Revista D

Refugio natural

Sierra Caral, un ecosistema único y frágil declarado área protegida

La Reserva Hídrica y Forestal Sierra Caral fue declarada Área Protegida por el Congreso de la República, bajo el Decreto 16-2014. Comprende 19 mil 13 hectáreas, agrupadas en tres zonas de protección: zona núcleo, zona de uso múltiple y zona de amortiguamiento. (Foto Prensa Libre: cortesía Fundaeco).

La Reserva Hídrica y Forestal Sierra Caral fue declarada Área Protegida por el Congreso de la República, bajo el Decreto 16-2014. Comprende 19 mil 13 hectáreas, agrupadas en tres zonas de protección: zona núcleo, zona de uso múltiple y zona de amortiguamiento. (Foto Prensa Libre: cortesía Fundaeco).

El intenso sonido de las cigarras inunda el ambiente a medida que el vehículo todoterreno se interna en un trecho poco transitado de la recién declarada área protegida Reserva de Sierra Caral, en Morales, Izabal. A paso lento se avanza entre las tupidas montañas, mientras se pueden observar palmeras gigantes, helechos y árboles milenarios, testigos del paso del tiempo. Este lugar es el refugio para especies endémicas —únicas— de anfibios e insectos, así como variedad de flora y fauna.

La Reserva Hídrica y Forestal Sierra Caral fue declarada Área Protegida por el Congreso de la República, bajo el Decreto 16-2014 el mes pasado. Con esta nueva zona protegida, Guatemala cuenta con 324 áreas con esta categoría, las cuales conservan el 32 por ciento del territorio nacional, según datos del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap).

Se encuentra a 286 kilómetros de la capital, en la frontera con Honduras. Se llega por Morales, Izabal, por un camino de terracería, el cual se recorre en aproximadamente hora y media. Durante este tramo se atraviesan pequeños puentes de madera, ríos y pasos estrechos, los cuales, debido a la época lluviosa, están saturados de barro.

Un rótulo anuncia el arribo al corazón del área protegida. Los comunitarios lo conocen como finca La Firmeza, una de las tres zonas núcleo, junto con Peñitas San Joaquín y la región Negro Norte, que abarca la reserva.

Al fondo se observa una hermosa casa patronal construida con madera. Alberto Suchité, guardián del lugar, cuenta que durante varios años esta perteneció a Maderas El Alto. Hoy los comunitarios de San José Bonanza trabajan para convertirla en un albergue apto para el turismo.

Amenazas

La riqueza biológica de este lugar ha vivido bajo la amenaza constante de la depredación, ante el inminente avance de la frontera agrícola y ganadera, así como por las invasiones de personas en las zonas aledañas.

Según la Fundación para el Ecodesarrollo y la Conservación (Fundaeco), principal promotora de la iniciativa de ley protectora y que tiene a su cargo el área, de 1991 al 2006 se perdieron seis mil 647 hectáreas de bosque, y del 2001 al 2010 aumentó la tala debido a que se perdieron otras cuatro mil 230 hectáreas, como consecuencia de las recurrentes invasiones de tierras privadas y nacionales.

“La ausencia de autoridades ha favorecido la apropiación ilegal, a pesar del difícil acceso a la zona”, cita uno de los documentos de la entidad.

Fauna abundante

Hay dos caminos principales para recorrer el bosque, el cual se divide en dos ecosistemas: bosque muy húmedo tropical —a menos de 900 m.s.n.m— y bosque muy húmedo subtropical —900 a mil 200 m.s.n.m—. Estos son la ruta de la catarata y la de los anfibios.

Antes de comenzar cualquier trayecto, todos los visitantes deben sumergir el calzado en un balde de agua clorada, para desinfectarlo. “Es para prevenir el contagio del hongo quítrido, que afecta la piel de los anfibios, que son muy sensibles”, explica Élder Pérez, coordinador de Fundaeco en Sierra Caral.

Se han identificado cerca de 30 especies de anfibios, entre las que se encuentran seis de ranas y salamandras exclusivas de Sierra Caral. Además, es un importante refugio para las familias de insectos, pues se han identificado 14 especies endémicas de coleópteros —escarabajos—, de las familias Passalidae y Scarabaeidae.

En cuanto a las aves, se han reportado más de 200 especies, de las cuales 31 son endémicas regionales, algunas en estado de vulnerabilidad, por la pérdida de hábitat y la cacería. Los especialistas consideran que la sierra es un área de gran importancia para el paso de aves migratorias como la pava pajuil (Penelopina nigra), en estado de vulnerabilidad.

Entre los mamíferos se han identificado jaguares, pumas, tigrillos, ocelotes, venados, tepezcuintles y armadillos.

Pérez comenta que hace un par de semanas se colocaron ocho trampas cámara para documentar la fauna, y que serán revisadas con regularidad, para estudiar el movimiento de las distintas especies.

Tres zonas de protección

El área protegida de 19 mil 13 hectáreas, abarca tres zonas núcleo separadas: Peñitas-San Joaquín, Región Negro Norte y Región La Firmeza, que en conjunto suman cuatro mil 676 hectáreas.

En esta sección el manejo de la tierra es totalmente restrictivo. En esta zona se prohíbe el cambio de uso del suelo y la tala. “Tiene características hídricas y biológicas de gran potencial genético. No hay comunidades en esta zona”, comenta Pérez.

La segunda área se conoce como zona de uso múltiple. Acá el manejo del suelo es un tanto restrictivo, pues combina la protección de la cobertura forestal, restauración de bosques junto con cultivos permanentes, agroforestales y silvopastoriles, indica la ley.

En este lugar se encuentran la mayoría de las 22 comunidades, comenta el coordinador de Fundaeco. “Hay fincas grandes y plantaciones de hule, por ejemplo”. Además, la ley especifica que en este anillo de protección no se permitirán nuevos asentamientos humanos.

En la zona de amortiguamiento se concentra la actividad agrícola y ganadera.

En las tres secciones, sin embargo, está prohibida la explotación de la minería a cielo abierto.

Proceso complicado

La declaratoria de Sierra Caral fue un proceso largo y complejo, explica Marco Vinicio Cerezo Blandón, director general de Fundaeco, quien cuenta que tardó unos seis años, tiempo durante el cual pudieron observar cómo se deforestaba el área.

“A los distintos atrasos en la declaratoria se sumó el problema de legalización de tierras, que en su momento estuvo a cargo del Registro de Información Catastral (RIC)”, dice Cerezo. Asimismo, comenta que en lugar de evaluar propiedades legales, los técnicos llegaron a medir “pretensiones” de gente que no era del lugar, factor que aceleró el proceso de invasión y apropiación anómala de áreas.

“Un tercer factor que paró por mucho tiempo el proceso fueron las dos enormes fincas privadas del narcotraficante Mario Ponce —extraditado— dentro de la zona de uso múltiple, lo cual provocó desplazamientos de pequeños colonos del Valle del Motagua hasta invadir la Sierra”, asegura Cerezo.

“Además, por la frontera de Honduras los invasores se han ubicado en la zona y la han deforestado, por lo que demanda la presencia del Ejército, para patrullar la frontera”, expresa Cerezo.

Ecoturismo

La comunidad de San José Bonanza se organiza para ofrecer mejores servicios para los visitantes que gusten del ecoturismo. Sin más recursos que piochas y azadón, se han encargado de habilitar senderos y caminos. Sin embargo, están conscientes de que falta mejorar el acceso a la zona, así como las condiciones para pernoctar, concretamente servicios de luz, agua potable y sanitarios.

Gonzalo Chacón, promotor comunitario, indica que la mayoría de visitantes son investigadores especializados, aunque también han llegado grupos de jóvenes.

Jorge Díaz, educador ambiental, apoya con visitas guiadas para dar a conocer a los visitantes las cualidades de la flora y fauna del lugar.

Se espera que para el verano del próximo año haya servicio completo, con capacidad para unas 16 personas. También se recomienda que las visitas sean en época de verano.

Corredor biológico

Falta mucho por hacer. Pérez hace énfasis en la necesidad de que el Conap nombre más guardarrecursos, pues por ahora solo hay dos, pagados por Fundaeco.

El siguiente paso será la integración de un consejo ejecutivo local, para la administración del área protegida. Seguidamente corresponderá coordinar el plan maestro. “Debe diseñarse utilizando una metodología participativa de los distintos actores para ordenar el uso y que se pueda armonizar un desarrollo económico sostenible”, afirma Pérez.

Otro de los principales retos con esta declaratoria, según Cerezo, es que este bosque, hoy fragmentado, pueda recuperarse en un solo corredor biológico, para la sobrevivencia y tránsito de aves y especies en peligro, como el puma o el jaguar.

Cerezo enfatiza en la necesidad de trabajar con las comunidades para reforestar, proteger, ofrecer educación ambiental y apoyar los sistemas productivos agroforestales como hule, café o cacao que recuperen la cobertura boscosa. “Un mosaico de bosque natural, reforestado y plantaciones recupera el paisaje”, sostiene.

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