Baja Verapaz

Viven entre la pobreza y el olvido

Bajo la sombra de la pobreza y pobreza extrema viven miles de familias en la provincia, un problema que se agudiza ante la indiferencia del Estado para garantizar el acceso a la alimentación, salud, educación y vivienda, con lo cual se condena a las personas a vivir en  precariedad y   abandono, según  líderes indígenas y entidades de derechos humanos.

En la humilde vivienda de Angélica López, en Patulup, Santa María Chiquimula, Totonicapán, también viven su hija y sus ocho nietos. (Foto Prensa Libre: Édgar Domínguez)

En la humilde vivienda de Angélica López, en Patulup, Santa María Chiquimula, Totonicapán, también viven su hija y sus ocho nietos. (Foto Prensa Libre: Édgar Domínguez)

El Mapa de Pobreza en Guatemala,  elaborado por el Banco Mundial (BM) y el Instituto Nacional de Estadística (INE), destaca que el 44 por ciento de los municipios rurales del país viven en pobreza y que  tres de cada cuatro personas  son víctimas de la miseria y la desigualdad, con mayor incidencia en Alta Verapaz, Sololá, Totonicapán y Suchitepéquez.

La penuria encaja con el retroceso que tiene Guatemala en el Índice de Desarrollo Humano, estudio que efectúa cada año el Programa de  las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y que en el 2015 colocó al país en el puesto 128 del ranquin mundial,  solo  arriba de Honduras y Haití, como los peores del continente. En 1980 Guatemala figuraba en el lugar 89, y desde el 2011 al 2013, en el 125.

El PNUD  también destaca que en el país aumentó  a 71.2 años la esperanza de vida, lo que contrasta con la realidad en el área rural, pues debido a la sequía y la falta de seguridad alimentaria, en el 2015 la desnutrición infantil cobró la vida de 92 niños, según datos del Sistema de Información Gerencial de Salud.

La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2014 (Encovi) destaca que entre el 2000 y  2014 la pobreza aumentó en 2.9 puntos porcentuales, de 56.4% alcanzó el 59.3%. Señala que Alta Verapaz y Sololá son los departamentos con más pobreza, por arriba del 80%, seguido de Totonicapán, con 77.5%.

Repudian abandono

Byron Paredes Tiul, defensor de los derechos de los pueblos indígenas de la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH), señaló que la situación tiene connotación histórica desde de la Colonia, cuando los campesinos fueron despojados de sus tierras.

“El Gobierno ha tenido en total abandono a  la población indígena, que es la que más sufre  de pobreza, porque  no ha creado mecanismos para mejorar las condiciones de vida. La ley de desarrollo urbano y rural es una deuda histórica que tiene el Estado hacia los indígenas”, señaló.

El desvío de ríos es otro problema que contribuye para que la pobreza llegue a las comunidades, agregó Tiul.
Ana Chorror, coordinadora de la Organización de Mujeres de Sololá, calcula que en ese departamento unas 40 comunidades de la bocacosta no cuentan con servicios básicos. “No hay apoyo del Estado, solo promesas que vienen de hace 20 años. Lo lamentable es que la desnutrición y la pobreza van en aumento”, dijo.

Gervasio Calel, alcalde comunitario de Totonicapán, opina que el Gobierno nunca ha prestado atención  a los más pobres y que  un caso particular ocurre en Santa María   Chiquimula y Santa Lucía La Reforma, que  alcanzan niveles extremos  de pobreza.

Juan Yax, gobernador de Totonicapán, reconoció que las condiciones de pobreza  en que viven vecinos de  varias comunidades  son “deplorables”, y aduce que  se debe al crecimiento poblacional; sin embargo, reflexionó sobre la importancia de impulsar programas  que ayuden al desarrollo.

“Es importante velar por la salud y seguridad alimentaria y que los servicios  lleguen hasta las comunidades más lejanas”, refirió Yax.

Karla Mendoza, coordinadora de  trabajo social del Área de Salud de Huehuetenango, indicó que los vecinos de zonas rurales afrontan problemas serios de salud, pese a los “esfuerzos” que hace el Gobierno por erradicar el hambre.

Mailen Orrego, trabajadora social del Área Salud Sur de Petén, ve  que es “preocupante” el panorama   en las comunidades, en especial en la  zona de adyacencia entre Guatemala y Belice.

“Los campesinos no tienen otra opción de trabajo   que labrar la tierra”, lamentó Orrego.

Víctimas

Varias familias del cantón Tacaná, Ixtahuacán, Huehuetenango, son  ejemplo de la extrema pobreza  que azota  al país, pues  en esos   lugares la población se alimenta únicamente   con frijol y maíz. 

Cruz Pérez Ortiz, de 35 años, es  madre de cuatro hijos —tres niñas y un niño—, y es evidente la frustración que le causa la  falta de oportunidades para optar por un mejor futuro para ella y su familia.

Pérez Ortiz vive  en una casa de adobe, techo de lámina y piso de tierra. Cuenta que  durante el verano deben lidiar con el polvo y en invierno, con el lodo, lo que propicia que los niños se  enfermen con frecuencia.

“Hay días en los que nos invade la tristeza porque no tenemos comida”, lamentó.

En San Juan Ixcoy, Huehuetenango, el panorama también es complicado, pues ante la falta de agua para preparar alimentos, las mujeres deben levantarse a las tres de la mañana y caminar cuatro kilómetros  para  obtener un poco de líquido para lavar ropa, bañarse y consumir.

Otro caso es  el de Hugo Cruz Hernández, un vecino del barrio Bellos Horizontes, San Benito, Petén, quien cuenta que la única forma de sacar adelante a sus cinco hijos y su esposa es la tierra, ya que no hay oportunidades laborales, por lo que para mitigar la necesidad instaló un huerto en el patio de su casa; sin embargo,  no tiene  agua entubada ni  energía eléctrica.

La familia Cifuentes Rivera es una de muchas que viven en la pobreza en Retalhuleu. Reside en el cantón Dolores, en una casa construida con láminas, madera y nailon, y por la que pagan Q150 de alquiler.

La Organización Mundial de la Salud destaca que la desigualdad se puede paliar  si se controlan los factores de riesgo: la malnutrición infantil, el sexo no seguro, la falta de agua entubada y saneamiento y el control del  consumo de alcohol.