Como todos los días, ella abordó la unidad en la colonia la Verbena, zona 7. Se dirigía al mercado La Terminal para comprar papa y otros productos que utiliza para preparar comida que vende en un puesto del mercado cerca de su casa. Nunca imaginó que su vida estaría en peligro al detonarse el artefacto.
“Ahora ya no puedo salir a vender”, dice la mujer de 63 años, preocupada porque por un tiempo no podrá atender su negocio de venta de dobladas, tortillas con chicharrón, rellenitos y papas fritas, su única fuente de sustento.
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Reyna resultó con heridas en las piernas. Fue llevada al Hospital Roosevelt y por la tarde la dieron de alta. Está en su casa al cuidado de su familia, al igual que otras dos víctimas que también ya egresaron en condición estable. Otras tres personas aún están internadas.
“Está bien, gracias a Dios. El día de ayer (lunes) nos la dieron, nos dijeron que solo necesitaba medicamento para desinflamar las piernas y antibiótico”, contó Edwin Ramos, su hijo.
Reina recuerda que se subió a la camioneta y se sentó en las primeras filas. Iba distraída observando la ventana. “Uno no va pensando en nada”, dice. De pronto, la bomba se detonó. No se percató de quién llevaba el artefacto.
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“Escuché el estallido, y dije ¿qué pasa? Una señora me insistía: “bajémonos”, pero ya todo estaba hecho”. Son las pocas cosas que recuerda, además del humo que corrió por el interior del bus.
La detonación del artefacto la desorientó, y por unos instantes no pudo escuchar nada. Solo sentía dolor en las piernas, que después de unos instantes se percató que sangraban.
“Como no encontraba para dónde agarrar, se me trabó el zapato, todavía regresé a traerlo”, dice. Al bajar le pidió a un joven que le comprara un rollo de papel higiénico para colocar un pedazo en las heridas y parar la hemorragia.
Los bomberos llegaron minutos después, la subieron a la camilla y la trasladaron de inmediato al Hospital Roosevelt, donde fue ingresada de emergencia.
Reyna comparte su testimonio a través del teléfono, acostada en la cama mientras sus familiares curan sus heridas. Por momentos se le escucha gemir por el dolor. ”Están abiertas, no me cosieron. Me dijo el doctor que eso iba a cerrar solito, conforme los días pasen y las piernas se desinflamen”, dice.
Superar el temor de subir a un bus será difícil para Reyna, sin embargo, tarde o temprano tendrá que hacerlo, pues es el único medio de transporte a su alcance, al igual que muchos guatemaltecos. “¿Cómo no le va a quedar miedo a uno, si uno es humano? Fue una impresión grande”, asegura.
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