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El correo: cómo evoluciona el envío de mensajes a través del tiempo

La comunicación es un derecho universal del ser humano, para lo cual el correo ha jugado un papel importante.

Como vestigios de obsoleto sistema de comunicación quedan telegramas con mensajes breves como este, que data de 1982. (Foto Prensa Libre, cortesía de Beatriz RIvera)

Como vestigios de obsoleto sistema de comunicación quedan telegramas con mensajes breves como este, que data de 1982. (Foto Prensa Libre, cortesía de Beatriz RIvera)

Hasta hace algunas décadas, el correo estatal era esencial para el envío de correspondencia y paquetes, pero en los últimos años a esta actividad también se dedica gran número de empresas que se han multiplicado para que los mensajes siempre lleguen a tiempo y con seguridad, aunque la era digital facilita en gran manera este servicio.

En Guatemala, los antecedentes más antiguos del correo provienen de la época precolombina y su función fue evolucionando en el período colonial e independiente. Entre 1866 y 1870 circulaban cada año unas 39 mil piezas postales. Se colocaron los primeros 12 buzones en la ciudad en 1873, durante el gobierno liberal, hechos en hierro, distribuidos sobre postes en las esquinas, para que las personas depositaran su correspondencia.

En 1896 se cambiaron los buzones por unos más modernos, similares a los que se usaban en Estados Unidos. Aún se pueden observar los pocos que quedan de estos en la capital, algunos de los cuales han sido vandalizados, indica el historiador del Arte Fernando Urquizú.

La Dirección General de Correos y Telégrafos (DGCT) se creó con el acuerdo presidencial 650 del 21 de noviembre de 1904, el cual establece que el correo es un servicio público nacional, instituido para transportar la correspondencia, conforme los reglamentos.

El Estado de Guatemala está obligado a garantizar los servicios postales, debido a la firma del país de convenios y tratados vigentes ante la Unión Postal Universal (UPU) y la Unión Postal de las Américas, España y Portugal (Upaep), “en beneficio de la población, de forma eficiente y eficaz, a precios accesibles”.

A partir del 1 de junio del 2004, el Congreso aprobó el contrato de concesión a favor de Correos de Guatemala, S. A., por un plazo de 10 años, pero en el 2016 el Legislativo declinó ampliarlo a la empresa International Postal Services, por lo que dejó de prestar sus servicios en agosto de ese año. cuando la DGCT asumió la operación, que no se reanudó sino hasta septiembre del 2020.

En la actualidad se puede enviar correspondencia y paquetes desde la capital en la sede central de la DGCT, ala sur del Palacio de Correos, 7a. avenida y 12 calle, zona 1, inaugurado en 1940. También cuenta con 50 agencias ubicadas en todo el país.

Durante el gobierno del presidente Vicente Cerna (1865-1871) se reformó la organización de los correos, como adoptar sellos postales adhesivos, que establecieron el pago previo y obligatorio de cualquier carta. Estos fueron puestos en circulación en marzo de 1871, con valores de Q0.01 (ocre), Q0.05 (marrón), Q0.10 (azul) y Q0.20 (rosado). Se imprimieron en la Casa de la Moneda de París, Francia, con el escudo nacional de la época. La DGCT, a través del Departamento de Filatelia, Arte y Cultura, reanudó la emisión y venta de sellos postales hace dos años, según se expone en su página web.

Ahora hay sellos de Q1, Q5, Q10 y Q15 y Q20, y se adquieren según la ubicación del destinatario y el peso de la pieza. Cada cierto tiempo se emite una nueva serie, dedicada a un evento o fecha conmemorativa como, por ejemplo, el Bicentenario de la Independencia, el año pasado.

Las tarifas actuales para envío de cartas y tarjetas postales estándar en la ciudad de Guatemala van de Q1 a Q21, según el peso, de 20 hasta 2 mil gramos, y de Q1 a Q38, a nivel nacional. Si son certificados, tienen un costo adicional de Q17. Para Estados Unidos, las tarifas van de Q14 a Q470. Para paquetes de hasta 2 mil gramos, las tarifas son de Q11 a Q21, en la capital; de Q21 a Q38, a los departamentos, y de Q53 a Q502, a EE. UU.

Según un informe de mayo del 2021 de Correos de Guatemala, en ese mes se entregaron 30 mil 862 piezas postales en todo el país, 65.9 por ciento en la región metropolitana, y 34.1 por ciento en la provincia. En febrero de ese año se entregaron 29 mil 887 piezas postales. La programación anual para 2021 era de 159 mil 925 entregas, y para el 2020, de 288 mil 857.

En el 2021 se inauguraron cinco agencias en la provincia, expone la Memoria de Labores del CIV de ese año. También se hizo la entrega —cartas, documentos y paquetes— que se estuvieron almacenadas del 2016 al 2020. Además, 24 mil 777 notificaciones que indicaban a los usuarios que tenían paquetes a su nombre desde el 2016.

Se solicitó información relacionada con las operaciones de Correos de Guatemala a Mario González, encargado de Comunicación de la entidad, quien indicó que la estaba gestionando, pero nunca fue enviada.

Nostalgia

Hace unas tres décadas, cuando aún no se había masificado el correo electrónico ni existían las redes sociales, además de que no todas las residencias tenían teléfono domiciliar, el correo y el telégrafo eran indispensables para la comunicación. Miriam Samayoa, de 61 años, recuerda que utilizaba con asiduidad, a partir de los noventa, el correo nacional para enviar y recibir correspondencia de su hermano, que vive en EE. UU., así como documentos legales importantes, como partidas de nacimiento y escrituras de inmuebles, certificados, y nunca se extravió ninguno de ellos. Se tardaba unos ocho días en llegar.

“Mi hermano enviaba encomiendas a mi mamá por el correo nacional”, cuenta Samayoa, quien refiere que depositaba las cartas en el buzón de metal cerca de su casa, en el barrio San Antonio, zona 6, y que aún está en ese lugar, como recuerdo de su función. Samayoa añade que pagaba Q0.15 por el envío de un documento. Dejó de usarlo en el 2016, cuando las operaciones del correo nacional se suspendieron y ahora el “Facebook suple su función”.

Beatriz Rivera explica que en la década de 1990 usó por unos 10 años el correo y que era tan seguro que a veces recibía algunos dólares por ese medio. Utilizaba con frecuencia los servicios telegráficos para lo cual “debía redactar textos breves, pues se cobraba por palabra”.

Miguel Rodas, quien trabajó como cartero y telegrafista por 30 años, expone que es “triste que haya desaparecido el telégrafo”, pues al transmitirse los mensajes en código Morse había seguridad de que solo los operadores conocían su contenido, el cual era descifrado y entregado solo al destinatario.

“El testimonio escrito de comunicación entre personas enviado por correo fue desplazado en el último lustro del siglo XX por el correo electrónico, computadoras portátiles y teléfonos inteligentes. Ahora se hacen gestiones con impresiones, grabaciones o documentos electrónicos, lo cual también ayuda a ahorrar papel. Vía digital se transfieren valores y dinero, todo con mayor agilidad. El único documento legal que no se puede hacer por ese medio es el traspaso de bienes inmuebles, el cual es presencial”, indica Urquizú.

TELEGRAMA
Como vestigios de obsoleto sistema de comunicación quedan telegramas con mensajes breves como este, que data de 1982. (Foto Prensa Libre, cortesía de Beatriz RIvera)

Servicios privados

A causa de la pandemia se incrementaron las empresas y personas que prestan servicios de mensajería. Ángel Zelada, gerente general de Mensajeros Empresariales, calcula que hay unas 80 empresas de mensajería de correspondencia y paquetes. Su compañía hace entregas urgentes de correspondencia en una hora o 90 minutos dentro de la capital, si la condiciones climáticas son normales.

Juan Carlos Almeida, presidente de Envía, otra firma dedicada a dicho servicio, dice que hay cinco grandes empresas de mensajería empresarial, y que los envíos a cabeceras departamentales les lleva 24 horas y a municipios aledaños a estas, de 48 a 96.

De acuerdo con Zelada, un mensajero puede hacer unas 20 entregas al día.

Entre las dificultades para cumplir con sus labores, coinciden en señalar Zelada y Almeida, se puede mencionar el tráfico, manifestaciones y las condiciones climáticas poco favorables, pues alarga el tiempo de entrega o recolecta.

Por su parte, Luis Guzmán, de la compañía de mensajería Yiré, explica que los atrasos en la entrega se deben, también, al tiempo de espera en las empresas para que les firmen las constancias.

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En la actualidad, herramientas tecnológicas como las diferentes aplicaciones ayudan a monitorear las entregas. Zelada hace ver que el servicio de Correos de Guatemala es ideal cuando la empresa busca un servicio de entrega voluminoso; por ejemplo, 100 o 200 sobres, pues sus costos operativos son bajos, aunque no son personalizados, pues no solicitan firma como acuse de recibo del destinatario, a menos de que sea certificado. No obstante, esta modalidad tiene un costo más elevado.

“Si no está la persona, mediante WhatsApp se deja constancia de que se procuró la entrega. Cobramos, además, el tiempo de espera”, añade Zelada. Guzmán considera que pese a que el envío de documentos y valores vía electrónica es rápido y funcional, todavía son comunes las entregas de estos de manera física.

Los precios promedio en la capital para la entrega de documentos o paquetes es de Q25, pues se cobra por tiempo de recorrido, añade Guzmán.   “La eficiencia de empresas privadas con servicio de entrega de puerta a puerta supera el servicio nacional por su rapidez y disponibilidad, pero tiene un costo más elevado”, expresa Urquizú.

Por último, Almeida anticipa que en un futuro podrían utilizarse drones para hacer entrega de correspondencia y paquetes, de hasta 25 libras de peso, si se aprueban leyes para el uso de espacio aéreo en Guatemala, como ocurre en Estados Unidos.

“Fue una oportunidad para mejorar mi ortografía”

A sus 70 años, Miguel Rodas cuenta que comenzó a trabajar a los 18 en el correo como cartero, en Siquinalá, Escuintla, y después en Amatitlán. Con el tiempo se formó como telegrafista, “una oportunidad para mejorar su ortografía y caligrafía”, pues en el pasado los mensajes recibidos en clave Morse eran escritos a mano, hasta que ingresaron las máquinas de escribir. Cumplió esa función en varios municipios.

Recuerda que las cartas ordinarias y certificadas las llevaba Rutas Lima. Había poco personal y mucha correspondencia, con turnos largos y de noche. “Era alegre ver cuando las patojas se ponían contentas cuando les llevaba cartas”, dice Rodas, quien también entregaba periódicos por suscripción. “A veces la gente me regalaba agua o vasos con refresco y eso levantaba el ánimo”. Entregaba telegramas a trabajadores de los ingenios azucareros. “Me daba lástima llevarles telegramas sobre el fallecimiento de algún familiar”, recuerda. Se jubiló en 1999.

“No me gustaban los perros bravos”

Nery Segura, originario de Iztapa, Escuintla, trabajó como cartero y telegrafista por 33 años, de los 91 que tiene ahora. Recuerda que al inicio ganaba en ese municipio Q30 al mes para repartir la correspondencia que llegaba a las 12 horas. Pronto aprendió el código Morse para ser telegrafista. Más adelante trabajó como operador en la sede capitalina, donde ganaba Q85 mensuales y hacía turnos.

Si había algún telegrama urgente a las 11 o 12 de la noche, debía repartirlo de inmediato. “Lo que no me gustaba era que a esa hora habían perros bravos y tenía que llevar uno su garrote, ‘por si las moscas’”, evoca con una sonrisa. “Había una señora de un restaurante que en el Día del Telegrafista llegaba a la central para llevarnos arreglos de flores”, comenta. El costo de cada palabra era de Q0.03, las cinco primeras, y de Q0.15 por palabra adicional. Expresa que los turnos más largos eran para las elecciones, cuando transmitían datos de los resultados por medio de telegramas.

 

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.