Quetzaltenango

Padre Juan José De Abreu: “Cuando te atreves a hacer o decir cosas distintas siempre va a haber alguien que se escandalice”

Juan José De Abreu, el sacerdote venezolano que transformó la parroquia San Bartolomé en una de las más sobresalientes de la Arquidiócesis de Los Altos Quetzaltenango-Totonicapán y acercó la iglesia a los feligreses regresará a su país en los próximos días por disposición del obispo de Caracas.

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Juan José De Abreu –estola roja– párroco de la iglesia San Bartolomé es el primer sacerdote que participa en una procesión de Semana Santa en Xela. (Foto Prensa Libre: Cortesía)

Juan José De Abreu –estola roja– párroco de la iglesia San Bartolomé es el primer sacerdote que participa en una procesión de Semana Santa en Xela. (Foto Prensa Libre: Cortesía)

De Abreu concedió una entrevista al medio digital RBCNoticiasGT, habló sobre su retorno a Venezuela y de su experiencia sacerdotal en Quetzaltenango.

Vino de Venezuela a finales de abril de 2018 para sustituir a monseñor Rodolfo Colominas como párroco de la iglesia San Bartolomé, ubicada en la zona 1, en un barrio que lleva el mismo nombre.

Juan José De Abreu es su nombre y desde el año pasado es párroco de aquella iglesia y también fue nombrado director general de Radio y Televisión Fraternidad, que pertenece a la Arquidiócesis de Los Altos.

De Abreu, que por medio de redes sociales y carisma, según quienes le conocieron, logró atraer de nuevo a cientos de feligreses quetzaltecos, quienes, incluso, vieron salir en procesión, después de más de 40 años, la venerada imagen del Cristo Negro o Señor de Esquipulas en la parroquia de San Bartolomé.

De Abreu se despidió de los fieles católicos y anunció su retorno a su país, Venezuela. Asegura que aún no conoce su destino en aquella nación envuelta por ahora en una crisis política.

Agregó: “Yo vine en calidad de préstamo. Pertenezco a la Diócesis de Venezuela, mi obispo, por algunas razones que desconozco, me pidió que volviera. Todavía no conozco la misión que tendré, pero soy obediente a la nueva disposición”.

“Tengo sentimientos encontrados porque la gente que conocí en Xela ha sido dada, colaboradora, cercana, amiga, amable y afable. Me brindaron cariño, compañía, oración y me apoyaron en mis proyectos”, explica con la voz entrecortada.

De Abreu siente alegría de volver a abrazar a su familia, pero también nostalgia por dejar “a esta gran familia de Xela, pero no me he muerto, estoy vivo, estaremos en contacto a través de la redes sociales, espero que el conflicto en mi país ceda para venir de vez en cuando a saludar”, comentó.

¿Cómo fue su trabajo pastoral? ¿En algún momento tuvo problemas?

Fue un noviciado muy alegre y de los mejores, pero parte de educar es corregir. Creo que fue entendido y recibido, crecimos porque cuando obedecemos también crecemos.

¿Cómo se sintió portando un traje de cucurucho?

Fue una experiencia muy bonita, me formaron con la idea de inculturizarse como sacerdote y uno debe amar lo que ama, vive y sonríe su pueblo. Uno debe hallar el sentido ideológico de cargar, que no solo es el esfuerzo físico, sino el sentido espiritual y la devoción. Llevar el peso de nuestros pecados y a nuestro señor. De verdad disfruté mucho eso y el estar cerca de los míos, de mi feligresía. Creo que eso es lo más grande que puede tener un sacerdotes acercarse más a los suyos.

¿Se siente un revolucionario de la iglesia como lo han tildado algunas personas?

Le tengo miedo a esa palabra porque vengo de un país donde lo revolucionario es mal visto. No me considero revolucionario, a veces, lo más antiguo es lo más novedoso, es decir, que simplemente pretendí que mi parroquia viviera la experiencia de las primeras comunidades cristianas, donde se amaba, se alegraba, se abrazaba, se perdonaba, donde se crecía. A veces siento que nuestra iglesia se ha momificado en el tiempo y a veces necesitamos volver a las raíces.

¿Hubo algo que no le permitieron y que hubiera querido implementar en la parroquia?

No. Al principio hubo resistencia humana, pero que se fue aligerando con el tiempo y estuvimos trabajando en la iglesia en lo material, arreglando y mejorando. En lo espiritual producimos esa chispa en el corazón de las personas. En los retiros espirituales y en la hora santa trataba de tener una homilía existencial que tocara la realidad de las personas, utilizaba como método teológico acercar la palabra de Dios con lo que vivimos a diario, con un mensaje claro.

Lea además: Crisis en Venezuela: qué dice la carta del papa Francisco a Nicolás Maduro y por qué se ha interpretado como un revés para el mandatario

¿Qué va a extrañar de Xela?

Es una pregunta que me hace suspirar, creo que todo, su luna, La Luna de Xelajú, su clima, su fraternidad, su espiritualidad, su vida reservada, sus fiestas tradicionales, su pan de ceremonias, sus paches, sus calientes, la risa de la población que estuvo cerca de mí. Cuando regrese a mi país no sé cómo me voy a sentir. Ha sido un año profundo.

En la radio Fraternidad fue notable el cambio que generó. ¿Lamenta dejar el puesto?

En la radio y la televisión siempre han sido espacios y herramientas de evangelización que he valorado muchísimo. Siempre he conocido el impacto que un medio de comunicación tiene en la vida de las personas. Desde que llegué tenía la curiosidad de tener un programa que se llamara “La chispa católica”, para hacer católicos chispudos, alegres, emprendedores, buenos cristianos y buenos ciudadanos. Fue un alcance grande, no solo me escuchaba mi parroquia sino llegaba a grandes cantidades de personas, gente que se sintió identificada, fue un programa hermoso. Todos me decían: ¡revolucionaste la radio¡ pero no simplemente hice un programa, celebré misa diaria, le di un sentido más espiritual a las instalaciones y la gente comenzó a colaborar, se mejoraron algunas cosas, se compró equipo, se pintaron una áreas, se pagaron deudas. Yo no lo hice, Dios logró producir un movimiento donde nos energizamos todos, que hubo una sinergía para la radio. Sé del alcance de los medios de comunicación y donde Dios me ponga y haya una radio, eso haré.

Las misas del párroco Juan José De Abreu eran multitudinarias. El Jueves Santo lavó los pies a jóvenes de su iglesía. (Foto Prensa Libre: Cortesía)

¿Cree que truncan su trabajo al regresarlo a su país?

Soy un hombre de Dios, a lo mejor humanamente alguien puede creer eso, pero no. Siento que sembré aquí y la semilla crecerá. A lo mejor Dios necesita que haga lo mismo en otro lugar, hay que ser obediente. A veces no comprendemos las cosas cuando vienen, después sí, cuando vemos el pasado y miramos nuestra historia y nos damos cuenta de lo que Dios quiere en nuestra vida. Jamás pensé en venir a Guatemala, estaba de vacaciones y al regresar quería ir a estudiar a España. Llegó el momento en el que reflexioné por qué me llamaron para venir a Guatemala y dije que quizás acá podía hacer más. A veces uno estudia mucho y necesita emplear eso también. No me arrepiento. Dios tiene sus planes y proyectos, a algunas personas les cuesta entender. Hay un dicho en mi país que dice: si uno siembra y cosecharon, no muere. Siento que si algún legado dejé fue el de la esperanza, del gozo, del entusiasmo, de revivir la alegría del evangelio, el creer en la iglesia que hace milagros, en un Dios vivo, que hace milagros, que perdona y no castiga.

¿El cambio puede deberse a personas a las que no les gustó su trabajo?

No, no se pongan creativos. En la vida hay gente que le gusta y que no le gusta, el mismo Jesús como modelo perfecto tenía gente en su contra. Cuando te atreves a hacer o decir cosas distintas siempre va a haber alguien que se escandalice. Es muy humano que haya gente identificada y otras que no. Eso es normal.

¿Pensó en algún momento estar más tiempo en Xela?

Si, lo llegué a pensar, pero son los planes de Dios no los nuestros y el que obedece no se equivoca.

¿Y de ser así qué planes tenía?

Creo que potenciar la radio y la televisión con equipos, con programas, buscar financiamiento internacional para tener más alcance. En mi parroquia seguir creciendo y evangelizando, seguir acompañando. Creo que por allí me hubiera encaminado también. Hay que discernir los signos del tiempo y la misma feligresía te va diciendo lo que necesita.

En abril del 2018 el Arzobispo de Quetzaltenango, Alberto Molina, nombró presbítero a al sacerdote Juan José De Abreu. (Foto Prensa Libre: Cortesía)

 

Tomado del portal digital RBCNoticiasGT 

 

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