Revista D

“El éxito es del que persevera”

Los pies y la boca de la artista plástica María Eugenia Nájera (1959) se han convertido en instrumentos poderosos para pintar con destreza. Las habilidades que ha desarrollado con sus extremidades inferiores le han permitido crear obras que para muchos serían proezas.

Nájera se dedica a pintar en su estudio todas las mañanas (Foto Prensa Libre: Álvaro Interiano)<br _mce_bogus="1"/>

Nájera se dedica a pintar en su estudio todas las mañanas (Foto Prensa Libre: Álvaro Interiano)

La artista afirma que sus dedos son como una especie de pinzas, ya que con ellos sostiene con facilidad el pincel, abre una caja, dobla, corta y pega un pedazo de papel. Con la boca domina el pincel para los trazos más finos.
María Eugenia nació con parálisis cerebral; sin embargo, a fuerza de fe y perseverancia encontró en el arte un camino para superar sus limitaciones. Su vida se ha convertido en un ejemplo.
Junto a más de 80 artistas participa en la muestra colectiva “Poderosas, deja tu huella”, exhibición que reune una colección de obras femeninas y que permanecerá hasta el 28 de noviembre en el Museo de Arte Moderno Carlos Mérida, zona 13.
Rodeada de pinturas, en la sala de su casa Nájera nos habla de su vida, su arte y las personas que han sido fundamentales. Una de ellas, su hija María del Pilar Bonillo, de 19 años, quien, asegura, fue un milagro tener.

¿Su discapacidad es congénita?
Sí. Mi madre me tuvo a los 37 años. Era una mujer muy trabajadora y responsable. Tuvo placenta previa y nací prematura —seis meses y medio— y con parálisis cerebral. Estuve en incubadora durante cuatro meses. De niña padecí muchas enfermedades.

¿Cómo encontró el camino para dedicarse a la pintura?

Fue parte de un proceso de rehabilitación. Recibí fisioterapia en el hospital Jorge von Ahn, zona 1. Aparte de eso, mis padres me apoyaron en todo sentido. No me encerraron; al contrario, me llevaban a muchos eventos sociales.

¿Cómo influyó el apoyo de sus padres en su vida?
Me hizo más segura de mi circunstancia. Sin embargo, en mi adolescencia tuve muchos choques, porque no era igual que los demás y tampoco era tratada igual. Me enojé y durante un tiempo me disgusté con mis papás. Pero con el tiempo reflexioné, recuerdo que estaba en mi habitación, vi una luz en la ventana que se reflejó en la pared. Pensé: “Voy a ser pintora“. Fue un llamado.

¿Cuándo descubrió que podía pintar?
Al principio jugaba muñecas y trozos con mis pies. Lo hacía a escondidas de mi madre, pues ella no quería que los usara. Cuando ella se iba, me quitaba los zapatos y jugaba. Tuve una fisioterapeuta que me enseñaba a usar mis manos, pero las cosas pequeñas como abrir una caja, doblar un papel, cortar y pegar con goma las hacía con los pies, incluso hice un poco de costura.

¿Desde cuándo pinta?
Desde los 12 años. Empecé haciendo trazos. En un principio no me salía nada bien, pero conforme insistía fui mejorando. Después logré más control sobre lo que quería hacer, por medio del ejercicio. Empecé con crayón pastel, luego acuarela y también crayones. Ahora prefiero el óleo, pues si uno comete un error es posible arreglarlo.

¿Tiene alguna rutina para pintar?
Lo primero que hago al levantarme es dar gracias a Dios por el día. Luego de ver las noticias, voy a mi estudio y frente al lienzo en blanco reflexiono qué tipo de cuadro pintaré. Lo preparo, y al día siguiente tomo una fotografía y empiezo a dibujar. Terminado el dibujo, descanso. Trabajo unas dos horas y media. Luego empiezo a aplicar color por capas. Me tardo entre tres semanas a un mes para terminar cada pintura. Trato de descansar, por mi columna.

¿Quiénes la han ayudado en su carrera artística?
La Fundación Artes Muy Especiales me ha impulsado muchísimo. Sonya de Peter y su esposo Wálter —ya fallecido— se han preocupado por los artistas con discapacidad, en pintura, teatro, baile en silla de ruedas y canto, desde 1995.
Me permitieron exponer mi obra en diversas galerías y eventos. También me apoyaron para participar en
Washington, y luego en Brasil.
Ahora imparto talleres de pintura en algunos colegios, donde concienciamos a los estudiantes de que la persona con discapacidad también tiene habilidades artísticas que puede desarrollar.

¿Considera que ha evolucionado como artista?
Me considero copista, pero hay momentos en que quiero convertirme en impresionista. De hecho, mi trazo lo es. Pero, claro, la parálisis te limita, no puedes hacer las cosas tan perfectas, pues hay momentos en que estoy haciendo un trazo y de pronto me viene un espasmo y se me tuerce el pincel.

¿Y esto la enoja?
Trato de que el espasmo no me domine. Respiro hondo y lo controlo. El ruido me altera. Me gusta el silencio o la música clásica, pero los ruidos fuertes me provocan espasmo.

¿Quiénes son sus artistas favoritos en la pintura?
Rembrandt, Claude Monet y Vincent van Gogh un poco, por su colorido. También me gustan las pinturas hiperrealistas de Luis Penedo de la Riva, mi maestro; Jorge Mazariegos Jr, Lucrecia Mancilla, Josefina Polantinos y Manolo Gallardo. Con el maestro Gallardo aprendí a corregir y a pintar el tono de la piel.

¿Qué piensa del arte moderno?
Prefiero los impresionistas.

Nájera alista sus pinturas y una hoja de papel para mostrarnos sus habilidades. Con un óleo azul prepara un fondo. Los dedos de los pies han desarrollado fuerza. Es capaz de mover una pequeña mesa, sujetar el pincel y la toalla para limpiar la superficie al trabajar.
¿Recibió clases de pintura?
Estuve un año en la Escuela de Artes Plásticas, con el maestro Juan de Dios González, una magnífica persona, muy cariñoso. Siempre me decía: “Después de pintar se lava sus pies”. También estudié por correspondencia en el Progress Institute.

¿Qué valores le permiten superar sus dificultades personales cada día?
La fe y tener paciencia, que algún día Dios me va a liberar de esta situación.
Enseño a las personas que los golpes son muy amargos, pero el éxito es del que persevera.
Esta enfermedad —parálisis cerebral espástica— no es irreversible. Espero que algún día un científico invente una especie de chip que pueda conectarse al cerebro y así superarse la coordinación motora.

¿Qué hay de sus estudios de psicología?
Todo comenzó por un programa para aprender computación en la Universidad Francisco Marroquín. Era complicado, entonces trasladé la beca para estudiar psicología clínica. Tengo pénsum cerrado. Ejerzo como consejera, especialmente en la escuela para padres de Fundabiem.

¿Y cómo se moviliza?
En un principio, en camioneta. Tuve una experiencia positiva en Estados Unidos, y era muy cómodo. Cuando le dije a mi papá que iría a la Universidad se moría de angustia, pero aprendí a trasladarme en bus, el cual, por lo general, paraba unos metros antes o después de donde yo lo esperaba. Estudié durante siete años.
El problema de la vértebra vino después. Me puse a pintar con ahínco por muchas horas. Recuerdo que el artista Ramón Banús decía que mi pintura era pura pasión. Trataba de terminar la obra de un solo y fue mucho esfuerzo. Ahora necesito una operación para poner la vértebra en su lugar.

¿Qué significó procrear a su hija?
Es una patoja inquieta, fue un milagro. Yo se la pedí a mi Señor. Es muy alegre, sociable y cariñosa. Hemos aprendido, junto a mi esposo, a conocernos. Recuerdo que cuando era pequeña me la llevaba a la Antigua y le ponía un cincho para que no se escapara. Una vez de todos modos lo hizo y me asusté mucho.

¿A quiénes admira?
A la abogada Yolanda Pérez Ruiz. Fue mi maestra en el colegio. Nos enseñó la justicia, la responsabilidad y el trabajo. También aprecio a Yolanda Cofiño e Isabel de Bosch.
Usted es vista como un ejemplo para superar adversidades.
Sí, me he dado a conocer en el medio cultural y social para abrir caminos a las personas con discapacidad. Todos tenemos derechos y obligaciones: a la cultura, el deporte, al trabajo, y como personas, a tener un espacio en la sociedad.

Imagino que tiene muchas anécdotas, ya
que ha vivido situaciones difíciles.
Por supuesto. Lo he tratado de olvidar porque produce dolor. Tal vez cuando entraba a un restaurante o almacén, las señoritas no se interesaban en ofrecerme sus productos. Me paraba frente a ellas y pedía que me atendieran. Luego pedía favor que me sacaran el dinero de mi bolsa para pagar.
Hay que enseñarles a las personas y afrontarlas. Hace falta educar en esta área. Pero han pasado los años y la gente se ha dado cuenta de nosotros. Otros grupos con discapacidad han luchado mucho y se han dado a conocer, especialmente los no videntes.

PERFIL
Desde los 12 años   se dedica a pintarcon los pies y boca, debido a una parálisis cerebral.  
Estudió psicólogía clinica (pénsum cerrado), Universidad Francisco Marroquín.
Imparte talleres de pintura en colegios.
Recibió la medalla de Mujer del Año en 1995, de la Oficina Nacional de
la Mujer.

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