede ver que esos costos triplican el presupuesto asignado al Ministerio de Educación, o podrían cuadruplicar también lo que se gasta en el Ministerio de Gobernación durante un año.

Queda claro que la violencia no solo tiene una dimensión trágica, sino que sus consecuencias también nos afectan a todos.

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