Economía

Impuestos, todo o nada

Que a ninguno nos gusta pagar impuestos es claro, y que nunca saldremos del subdesarrollo si no tributamos adecuadamente. también es verdad.

Realmente, como ciudadanos, qué difícil es encontrar un punto medio entre cuánto debemos tributar para efectivamente tener un desarrollo y salir de la enorme cantidad de carencias que tenemos como país, y hasta cuánto podemos pagar sin quedarnos sin que el agua nos pase la cabeza, cuando uno escucha a diversos referentes de opinión con opiniones tan encontradas por un lado y recurriendo a la retórica o a un discurso apasionado y lejos de un análisis de debate racional.

Por un lado del ring tenemos a los que piensan que no se debe pagar un solo quetzal más porque todo se lo roban, clásico argumento, o que la mayoría de impuestos van al gasto de personal del Estado y no a la inversión en programas, o que hasta que no se limpien las estructuras de corrupción no hay que pagar. He escuchado argumentos tan simples como que lo único que se necesita para salir adelante es generar empleo y que salir adelante es responsabilidad de cada uno, hasta comentarios francamente absurdos como que la desigualdad es inherente al ser humando, puesto que todos nacemos diferentes y es base de la naturaleza humana, como quien dice, si se nace jodido, ni modo, y si se tuvo suerte en la lotería de la vida, pues qué bien por usted.

El otro lado también propone cosas que no van a lograr ni consenso ni convencer a nadie de que es necesario pagar más impuestos con argumentos como que independientemente que se lo roben, la obligación es pagar y ya, o que es necesario aumentar la carga tributaria porque es la más baja de América Latina y que la culpa la tiene el empresario que siempre evade, gran culpable del mal y jinete del apocalipsis del pueblo, aprovechado y nunca deja nada a cambio, mientras el noble pueblo sufre las consecuencias de su ciega vista.

En mi opinión, ambos lados con sus argumentos tan prefabricados y llenos de emoción visceral no nos llevan a ninguna parte y nos condenan, como siempre, a la confrontación y a no salir jamás adelante.

No pienso que sea cuestión de plantones en el Palacio Nacional ni de condenas bajo amenaza para uno u otro lado. En Guatemala es tan difícil por nuestra puberta democracia quizás sentarnos a debatir sin agredirnos, sin descalificar o irnos por la simple del todo o nada.

Al final hay verdades innegables: tenemos un presupuesto en inversión social y infraestructura desastrosa en todo sentido, que nos condena al subdesarrollo aunque no se robaran un quetzal del presupuesto. Cuesta mucho pagar impuestos cuando son los mismos los que pagan casi siempre y si el margen es poco, de dónde se paga más, no es tan fácil como pensar en que ser ente generador de riqueza es como un cochinito que se puede romper cada vez que se requiere plata por parte del Estado.

Ojalá que pudiésemos tender puentes, de verdad que estamos demasiado divididos para seguir así, condenándonos a la confrontación eterna.

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