Quetzaltenango

Conozca la historia de tres adultos que cumplieron el sueño de aprender a leer y escribir

Esta es la historia de tres adultos de Quetzaltenango que después de medio siglo de vida aprendieron a escribir y leer su nombre.

Un grupo de 500 personas culmino el proceso de aprendizaje de Conalfa en Xela. (Foto Prensa Libre: María Longo)

Un grupo de 500 personas culmino el proceso de aprendizaje de Conalfa en Xela. (Foto Prensa Libre: María Longo)

Cuando eran niños, el trabajo, la distancia que debían caminar para llegar a un centro educativo, así como las tareas del hogar, impidieron que aprendieran a leer y escribir, pero creyeron en el refrán  “nunca es tarde para aprender”.

Debía caminar una hora para llegar a la escuela

Cuando era una niña, María Pérez Aguilar, de 52 años, tenía que caminar una hora para poder estudiar, ya que su comunidad, el cantón Candelaria, carecía de una escuela.

“Nos quedaba muy lejos la escuela, donde vivía  era un área desolada y era peligroso caminar, no había transporte y por miedo a que me sucediera algo malo decidí ya no ir a la escuela y quedarme en casa para ayudar en las tareas del hogar, a los 12 años empecé a trabajar, hacia limpieza en algunas casas de Xela”, recordó Pérez.

La mujer se casó y tuvo ocho hijos, actualmente también tiene cinco nietos, conforme pasaban los años se daba cuenta que necesitaba saber leer y escribir porque cada vez que le enseñaban un documento para firmar “no tenía idea” de que decía o “porque iba a colocar mi huella”.

María Pérez Aguilar enseña el diploma obtenido que la acredita como una persona alfabeta. (Foto Prensa Libre: María Longo)

Actualmente en donde vive Pérez hay una escuela que ofrece educación primaria y transporte público, sus hijos estudiaron y hace algunos años le dijeron que dejara de trabajar porque ellos la ayudarían económicamente.

“Uno de mis hijos decidió irse a Estados Unidos y gracias a Dios llegó, estuvo allá 10 años y pudo cumplir sus sueños, ahora regresó. Mis hijos me apoyan, con mi esposo les dimos educación. Cuando supe que a mi edad podía aprender a leer y escribir, primero me excuse en los oficios de la casa y que no me daría tiempo, pero luego me convencí que era necesario y bueno para mí, entonces fui a Conalfa”, dijo.

“Ahora puedo escribir mi nombre, leer documentos y hasta el DPI, también firmar porque siempre era solo con la huella, cuando me dicen firme aquí ya puedo leer que es, aunque lea despacio pero ya sé”.

Ayudaba a su padre a pastorear

Prudencio Racancoj Xicará, de 67 años, inició su proceso de alfabetización hace tres años, recientemente culminó sexto primaria y se siente satisfecho.

Desde hace 19 años trabaja como albañil en el departamento de drenajes de la Empresa Municipal Aguas de Xelajú (Emax), pero cuando debía atender alguna tarea, se le dificultaba porque no podía leer las direcciones.

“En la Emax nos dijeron que si queríamos estudiar, lo hice por mi propio bien porque para andar en la ciudad cuando uno no sabe leer es difícil, nos envían a una zona y uno no sabe que dice en los rótulos, no podía leer el número de las casas, con esta oportunidad ahora ya lo puedo hacer”, indicó.

Prudencio Racancoj Xicará, de 67 años, logró obtener su diploma de sexto primaria. (Foto Prensa Libre: María Longo)

Cuando Racancoj era niño, iba a la escuela pero también tenía que cuidar a las ovejas de su padre, esto hizo que abandonara sus estudios sin aprender a leer y escribir.

“Solo podía estudiar un rato, tenía que pastorear y ni caso le hacía al estudio, no aprendí nada, después se me hizo difícil encontrar trabajo, cuanto entre a la municipalidad no me pidieron ese requisito, pero no podía hacer reportes, ahora ya aprendí”, aseguró el hombre que actualmente es padre de siete y abuelo de 12.

Ahora el propósito de Prudencio es estudiar el nivel básico y llegar hasta donde “Dios me de vida”.

Se dedicó a las tareas del hogar y a trabajar en una panadería

Olga Jucum Vásquez, de 57 años, es madre de 10 hijos y abuela de 13, cuando era niña tenía que ayudar en las tareas del hogar y no le gustaba acudir a la escuela.

“Cuando uno es pequeño no le gusta estudiar y yo prefería ayudar a mi mamá en los oficios de casa, a los 12 años empecé a trabajar en una pastelería, no sabía leer y escribir, hasta ahora que decidí que tenía que hacerlo, una compañera me invitó y soy feliz de poder escribir mi nombre o tomar un libro o un periódico para leer”, relató Jucum.

Olga Jucum Vásquez, de 57 años, celebró junto a algunos integrantes de su familia el triunfo obtenido al culminar la etapa inicial de su aprendizaje en Conalfa. (Foto Prensa Libre: María Longo)

Agregó que ahora ayuda a sus nietos y los motiva para que continúen con sus estudios. “Luche para aprender y gracias a Dios gané y con diploma, lo más difícil fue empezar, sobre todo leer y hacer sumas”.

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Se graduaron 500

El martes 26 de noviembre de 2019 un grupo de 500 personas culminó su proceso de formación con el Comité Nacional de Alfabetización (Conalfa), 300 eran participantes de la fase inicial que comprende aprender a leer y escribir, 200 más fueron de la primera y segunda etapa que cubre los conocimientos hasta sexto primaria.

Teresa Villagrán, coordinadora municipal de alfabetización, detalló que cada etapa tiene un tiempo de ocho meses, de marzo a octubre.

“La mayoría son mujeres, el 95 por ciento, culturalmente hemos visto que a las mujeres se les vedo el derecho de poder estudiar cuando eran niñas, muchas de ellas se dedicaron a ayudar en la casa o trabajar y no pudieron estudiar”, indicó Villagrán.

Los alumnos de Conalfa deben acudir a su proceso de formación tres días a la semana para completar 10 horas semanales. “Los grupos están organizados en distintas comunidades y en el área urbana, tratamos de alfabetizar de una manera que sea significativa para el participante, que no solo sea aprender a leer y escribir sino integral, que puedan aprender a relacionarse en su comunidad y tener un rol de liderazgo”.

De acuerdo con Villagrán en el municipio de Quetzaltenango  hay 55 alfabetizadores, 40 son pagados por Conalfa y los 15 restantes son voluntarios, el programa cubre a personas desde los 15 años y no hay un límite de edad para aprender.

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