La mujer convive con algo que le hace la vida imposible: el Volcán de Fuego. La semana pasada cocinaba frijoles y hierbas en una habitación de madera apolillada y lámina deteriorada por la ceniza que cae del volcán. Su hija llega una vez al mes.
“Debido a que no hay trabajo ni cómo sobrevivir, he ido vendiendo mi terreno. Ahora solo nos queda un pequeño lugar para vivir. Mi hija se tuvo que ir porque había días que no teníamos ni para comer, y trabajo aquí no hay, menos para las mujeres”, señaló.
“Hemos querido reparar nuestra cocina, pero no nos alcanza. Mis láminas ya tienen agujeros y por allí se filtra el agua. Esperamos que algún día vengan las autoridades del Gobierno y se den cuenta de que aquí existen muchas necesidades y no salimos adelante por los daños que causa el volcán”, agrega Albertina.
Unas mil 480 familias de las comunidades Morelia y Panimaché 1 y 2 saben del peligro y riesgo que representa vivir en el área, pero no tienen adónde ir. No han superado la situación de pobreza y extrema pobreza en la que viven por los daños a los cultivos causados por las continuas erupciones del Volcán de Fuego cuando lanza ceniza y arena.
Los lahares —flujo de sedimento y agua que baja por las laderas— también han dañado vehículos.
El Volcán de Fuego es uno de los más activos de los 32 que existen en Guatemala. Se encuentra a 50 km de la capital y alcanza los tres mil 763 metros de altura.
Mantiene constantes explosiones moderadas que levantan columnas de ceniza que han llegado hasta los seis mil metros sobre el nivel del mar. De acuerdo con los registros del Insivumeh, en lo que va del año ese volcán ha registrado cuatro erupciones.
En el 2016, las autoridades reportaron 16, y en 2015 hubo 15.
Esas comunidades son las más vulnerables, debido a que, según las autoridades que monitorean el coloso, en la más reciente erupción —el 5 de mayo último— el material volcánico llenó varias zanjas, por lo que les preocupa que una nueva actividad busque cauces distintos y llegue a las viviendas.
El vicepresidente del Consejo Comunitario de Morelia, Feliciano Canahuí, comentó que para las familias que viven en el lugar la situación se vuelve cada día más difícil, ya que ahora las caídas de material son más frecuentes y a esas comunidades les cae ceniza porque son las más cercanas al coloso.
“En lo que va del año ha habido cuatro explosiones fuertes que han afectado otras comunidades, pero aquí siempre cae, sea fuerte o no, por lo que el daño es constante y eso es lo que no permite que nuestros cultivos sean buenos”, afirmó Canahuí.
Agregó: “Estamos viviendo en una situación difícil porque ahora en los ingenios ya no hay mucho trabajo, y aquí un jornal lo pagan a Q30 o Q35, cuando hay. ¿Qué va a hacer un padre de familia con ese dinero para alimentar a una familia de cinco o más integrantes?”.
El directivo pide al presidente de la República y a los diputados del departamento que atiendan a las comunidades con programas de cultivos y proyectos de siembra bajo techo. “Sabemos que en toda Guatemala hay necesidades, pero aquí la situación es preocupante. No pedimos alimentos, sino herramientas y asesorías para producir buenos cultivos, ya que solo así podremos salir de la pobreza”, dijo Canahuí.
Muchos techos de viviendas están deteriorados por el azufre, pero las familias no tienen recursos para repararlos.
“Me gustaría que alguien me regale unas mis láminas para que ya no se moje mi ropa, caiga agua donde duermo y me entre frio, en este pueblo es difícil vivir, porque no hay como ganarse la vida, nosotros siempre vivimos con lo mínimo, pero Dios sabe porque que hace las cosas y porque estamos así”.
Necesitan puente
“Me gustaría que alguien me regale unas mis láminas para que ya no se moje mi ropa, caiga agua donde duermo y me entre frio, en este pueblo es difícil vivir, porque no hay como ganarse la vida, nosotros siempre vivimos con lo mínimo, pero Dios sabe porque que hace las cosas y porque estamos así”.
La vecina María del Carmen Argueta comentó que para llegar a un centro asistencial tienen que ir a Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, que se encuentra a 10 kilómetros, y moverse a la cabecera de San Pedro Yepocapa, a cinco kilómetros. Además, pueden salir del área si el caudal de los ríos está bajo. En invierno quedan aislados hasta por 10 días, por la crecida de los afluentes.
Aunque cuentan con centro de Salud, en este no hay medicamentos. Muchas veces llaman por teléfono a un médico para que les recete algo para sus padecimientos. “Estamos preocupados porque cada vez que cae ceniza los niños y adultos mayores se enferman de los ojos, tos, alta temperatura, entre otros males”, dijo.
David de León, vocero de la Coordinadora para la Reducción de Desastres, indicó que las comunidades han solicitado, desde el 2009, la construcción de un puente que les facilite el ingreso y salida de esos lugares, por el peligro que representan los lahares. El martes recién pasado, un vehículo fue arrastrado por ese material.
Promete apoyo
El alcalde de San Pedro Yepocapa, Samuel Ajín, señaló que desde hace varios años ayudan a las comunidades afectadas constantemente por la actividad volcánica. “Tenemos 270 aldeas y caseríos en el departamento y la mayoría resultan afectados, pero por la cercanía al volcán esas tres han resultado con más daños”, dijo.
Luego de gestionar en el Ministerio de Agricultura Ganadería y Alimentación, las familias recibirán 40 libras de arroz, 40 libras de maíz y 17.5 libras de mosh.
“Estamos preparados para cuando haya necesidad de evacuar a las familias. Tenemos un lugar para albergar a unas dos mil personas. Esperamos que no sea necesario. Es bueno que sepan que seguiremos buscando medios para su superación”, expresó.